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Impacto

Las laguneras opinan...

ROSARIO RAMOS SALAS

Pocas cosas impactan más a una comunidad que vivir sintiendo la falta de seguridad para la población. Vivir con miedo y temeroso. La inseguridad es un lastre para el bienestar de los ciudadanos; la economía se desploma, los problemas psicológicos en las personas se incrementan. Se pierden los factores de desarrollo como el esparcimiento, la cultura, los paseos en familia. Pareciera que los ciudadanos tratan de protegerse y se encierran en su mundo. El impacto producido es psicológico, social, político, económico, cultural.

Con tristeza descubro que nuestra ciudad que solía ser tranquila y pacífica ha vivido, en los últimos meses, sumida en un clima de inseguridad que ha impactado la manera de ser y de vivir de los laguneros. Los valores culturales que nos distinguían se han ido perdiendo. Esa manera de ser de los laguneros optimistas, trabajadores, francos y derechos, alegres, ahora se refleja en rostros de preocupación ante los embates de los enfrentamientos entre grupos o con las fuerzas de seguridad.

El miedo lo viven los padres desde el momento en que salen de casa a dejar a los niños a la escuela. Los maestros trabajan de manera desconfiada. Tanto papás como maestros han decidido suspender las salidas de los niños a visitar algún museo o correr un rato en alguna plaza. Jugar en la calle ya no existe. Las personas se vuelven desconfiadas.

El Centro Histórico y sus negocios resienten la inseguridad. Luego de la cuesta de enero se pensaba que el comercio repuntaría. En otros años para el 14 de febrero el Centro hervía de compradores. Este año las tiendas estaban vacías. Quienes invierten y crean fuentes de trabajo, encuentran que las ventas bajan, los clientes no llegan, las ganancias desaparecen. Los negocios se vienen a pique por la inseguridad. La economía no se reactiva. Entonces viene el desánimo tanto en empresarios como en los trabajadores que tienen un trabajo honesto. El impacto psicológico es tremendo, así lo comentan los expertos. Hay una población deprimida.

Los hechos violentos se suceden cada día. El tema de conversación obligado en reuniones de familia, con amigos, en el trabajo es la violencia del día anterior, la balacera en turno, los enfrentamientos con la Policía. No alcanzamos a entender y conocer las causas y al final de las conversaciones lo que queda es la desesperanza, el miedo, la impotencia. ¿Qué podemos hacer? Preguntamos, comentamos. Pareciera que nadie puede darnos una respuesta, nadie la tiene. ¿Quién nos protege? ¿En manos de quién estamos? ¿La Policía está preparada? Nos asaltan las dudas sin entender bien a bien qué está pasando. ¿Cuáles son las causas de la violencia? ¿Por qué hay personas que delinquen, que están dispuestas a matar por sacar unos cuantos pesos?

Quienes pueden dejan la ciudad, cambian su residencia, mandan a los hijos a estudiar a otra ciudad menos violenta, si es que la hay. En Ciudad Juárez se habla de que más de cien mil personas dejaron ya la ciudad. Hay miedo, enojo, desánimo, incertidumbre. ¿Quién puede resolver el problema? ¿Quién detiene esta ola de violencia?

Basta con escuchar las palabras de personas que han vivido el crimen de un familiar, cuando expresan: siento impotencia, desesperación, coraje, injusticia. No sé a dónde o con quién acudir, quién nos va a ayudar a resolver este problema. O lo que la mamá de dos muchachos asesinados en Juárez le dijo al presidente Calderón. Usted no es bienvenido.

¿Cómo recuperarte de una pérdida de esa magnitud?

Vivimos en un Estado de Derecho, donde se supone que existe un acuerdo entre la población y su Gobierno para buscar el bien común. Las autoridades deben garantizar la seguridad como parte del bien común.

Pero la solución no es fácil. Y no sólo está en mejorar los sistemas de procuración y administración de justicia o mandando el ejército o aumentando el número de policías o en el combate a la corrupción, todo lo anterior es esencial, pero no sólo eso.

Pienso que gran parte de la solución está en la educación. Invertir en educación nunca será suficiente. Educar, educar, educar, ampliar las opciones a la gente, brindarles las herramientas y oportunidades para educarse, educar para fortalecer el ser interior de cada persona, para que sea capaz de hacerse cargo de su propio destino.

Invertir en educación en las artes, por ejemplo. Hay experiencias muy interesantes en materia de educación artística. Hay ejemplos de casos donde se ha probado, cómo a través de la educación artística, estudiantes de bajos ingresos o en situación de riesgo lograron subir sus calificaciones y mejoraron en sus actitudes.

Sería muy bueno que se invirtiera en estos programas desde preescolar hasta la secundaria. Es una tarea y una oportunidad para quienes tienen en sus manos la educación de nuestros niños para que se incorpore la enseñanza de las artes en sus programas. Si lo logramos pronto tendremos una sociedad más educada, más segura de sí misma, menos temerosa y con más confianza en el futuro.

Garzara1@prodigy.net.mx

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