F Ue uno de esos inventos producto de la soberbia del hombre blanco, que en aquellos tiempos andaba cristianizando y enseñándoles a usar zapatos a negros y amarillos alrededor del mundo. Esto es, viene siendo un fruto del imperialismo europeo del Siglo XIX, al que se le quemaban las habas por pavonear su indiscutible dominio del planeta. Nos referimos a las Ferias Mundiales, Exposiciones Universales o como se les llame a esos eventos que convocan a países, empresas y organismos internacionales de todo el planeta para mostrar sus logros y atraer el interés sobre sus labores, triunfos y potencialidades.
Estrictamente hablando, la primera exposición universal se realizó en Londres (en aquellos entonces el centro del mundo) en 1851. Para resguardar los cientos de pabellones se construyó un edificio excepcional, que avisaba de qué manera la Revolución Industrial iba a cambiar los métodos de construcción y los perfiles de las ciudades: el llamado Crystal Palace que, como su nombre lo indica, era una edificación de vidrio sostenida por un (entonces) novedoso invento, la viga de acero. Al terminar la exposición, el edificio fue movido a otra locación, en donde permaneció hasta 1936, cuando fue consumido por un incendio. De cualquier manera, difícilmente hubiera sobrevivido al blitz de la Luftwaffe cuatro años después.
Una herencia más perdurable de una Exposición Universal es la Torre Eiffel, que originalmente sirvió como puerta de entrada para la Feria Mundial que Francia organizó en 1889 conmemorando el centenario de la Revolución Francesa. Cuando estaba siendo construida, los parisinos se tiraban de los pelos: ¿qué era aquella cosa tan fea, grandota y desgarbada? De hecho, se acordó desguazarla cuando terminara el evento. Pero eran tantos los turistas que querían treparse al armatoste, que éste se mantuvo hasta la fecha. Y lo que era un esperpento en su tiempo, acabó convirtiéndose en el símbolo indiscutible de la Ciudad Luz.
En el siglo XX hubo algunas Exposiciones Universales memorables, como las Ferias Mundiales de Nueva York: la primera, en 1939; y la segunda, en 1964-65 (cuando se construyeron los "platillos voladores" y el globo terráqueo metálico que aparecen en la película "Hombres de Negro"). Más para acá, hubo Ferias Mundiales en Osaka 1970, Vancouver 1986 y Sevilla 1992 (para el 500 aniversario de la hazaña de Colón-Colón, y sus hijos Cristobalitos). Todas terminaron con números rojos: se supone que el costo se amortiza a largo plazo, por la exposición mediática y la buena imagen que el evento le deja a la ciudad sede.
Era de esperarse que, mitoteros como siempre han sido, los chinos organizaran un huateque de ese tipo para celebrar su reciente y creciente prosperidad. Y era de esperarse que la sede de esa fiestotota universal fuera la ciudad más cosmopolita de China: Shanghái.
(No, Hong Kong no es más cosmopolita. Tiene mayores contactos con el resto del mundo, que no es lo mismo. Los británicos cuidaron celosamente, durante siglo y medio, que nadie más se metiera en ésos, sus dominios).
Shanghái siempre se ha preciado de ser una ciudad más 'pípiris náis', moderna y sofisticada que el resto de China. Desprecia cordialmente a Beijing, a la que ve por encima del hombro, considerándola fría, plana, sin chiste y embutida en trajes Mao (Las mujeres de Shanghái se precian de vestir a la última moda... y presumen de ser más bellas que las capitalinas. "Es por el clima seco y el frío de allá; no tienen buen cutis", me explicaba el orgulloso guía local). Beijing no deja de ser una simple capital administrativa y política, poco refinada y bastante cerrada al resto del mundo. Shanghái, desde el siglo XIX, ha sido el escaparate y la puerta de entrada de China, centro de su mundillo cultural, y con presencia extranjera importante durante más de cien años. Durante ese lapso, en Shanghái hubo legaciones de todas las potencias que metían sus manotas en China, dejando su huella en el sabor internacional de algunas partes de la ciudad. Pasear por el Bund, los 1,500 metros de rivera del río Huangpu que durante un siglo fueran la legación británica, es como darse una vuelta por una ciudad inglesa victoriana. Cabe recordar que tanto "Indiana Jones II" como "La Momia III" (para abreviar) son películas que empiezan en cabarets de Shanghái; por algo será.
El triunfo comunista en 1949 no le sentó bien a la ciudad. Mao la detestaba por frívola y demasiado cariñosa con los fuereños. Pero, en consecuencia, el cambio de rumbo que dio el país luego de la muerte del Gran Timonel le ha beneficiado enormemente. Shanghái pudo retomar su lugar como metrópoli cosmopolita y moderna, volviendo a reclamar su sitio como la vanguardia de China. No sólo se han construido en Shanghái, durante el Siglo XXI, más rascacielos que en cualquiera otra ciudad del mundo (unos 300... o sea, uno cada 13 días), sino que destacan por su originalidad y audaz diseño. El perfil urbano (skyline) que se observa en la otra orilla del río desde el Bund, no tiene igual en el mundo. Entre otros: la Torre Perla Oriental TV, un edificio en zancos con enormes bolas ensartadas en una estructura de hormigón de 468 metros; la Torre Jinmao, básicamente una hermosa pagoda de 88 pisos; y el Centro Financiero Mundial de Shanghái, un destapador de refrescos de casi medio kilómetro de altura. En un par de años, ahí al ladito se terminará el segundo edificio más alto del mundo. En comparación con el distrito de Lujiazui, donde se localizan esos gigantes, Manhattan (locación que adoro, de veras, desde niño) parece una vieja barriada, distinguida, pero más bien en decadencia. De ese tamaño.
Para mostrarle al mundo su nuevo rostro, este año Shanghái es sede de una Feria Mundial, formalmente llamada Expo 2010. Como tenía que ser, hasta la mascota es más vanguardista que las de Beijing durante las Olimpiadas: en 2008, los representantes de la capital fueron predecibles muñequitas. En Shanghái, la mascota es una especie de gota de agua muy azul y copetona: hagan de cuenta Peña Nieto anunciando el SIMAS; un emblema bastante abstracto y futurista, llamado Hai Bao (Bichito de agua), primo hermano del Kobi de Barcelona 92.
La Expo 2010 es un enorme recinto conteniendo más de 240 pabellones de países, empresas y organizaciones de todo el mundo, distribuidos a lo largo de casi cuatro kilómetros cuadrados en un terreno a ambos lados del río Huangpu. Primera queja: es imposible recorrer la Expo a pie. Segunda queja: su tamaño permite el acceso de muchedumbres impensables en otras partes. El día en que fuimos (que, para mayor inri, era sábado) se esperaban entre 400,000 y 500,000 visitantes. Creo que se quedaron cortos.
El tema de la Expo es muy de Shanghái: el futuro de la ciudad en el siglo XXI. El lema es: "Mejor ciudad, mejor vida"; y varios pabellones se dedican a explorar cómo hacer más habitables a las urbes en las próximas décadas: sin contaminación, ni aglomeraciones, ni balaceras en las calles, ni ineptas autoridades más interesadas en construir estériles mega(¡ja!)plazuelas que en proporcionarle seguridad a los ciudadanos que les dan de tragar. Dios los oiga.
Consejo no pedido para ser expuesto como muñeco de sololoy: vea "El Imperio del Sol" (Empire of the sun, 1987), bellísima, poética y poco apreciada película de Steven Spielberg, con John Malkovich y Christian Bale niño. Hay una trepidante secuencia filmada en el Bund, no sé cómo. Provecho.
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