El afamado Filósofo de Güémez dice que "en México, la justicia es como la rubeola... sólo le pega a los chiquitos". Esto se aplica a uno de tantos casos, del que quizá Usted también leyó en este diario: se trata de una persona encarcelada en el Reclusorio Oriente de la Ciudad de México y condenada ya por un juez, a diez -leyó bien-, DIEZ años de prisión por el delito de comprar un coche usado y "no adoptar las precauciones indispensables para cerciorarse de su procedencia". Este gravísimo crimen se especifica en el Código Penal del Distrito Federal, capítulo IX, titulado "Encubrimiento por Receptación". Confieso jamás haber escuchado esa palabra, pero comparto aquí la definición del diccionario: receptar: encubrir delincuentes. En el caso a que hago referencia, resulta que sí se habían adoptado dichas precauciones, pero si Usted se interesa por conocer la historia completa, búsquela en la hemeroteca de El Siglo de Torreón, columna editorial "Jaque mate" de Sergio Sarmiento, del lunes 12 de abril/2010.
Otro caso emblemático -y del tipo de la rubeola- es el de las tres indígenas de Querétaro, Jacinta Francisco Marcial, Alberta Alcántara Juan y Teresa González Cornelio, encarceladas por "secuestrar a seis agentes federales". Su verdadero delito, oponerse a ser despojadas irregularmente de sus mercancías y haber exigido a los dichos AFIs a que se identificaran como tales en el contexto de un operativo a comerciantes de la comunidad de Santiago Mexquititlán. Jacinta fue liberada en el mes de septiembre de 2009, después de haber permanecido encarcelada por casi tres años. Su caso fue enarbolado por el Centro Pro de Derechos Humanos y, en su momento, se difundió ampliamente por todos los medios. Sin embargo, Alberta y Teresa continúan en prisión, y después de que originalmente fueran sentenciadas a 21 años de cárcel, a principios del mes de febrero de 2010, la Procuraduría General de la República decidió pedir al juez de la causa la imposición de una pena de 40 años para ambas mujeres, acusadas del mismo delito que Jacinta.
El concepto de justicia tiene su origen en el término latino Iustitia y denomina a una de las cuatro virtudes cardinales de la antigüedad: prudencia, justicia, templanza y fortaleza. En la República de Platón, se describe a la Justicia como virtud fundante y preservante, porque sólo cuando alguien comprende a la Justicia, puede conseguir a las otras tres; y cuando alguien posee todas las cuatro, es la Justicia la que mantiene a todas juntas. Pero claro, eso es en la República de Platón. En la república mexicana -y en las que existen los tres poderes de Gobierno- la Justicia hace referencia al Poder Judicial y a la pena o castigo público. De esta forma, cuando la sociedad "pide justicia" frente a un crimen, lo que hace es pedir al Estado que garantice que el crimen sea castigado con la pena que se merece de acuerdo a la Ley vigente.
En México, según el Informe Global de Corrupción, de Transparencia Internacional (El Universal, 25/05/07) el 80% de la población percibe al sistema judicial como corrupto: "...existe influencia política en los procesos judiciales y la dependencia del Ministerio Público en el Poder Ejecutivo reduce la capacidad de éste para llevar a cabo investigaciones independientes. (...) La peor consecuencia de corrupción judicial en México es el alto nivel de impunidad generada y apoyada por varios actores en el sistema judicial: la Policía, acusadores, juzgadores y funcionarios de la prisión. (...) La carencia de capacidad investigadora de la Policía sugiere que si las detenciones no son realizadas en el momento en el que el crimen es cometido, es probable que los autores nunca sean detenidos. (...) Parte de la explicación de por qué la corrupción se presenta en el sistema judicial mexicano se atribuye a la carencia de ética pública, que de existir impediría a funcionarios públicos caer en actos deshonestos. Sin embargo, se señala también que prevalecen actos de corrupción basada en la pobre política legislativa; en otras palabras, las leyes generan o inducen la corrupción".
O sea, que estamos muy lejos de que las cosas cambien.
De lo más preocupante en este informe es el de "carencia de ética pública", que se refiere a los funcionarios públicos y autoridades. Sin embargo, en la sociedad existe una tolerancia tácita a la corrupción, algo con lo que ya nos hemos acostumbrado a vivir; es más, parece que nacemos con ella en el ADN, algo sui géneris en el mexicano, es como que nos gustan los frijoles, las salsas de chile y las tortillas. Vemos la viga en el ojo ajeno y no la paja en el propio. Toleramos todo aquello que en apariencia no nos incumbe; nos hacemos de la "vista gorda" para no tener dificultades y juzgamos como entes ajenos a nuestra vida a quienes sabemos corruptos. Con tal de lograr algo que nos urge, con tal de que nos dejen trabajar, con tal de que...
Preferiría no escribir sobre estos temas, pero me resulta intolerable observar cómo, a todo nivel, se justifican pequeñas acciones -no de las que ponen en riesgo la vida de terceros- pero que indudablemente son escaloncitos, porque como en todo, en la corrupción también hay grados.
La corrupción engendra impunidad. Es un perfecto círculo vicioso, y mientras siga rodando, nuestros problemas como país seguirán sin solución real.
Nunca he logrado entender los pasos de un proceso en México. Sé que después de una denuncia hay un arraigo, y luego de que un juez analiza pruebas, hay una orden de aprehensión, un auto de formal prisión o un auto de soltura; en caso de lo primero, creo se pasa a la calidad de indiciado (que viene de la palabra índice, ser señalado)...y ya me perdí, no estoy segura del orden; la verdad es un sistema complejo y complicado, pero seguramente mejor que el de algunos países donde se apedrea públicamente a las adúlteras o se les cortan las manos, la lengua u otros apéndices a algunos criminales...cruel, pero puede resultar efectivo en cuanto a disuadir...
En fin, queda claro que la impartición de justicia, desde las épocas más remotas de la antigüedad, es indispensable en cualquier sociedad; pero ya no podemos regresar a la "Ley de Talión" ni al Juicio Salomónico. Lo único que nos queda es ir debilitando la impunidad y la corrupción (o viceversa) en quienes tienen directamente que ver con el sistema judicial; no es algo sencillo; pero sí el que cada vez más ciudadanos, sumándonos uno a uno, seamos menos tolerantes a estas prácticas y las denunciemos.
Y mientras eso ocurre ¿qué pasará con Teresa y Alberta? ¿Cuánto tiempo tendrán que seguir encarceladas? ¿Y cuántas o cuántos más estarán en la misma situación?