"La inflación es como el pecado: todos los
Gobiernos la denuncian,
Pero todos la practican."
Frederick Leith-Ross
La inflación al consumidor concluyó 2009 con un aumento bastante inferior al que se pensaba posible hace apenas unos meses. La cifra oficial que ayer dio a conocer el Banco de México fue de 3.57 por ciento, la más baja desde 2005, cuando se registró un alza de 3.33 por ciento. El monto de 2009 es notable si se considera que un año antes, en 2008, los precios al consumidor tuvieron un incremento de 6.53 por ciento.
Buena parte de la caída en la inflación en 2009, sin embargo, no fue natural sino consecuencia de una política de represión de precios. El Gobierno mantuvo durante la mayor parte de 2009 el llamado Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Nacional y el Empleo, que mantuvo congelados los precios de la gasolina y de otros combustibles hasta los últimos días de diciembre. El Gobierno también intervino para promover una baja artificial en los precios de la tortilla.
La experiencia nos dice, sin embargo, que la represión de los precios no puede mantenerse de manera indefinida. Bajar artificialmente los energéticos nos está costando a los contribuyentes mexicanos decenas de miles de millones de pesos al año. El inevitable ajuste que se ha empezado a hacer, y que debió haber empezado desde mediados del año pasado, ahora tendrá que realizarse de forma más brusca, lo cual tendrá un mayor impacto en la inflación.
Los aumentos en los combustibles se sumarán a la presión inflacionaria generada por el alza de impuestos. Las empresas no podrán absorber la nueva carga fiscal. Por lo pronto la mayoría de los analistas ya están considerando cifras de inflación superiores al 5 por ciento en 2010.
La presión inflacionaria no sólo viene del interior sino también del exterior. Las cotizaciones del petróleo crudo siguen al alza, especialmente como consecuencia del frío invierno que se está registrando en buena parte del hemisferio septentrional. También están subiendo las cotizaciones de otras materias primas, como las del cobre y de muchos alimentos. No hay control de precios que pueda aislar a los consumidores mexicanos de todas estas presiones.
Hay buenas razones para pensar que la escalada de precios ya ha empezado. El periódico Reforma publicó el 5 de enero una comparación de precios de 12 productos de primera necesidad y encontró un alza de 25 por ciento entre el 19 de diciembre y el 3 de enero.
La experiencia de la mayoría de los consumidores coincide más con este panorama de alzas generalizadas que la inflación oficial de 3.57 por ciento que ofrece el Banco de México. Es muy probable, de hecho, que la confianza de la población en el índice oficial de precios sufra un nuevo y devastador golpe.
Hay buenas razones para preocuparse por la escalada inflacionaria. Los aumentos de precios golpean más a quienes menos tienen. Los empresarios pueden subir precios y los trabajadores sindicalizados obtener aumentos cuando menos cercanos a la inflación, pero los trabajadores de menores ingresos se quedan irremediablemente rezagados. Una razón importante del aumento de la pobreza en 2008 fue el repunte en la inflación.
El nombramiento de Agustín Carstens como nuevo gobernador del Banco de México genera mayores dudas. La institución encargada de luchar contra la inflación ha quedado en manos de un funcionario que ha dicho que él está "para servir al presidente". Pero no es ésta la función que debería tener la única institución encargada de luchar contra la inflación.
El índice de la Bolsa Mexicana rebasó ayer su mayor cierre de la historia. No está sola en su bonanza: sigue una tendencia de muchos mercados emergentes. Pero cuidado. Esta alza puede convertirse en una burbuja, ya que es producto de una política monetaria en Estados Unidos y otros países de mantener artificialmente bajas las tasas de interés. Y ya la crisis de 2008-2009 nos mostró lo que ocurre cuando se rompe una burbuja.
