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YAMIL DARWICH

El pasado cinco de agosto del presente año, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, declaró constitucionalmente válido el matrimonio entre personas del mismo sexo; la votación fue: nueve a favor, dos en contra.

El dieciséis del mismo mes, ante la discusión de derecha e izquierda, liberales y conservadores, de nueva cuenta, la Corte, concluyó que era derecho de esas parejas de minoría adoptar niños.

La controversia constitucional presentada por el procurador de justicia fue desechada y ahora es completamente legal que dos homosexuales puedan contraer matrimonio y adoptar niños para constituirse en familia.

Los religiosos se oponen abiertamente y quienes conforman la Conferencia del Episcopado Mexicano, expresaron su solidaridad con los cardenales Juan Sandoval Íñiguez y Norberto Rivera, en torno a su postura sobre las uniones homosexuales y la adopción por parte de personas del mismo sexo, que consideran grave ofensa a la esencia de matrimonio y familia.

El cardenal de Guadalajara, José Sandoval Íñiguez, acusó a los ministros de la Suprema Corte de Justica de la Nación, de haber sido "maiceados" y Marcelo Ebrard, le exigió se retracte; los religiosos, negándose, reaccionaron con mayor agresividad, generando una respuesta explosiva de la izquierda mexicana; la derecha, luego de declarar su postura en contra de las resoluciones de la Corte, mantiene un silencio moderador y el Gobierno Federal lucha por no involucrarse en la batalla frontal.

Siguen las agresiones: "Las tentaciones que presenta el diablo son el poder, el dinero y el placer, (...) como se está viendo con los matrimonios homosexuales y su posibilidad de adoptar", declaró Pedro Eusebio Mendoza, coordinador de exorcismos de la Arquidiócesis de México, haciendo una amenaza velada a los creyentes.

La izquierda mexicana apoya a Ebrard, que demanda judicialmente a Sandoval, ambos haciendo declaraciones incendiarias, promoviendo respuestas radicalizadas, confundiéndonos intencionalmente. Tímidamente, otros religiosos se declaran opositores a los matrimonios y la adopción de menores por homosexuales, manteniéndose prudentemente a la retaguardia.

Otros títulos, aparecidos en los medios de comunicación, complementan la imagen del radicalismo: "Va Ebrard contra Sandoval, por daño moral"; "Prepara GDF denuncia contra Sandoval Íñiguez"; "PRD exige a Segob intervenga contra cardenal"; "Herrera propone llamar → 'unimonios' a parejas gay"; "Respalda CEM postura de Sandoval y Rivera"; "Rechaza gobernador de Jalisco adopción gay", etc.

El Colegio de Abogados Católicos, se suma y amenaza con pedir juicio político contra los ministros de la Corte; el director de Censida "llamo a la comunidad lésbico-gay a tomar medidas extremas para defenderse".

Las personas comunes y corrientes, luego de las muchas declaraciones encontradas, empiezan a externar la suya; casi nadie expone elementos de fondo, ni aún los propios Ministros de la Corte, quienes argumentan no encontrar causales para oponerse a los matrimonios entre homosexuales y la posibilidad de que adopten.

Lo cierto: nuevamente quedamos en el abandono, en relación al fondo de los porqués, justificantes de unos y otros. Han callado aquellos que tienen la educación suficiente para dar opiniones de peso; hasta ahora, pocos han querido tomar su responsabilidad sobre el tema y expresarse, siendo más importante "cuidar lo propio" a exponer lo alcanzado en la vida.

Sin duda estamos en una guerra de intereses que van más allá de la verdadera postura ética, religiosa y de valores humanos; seguramente hay de por medio, en uno de los extremos, el deseo de agenciarse simpatías de las minorías para repetir en el poder y ¿por qué no? llegar hasta la Presidencia de México. Recuerde el principio seguido en otros países: "sumando minorías se vence a las mayorías".

Al otro extremo, la oposición es definitiva, postura basada en los principios aplicados al interior de las iglesias cristianas, desafortunadamente olvidando el amor y respeto a esas minorías, advirtiéndoles que serán "pasto para la hoguera del infierno", anatemizándolos de facto y, con ello, llenándoles de mayor ira por la ofensa recibida, aún cuando éstos no sean creyentes.

Lo que era una discusión de fe, moral y costumbres, por falta de diálogo y razonamiento la han transformado en lucha mediática-política, recordando aquella Guerra Cristera, que tanto nos lastimó a los mexicanos en creencias, tranquilidad, paz y hasta economía.

¿Hasta cuándo dejaremos de ser buscadores del bien propio por encima del común? Sin duda, en el caso, nos queda perfectamente la definición de: "cangrejos que no necesitamos nos tapen la tina".

Bien pensaba Juárez, cuando luchó por la separación de la Iglesia y el Estado; lo que nunca imaginó fueron los radicalismos -él mismo lo vivió, pero con ideales supremos- que se iban a transformar en lucha por el poder entre grupos que, sin importarles el bien nacional, se confrontaran rabiosamente.

¿Qué pensarían los héroes del bicentenario de nuestros líderes políticos?; de los religiosos, bien sabemos, por la historia, cuál sería su opinión.

Finalmente cuestionémonos: ¿quién tomará "el chirrión por el palito"?

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