En la misma semana Isabel Miranda de Wallace y Marisela Escobedo ocuparon las primeras planas de los periódicos. La primera por recibir el Premio Nacional de los Derechos Humanos, la segunda por ser asesinada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua.
No es la única similitud entre estas dos mujeres. Ambas perdieron a sus hijos en manos del crimen. A Isabel le secuestraron a su hijo y después lo asesinaron. Mientras que la hija de Marisela, de tan sólo 16 años, fue asesinada por su pareja sentimental.
Ambas mujeres lucharon contra la impunidad y las deficiencias del sistema de justicia. Las dos mujeres por cuenta propia investigaron, fueron a los medios de comunicación, denunciaron actos de corrupción. Isabel logró después de varios años llevar a los asesinos de su hijo a la cárcel. Marisela también logró que Sergio Rafael, el asesino de su pequeña, fuera puesto tras las rejas…pero sólo estuvo ahí por muy poco tiempo, ya que tres jueces decidieron ponerlo en libertad.
Nuevamente Marisela denunció la corrupción, evidenció a las autoridades, advirtió que estaba amenazada de muerte, pero nada la detuvo. La semana pasada Isabel fue premiada por el presidente, Felipe Calderón, quien reconoció la ineficacia del sistema de justicia. Incluso llamó a la sociedad civil para que siguiera el ejemplo de Isabel, que todos se unieran a denunciar el crimen.
Marisela lo hizo mucho antes que se lo pidiera Felipe Calderón. Por desgracia la ineficacia de las autoridades impidió que el jueves una bala la matara. A pesar de que Isabel tuvo mejor suerte que Marisela, ambas son víctimas de la impunidad, de la corrupción. Y sólo en un país surrealista como México se puede dar el caso que en menos de siete días una de ellas sea premiada y la otra asesinada.
