"Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño".
Joaquín Sabina
En 1994, después de la final entre Brasil e Italia en la Copa del Mundo de Estados Unidos, la cual terminó empatada a ceros y se inclinó por Brasil solamente después de una serie de penalties, me llamó por teléfono desde Chicago mi amigo Tom Goetz, estadounidense entusiasta de los deportes, quien en ese momento era director editorial de la Encyclopaedia Britannica a nivel internacional.
"¿Cómo que 0-0? -me reclamó, haciendo referencia a una conversación que habíamos tenido sobre los méritos relativos del futbol americano y el soccer-. Ese deporte nunca pegará aquí en Estados Unidos".
Yo respondí: "Es que los gringos le prestan demasiada atención a la anotación. Por eso les gustan el futbol americano o el basquetbol. Lo mismo les pasa en el amor. Piensan que la anotación es todo y no se dan cuenta de la importancia de los jugueteos previos".
En esta diferencia entre el jugueteo y la anotación, me parece, radica la diferencia entre los verdaderos entusiastas de deportes como el futbol -pero también el beisbol- y quienes simplemente ven unos cuantos juegos cada cuatro años. Un partido de basquetbol o de futbol americano sin anotaciones no sólo es inusitado sino aburrido. Uno de futbol sin goles, o con uno solo, puede ser en cambio fascinante.
He escuchado muchos comentarios en estos últimos días acerca de que un juego u otro de la actual Copa del Mundo han sido aburridos porque no hubo goles o los que hubo fueron pocos. Esta es una de las reflexiones más comunes acerca del triunfo de la selección española sobre Alemania.
La verdad, sin embargo, es que el encuentro fue tenso y bien jugado. El que haya habido pocas faltas es significativo: los jugadores estaban más preocupados por jugar que por lastimar al contrario. Cada equipo desplegó una estrategia lógica para su tradición y habilidades. Alemania se quedó atrás en su mitad del campo para atraer a los adversarios y atacarlos con esas descolgadas rápidas que distinguen a sus jóvenes y rápidos jugadores. España jugó a dominar el terreno con pases cortos. Los dos sabían lo que el rival estaba haciendo. Esto le daba al juego una dosis adicional de tensión.
En el futbol americano o el basquetbol las reglas favorecen las anotaciones constantes. En el futbol es mucho más difícil anotar. De hecho, muchos de los juegos con un gran número de goles, como el triunfo de Portugal por 7-0 frente a Corea del Norte en este Mundial, resultan insípidos.
Lo realmente interesante de este deporte, cuando es bien jugado, es ver el despliegue de estrategias que van creando tensión. Cuando llega el gol, por supuesto, la celebración suele ser muy superior a la que genera un touchdown en el futbol americano o una canasta en el futbol en el baloncesto. Lo que se obtiene con grandes esfuerzos es mucho más festejado que lo que se consigue con facilidad.
Para el verdadero amante del futbol, como para el amante de la vida real, el gol es un objetivo deseable pero no indispensable. La emoción surge de la brega de los jugadores que suben y bajan a lo largo de la cancha mientras van montando sus estrategias. Por eso hay juegos que pese a quedar 0-0 ó 1-0 dejan buen sabor de boca. Son como esos momentos en que dos amantes se entregan a un jugueteo prolongado sin llegar necesariamente a la anotación final.
El gol siempre hay que buscarlo, por supuesto, pero no puede despreciarse la intensidad o la pasión de un partido o de un acto amoroso en el que el gol no acaba nunca por caer.
La Procuraduría de Durango detuvo a una veintena de operadores perredistas y los ha acusado de robo de urnas. No hay más prueba -hasta donde yo puedo ver- que el hecho de que se trata de perredistas, muchos de ellos capitalinos, que se encontraban en Durango. Estas detenciones son un indicio más de la perversión que ha alcanzado el sistema político mexicano.
