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Juventud, de la esperanza a la tragedia

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

México es una paradoja. Aunque cuenta con un territorio en el que cabrían casi todos los estados de Europa occidental, con enormes riquezas naturales que naciones del llamado primer mundo sólo pueden soñar con poseer, la mitad de los habitantes de este país continúa sumido en la pobreza. Al lado de las inmensas fortunas de unas cuantas familias que ocupan los primeros lugares en la lista de Forbes, coexiste la precariedad de millones de seres que no pueden ver más allá del día a día.

Por otra parte, aunque México es un país de jóvenes -un tercio de la población se encuentra en el rango de los 16 y 29 años-, las oportunidades para ellos son escasas. El desempleo, el trabajo mal remunerado y la ausencia de expectativas de vida forman parte de la realidad cotidiana de ese segmento de mexicanos para el cual el futuro se ha convertido en un páramo cubierto de niebla imposible de descifrar.

La desesperanza se ha vuelto una losa que ha terminado por aplastar cualquier anhelo e ilusión para miles de muchachos. El rostro más cruel, deforme y violento de esa desesperanza es la delincuencia, no sólo por la vida individual y familiar que destruye, sino también por la posibilidad de convivencia social armónica que cancela. Para muchos jóvenes en México, en La Laguna, el camino más pavimentado es del crimen.

De acuerdo con los datos de las instituciones dedicadas a la atención de la juventud en Coahuila y en Torreón, en este municipio hay alrededor de 150 mil menores de 30 años que están en riesgo de involucrarse en actos delictivos, que van desde robarse un teléfono móvil en su escuela hasta formar parte de la delincuencia organizada. La tercera parte de la población en edad escolar se encuentra en una situación de alta vulnerabilidad por vivir en los sectores más inseguros de la ciudad, como lo son el sur y el poniente.

En una nota publicada por El Siglo de Torreón la semana pasada, Héctor Becerra Vaca, coordinador regional del Instituto Coahuilense de la Juventud (Icojuve), reconoce que han detectado "que los grupos delictivos reclutan a jóvenes de secundaria y preparatoria para que se unan a sus bandas. Este grupo es el más vulnerable a consecuencia de la inseguridad".

Las cifras de la Fiscalía General del Estado de Coahuila confirman lo anterior: siete de cada 10 detenidos por robo y asalto en 2010 son menores de 25 años, cuando hace apenas unos años la proporción era a la inversa. Según la dependencia estatal, en el año han sido desarticuladas al menos 12 bandas de jóvenes delincuentes, dedicadas en su mayoría al robo de autos y al asalto a negocios. Incluso, en otra nota publicada por este medio de comunicación la semana que recién terminó, el delegado de la FGE en la región, Fernando Olivas, asegura que han registrado casos de adolescentes de 13 años que han participado en delitos.

Al leer lo anterior es imposible no remitirse al caso de Edgar "N", alias "El Ponchis", el llamado "niño sicario" que fue detenido por elementos del Ejército hace unos días en el estado de Morelos, acusado de degollar a los adversarios del cártel de los Beltrán Leyva. Las declaraciones de Edgar ponen en evidencia el riesgo al que muchos adolescentes se enfrentan todos los días en este país. "¿Por qué los matabas?", le preguntaron. "Me ordenaba 'El Negro', sólo me drogaba con mota y no sabía lo que hacía", respondió. "¿Por qué te metiste en esto?". "No me metí, me jalaron", contestó "El Ponchis". Así de crudo, así de trágico.

En el libro "Pobreza, desigualdad y exclusión social en la ciudad del siglo XXI", el investigador Héctor Castillo Berthier resume en un párrafo la dramática situación de la juventud en México: "la falta de empleo, la inseguridad pública, las dificultades para ingresar a la escuela o continuar estudiando, la insuficiente y deficiente prestación de servicios y orientación sexual y de salud, los pocos espacios recreativos, deportivos y culturales y la negativa estigmatización que de ellos se ha hecho son, entre muchas otras cosas, la vivencia cotidiana en la que lamentablemente la mayoría de los jóvenes mexicanos están creciendo. (...) Muchos de ellos, ante la falta de oportunidades, no encuentran otro camino que su incorporación al crimen (...)".

Así, redundando en la paradoja de nuestro país, el enorme potencial de crecimiento social y económico que representa para una nación la juventud, es hoy aprovechado por la delincuencia para destruirla. Mientras no se establezcan políticas públicas serias, congruentes y de largo aliento para brindar mejores expectativas para los jóvenes, veremos cómo, trágicamente, se pierden generaciones enteras en el laberinto de la criminalidad y la desolación.

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