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La baladronada

GILBERTO SERNA

Me gustó el detalle, por primera vez me sentí optimista al verle caminar por terrenos polvorientos, en mangas de camisa, descorbatado, con el polvo rodeándolo. No es cosa de todos los días. Él siempre tan pulcro, tan propio, al que no se le había visto dar un paso fuera del pavimento. En cuanto supo lo que podría convertirse una tragedia mayúscula se trasladó al municipio de Cuencamé, claro con categoría, utilizando un helicóptero, en cuanto recibió el informe de que habían quedado tres trabajadores sepultados por varias toneladas de tierra. La mañana transcurría lentamente, afuera el sol calentaba el aire frío. Los trabajos en la mina de Torrecillas, en los días que precedieron, habían sido tranquilos. La cuadrilla que prestaba sus servicios en el pozo a cielo abierto, comprendía a tres mineros, que habían quedado adentro cuando ocurrió el derrumbe, bajo toneladas de tierra. La oscuridad se apoderó de los hombres atrapados. Al paso de las horas el oxígeno escaseaba. Las labores de rescate que se iniciaron de inmediato por parte de heroicos cuerpos de auxilio de Gómez Palacio y de Durango tuvieron un magnífico resultado, aunque desgraciadamente uno perdió la vida.

Los familiares rompieron en llanto, en un primer momento. Luego, al darse el rescate, la emoción de ver a sus seres queridos con vida, hizo que las emociones se desataran de nuevo. Dijeron que no hay otras actividades en las que pudieran laborar, por lo que aceptaban trabajar en condiciones del todo deplorables. Denunciaron que no tenían Seguro Social, pero que no había más remedio pues no había otras fuentes de trabajo. Había que buscar de qué vivir, pero no había de dónde escoger; por lo que a pesar de las desfavorables condiciones aceptaron trabajar en condiciones leoninas. No había equipo ni quién lo proporcionara. El gobernador manifestó que al parecer la mina operaba en condiciones irregulares, puesto que no contaba con registro y sus trabajadores ni siquiera figuraban en las listas del Seguro Social. Movió la cabeza y dijo que habría que proceder en consecuencia. Esto es, dijo, poniendo énfasis en su locución, que ordenará el cierre de todas las actividades en lugares donde haya procesos de exploración, revisándose el total de todas y cada una de las minas existentes verificando las condiciones en que se labora.

Aún los coahuilenses no hemos podido olvidar la muerte de trabajadores ocurrida tras un derrumbe en la mina de carbón Pasta de Conchos, el19 de febrero de 2006. A cuatro años de la tragedia aún no se sabe con certeza qué la originó. Los trabajos de recuperación se suspendieron por que dijeron había grandes concentraciones de gas metano. Hubo acusaciones de negligencia en contra de la empresa. Se han dicho muchas cosas alrededor de este caso, pero nada se ha probado, excepto que los cadáveres se encuentran en el interior a consecuencia del desastre. El yacimiento se convirtió en la tumba de los 65 mineros que ahí se encontraban trabajando. Se dijo que el lugar no contaba con las medidas de seguridad e higiene mínimas para operar. A pesar de las promesas que hicieron las autoridades de que los familiares tuvieran confianza y fe en que serían rescatados todo quedó en palabras.

Los hechos indican que no se ha hecho justicia al total de los familiares de los obreros que perecieron en la mina.

De seguro en Pedriceña, fue la baladronada de un baladrón, eso de que el Gobierno de Durango apoyará para que la empresa propietaria cumpla con el compromiso que contrajo al contratar personal para laborar en un mineral que carecía de la más mínima protección para los trabajadores. Habría que exigirle responsabilidades a los inspectores del Seguro Social encargados de vigilar que se otorguen las prestaciones legales a los trabajadores.

Es increíble que en pleno siglo XXI se continúe con la práctica de negarle al minero lo que legalmente le corresponde y que la seguridad social no llegue a sus familias. Es un trabajo que debe ser remunerado con el pago de salarios dignos. El IMSS está obligado a sancionar a los patrones que no hayan cumplido con satisfacer la protección que requiera el trabajador según el trabajo que desempeñe. El acudir al escenario donde estaban los mineros atrapados para tomarse la foto y pronunciar palabras que pronto se llevará el viento, sin avocarse a lograr que los mineros, ésos y otros, reciban los beneficios que por ley les corresponde, es una demagogia barata que pone en entredicho la seriedad de un Gobierno que agoniza.

Lo dicho, esperemos los laguneros que no haya sido un simple desplante, una bravuconada a la que están acostumbrados nuestros mandatarios. La comunidad lagunera estará pendiente.

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