No lo pensé, ni como simple sospecha me pasó por la mente. Aún no puedo creer que el secuestro pudiera tratarse de un truco propagandístico. Ni aun puedo estar de acuerdo con lo que al respecto he estado leyendo en los periódicos editados en la capital del país, escritos por diversos autores en los que se asevera que algo huele mal alrededor del secuestro, llevado a cabo por un grupo de misteriosos barbajanes que se dice, obtuvieron un rescate millonario en billetes verdes, versión que consideran falsa de toda falsedad. Aducen que el documento signado por los secuestradores no formula una sola idea política, un solo objetivo, una sola propuesta para solucionar los ingentes problemas de los mexicanos ¡caramba! acabemos de una vez con esta clase de especulaciones que carecen de un sustento serio. Claro que son sospechas, conjeturas o especulaciones, a las que tan aficionados somos los mexicanos.
El abogado plagiado es una persona formal, juiciosa, madura y prudente a quien no considero capaz de fabricar un borlote de tan baja categoría. No la necesita, no es su estilo, es un hombre franco y directo. Nada dicen los comentaristas gratuitos de sus fotos, ni de las cartas a sus hijos. En las imágenes que trascendieron a los medios se le observa con un lienzo que le cubre parte del rostro, dirigido a bloquear sus ojos, descamisado, una humillación que Diego ni en un evento simulado hubiera aceptado, pues de saberse lo expondría al ludibrio público. Ese no es el Diego que conocemos. Hombre de una envidiable dicción, que hace estupendo manejo de la prosodia y la sintaxis, no sé cómo podría prestarse a esas burdas artimañas. No lo concibo urdiendo un plan poco profesional digno de quienes trotan en los linderos de la ignorancia y la brutalidad.
Las cartas, de su puño y letra, reproducidas en algunos medios, dirigidas a sus hijos, muestran a un Diego desesperado que sabe lo que le espera si no cumple con las exigencias de sus toscos cancerberos. Desnudo de la cintura hasta el cuello, aparece en otra foto cubiertos los ojos con lo que da la impresión de ser un paliacate, prenda que ubicaría al secuestrado en un medio rural. Es obvio que el encierro al que fue sujeto no lo derrumbó. A su espalda se observan las dos partes de un cortinaje drapeado, aparentemente juntas sus dos lenguas para evitar se vea hacia el exterior, lo que pudo haber acabado con los rumores de una mise en scéne. En la última misiva escribe que el tiempo es determinante "he tenido varios desvanecimientos". Le dice a su hijo: "No puedo describirte el infierno que vive tu padre y no se cuánto aguantaré". Luego, después de esta dramática confesión se pagó la suma pactada y fue liberado.
No puedo cohonestar lo que dicen los detractores, con los hechos y la personalidad del secuestrado, de donde podría constatarse si se trató de una escenografía o puesta en escena. Diego es notorio que no requiere de una añagaza tan mentirosamente planeada, como leit motive, para posicionarse de nuevo como candidato de su partido político a la Presidencia de la República. Es lo más duro el que hayan surgido dudas sobre si fue un secuestro real o una aventura inventada. Se arguye que fueron vacaciones simuladas. Tan es así, razonan a favor de esa teoría, que su carácter recio no sufrió cambios a pesar de lo duro que debió ser el encierro. También que su cabello recortado de manera impecable, que tanto llama la atención como un síntoma revelador de su paso por una vida tranquila, ajena a las truculencias de una privación corporal con condiciones que debieron ser de absoluta falta de higiene. Así como que haya aparecido tripulando un lujoso auto, cuando por lo contrario debería haberse trasladado en una ambulancia para moribundos. En fin, estas y otras fruslerías nos demuestran que hay personas que ven fantasías donde no las hay y por lo visto nunca están satisfechas poniéndole peros a todo.
