E Ra un albergue improvisado. Carecía de las medidas de seguridad que fija el IMSS, para los casos de subrogación del servicio a particulares. Nada se podía haber hecho de la peor manera. Ni aun proponiéndoselo. La casa cuna era parte de una bodega propiedad de una dependencia pública del Gobierno del Estado. La dividieron con una pared medianera, la guardería de este lado y lo que seguía conservándose como una bodega servía a la Tesorería estatal, del otro. Apenas acababa de ocurrir el siniestro, la prensa se encargó de difundir la noticia. Un lector dijo que en la bodega se quemaban documentos que era necesario destruir, por que perjudicaban incriminando al Gobierno Estatal a cargo de Eduardo Bours de malos manejos de los dineros públicos. El lector denunciaba que la quemazón se extendió por uno de los ductos de aire hasta donde se encontraban las cunas de los bebés, lo que aunado a la rapidez con la que cundió el fuego, dado que se carecían de extintores, dieron por resultado la muerte de los inocentes.
Todo apunta a que se pretende acabar políticamente con uno de los involucrados en el dictamen preliminar que originó la participación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Aquí podríamos decir que hay mar de fondo. Será que ha nacido la hija del silencio que esperaba pacientemente que llegara la hora en que se cobran las facturas pendientes. Pues ellos están acostumbrados a que en todo caso obre la impunidad como regla de oro cuando los asuntos afectan a un alto miembro de la clase política. Que no nos vengan con pavadas cuando se juntan los grandes magnates del dinero para hablar de un México distinto. Los cambios no se logran en el seno de los grupos oligárquicos ni hablen de que las cosas van a cambiar. Es la clase política que unida por fuertes intereses pretende conseguir se les crea cuando se figuran que se aproximan nuevos tiempos en que la tempestad puede alcanzarlos. No teman, las aguas volverán a su cauce pues se piensa que si cae uno abrirían las compuertas en la que todos podrían ser arrastrados.
De pronto escogen como partiquino al que consideran que es escuchado con la atención que merece quien no hace mucho nos tildaba de país depauperado. Por lo pronto merecidamente se ganó una sugerente caricatura que aparece en la página editorial de este periódico en la que desde la tasa de un excusado está dispuesto a decir lo que le digan que diga. Es demostración de lo gastadas y la poca credibilidad que aqueja a los demás miembros de esa familia. Estamos celebrando el cumpleaños de la patria y el de un movimiento social. Los beneficiarios aplauden a rabiar cuando se anuncia que somos independientes y que México es de las familias hambreadas de la periferia, que no quieren darse cuenta de lo felices que son al andar con la ropa desgarrada y el estómago vacío, viviendo en cuchitriles, sin esperar otra cosa que respirar el aire sucio y maloliente que se ha apoderado de las grandes ciudades a las que han tenido que emigrar porque el campo ya no da para más.
Aquel que sentía que por fin la Revolución le haría justicia, se preparaba a entregar la estafeta de gobernador aspirando a llegar a ocupar el puesto que se merecía como el número uno de los políticos de este país. En los postreros días de su mandato se le veía contento montado en su caballo retinto sin saber lo que el destino le deparaba. En estos días luce cansado, ojeroso con gesto desabrido, caminando por los pasillos del viejo edificio de la Corte tratando de encontrar quién lo escuche. El Gobierno que lo sucedió ha encontrado en las finanzas su talón de Aquiles. De pronto aquel panorama halagüeño en que fantaseaba ciñéndose, entre sonoros aplausos de la concurrencia, la banda tricolor, se esfumaron para dar paso a una dura realidad: los amigos que lo buscaban para abrazarlo, han desaparecido. Todo le da vueltas en la cabeza. Que amenaza con estallarle. Está comprobando en carne propia la consabida frase de que en política los amigos son de mentiras y los enemigos de verdad.