Siglo Nuevo

La casa por la ventana

Derroche innecesario

La casa por la ventana

La casa por la ventana

Sergio Sarmiento

En un momento en que México está sumido en una impresionante oleada de violencia, y en que la economía nacional, a pesar de su recuperación, no ha regresado todavía a los niveles que alcanzó en 2008, el gobierno ha decidido echar la casa por la ventana en los festejos del bicentenario del inicio de la guerra de Independencia.

El esfuerzo sin embargo ha sido disperso, caro y mal organizado. De hecho, ha habido un verdadero desfile de responsables de organizar los festejos. De Cuauhtémoc Cárdenas a Rafael Tovar y de Teresa a José Manuel Villalpando. Al final el mando ha recaído directamente en el Secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio. Los resultados sin embargo son insatisfactorios, sobre todo si consideramos que el costo de las celebraciones ha ascendido a varios miles de millones de pesos.

El monumento que debía ser conmemorativo del bicentenario ha casi duplicado su presupuesto hasta alcanzar los 690 millones de pesos, a pesar de que no estará listo sino hasta fines del 2011, y eso si realmente se termina entonces. El gobierno del estado de Guanajuato organizó una exposición por el bicentenario que tuvo un costo superior a los 1,100 millones de pesos. Los desfiles y espectáculos de luces del 15 y 16 en la Ciudad de México tendrán también un costo de cientos de millones de pesos.

El gobierno de la república ha defendido todo este dispendio porque considera que México se merece una gran celebración en este bicentenario. Pero yo tengo mis dudas. De hecho, la principal razón que llevó a las rebeliones armadas de 1810 y de 1910 fue precisamente la percepción de que la Nueva España o México tenían gobiernos que no habían sabido promover una mayor prosperidad del pueblo y en cambio desperdiciaban recursos en beneficiar a unos cuantos o en grandes festividades, como las celebraciones del centenario de la Independencia que organizó Porfirio Díaz en 1910.

Hoy estamos cayendo en la misma falta. En lugar de tener un bicentenario austero, discreto, que nos lleve a estar conscientes de la historia de nuestro país y que nos permita impulsar una mayor prosperidad, el gobierno ha desperdiciado dinero a manos llenas.

Lo curioso del caso es que el régimen que está organizando estas fastuosas celebraciones ha surgido del Partido Acción Nacional, una organización que tradicionalmente había cuestionado los dispendios de los gobiernos priistas. La experiencia de los festejos del bicentenario, sin embargo, parece recalcar el hecho de que en México los políticos son siempre iguales cuando toman el poder. Lo que les interesa, sin distinción de partidos, es aprovechar los recursos públicos para su beneficio personal o político.

Las cosas, de hecho, han sido así desde hace milenios. Los políticos y emperadores de la vieja Roma sabían que al pueblo hay que darle pan y circo. En estos tiempos modernos no parece haber mucho pan en México, pero circo lo hay en abundancia.

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