Me había dicho a mí mismo: "Mí mismo, ya no escribas sobre el arbitraje mexicano puesto que nada ganas y nadie escucha tu clamor", pero luego de presenciar, con su correspondiente dosis de horror, este fin de semana, no queda más remedio que tratar este tema apasionante.
Dicen por ahí que no hay peor ciego que el que no quiere ver y eso le sucede a las autoridades arbitrales en nuestro país, ya que se van con la finta del relativo éxito de algunos silbantes a nivel internacional para afirmar que se está al nivel de los mejores del orbe y sí, tenemos a dos mundialistas pero la distancia entre ellos y el resto es abismal.
Los jueces, cuando tienen la oportunidad de emitir declaraciones, afirman que bajo la batuta de Aarón Padilla "se ha humanizado el arbitraje", sin explicar en qué consiste ese benevolente gesto, ya que la pregunta obligada sería: ¿esa "humanización" trae aparejadas mejores actuaciones? La respuesta se la dejo a usted, amable lector. Otro argumento recurrente entre los hombres de negro es que sus instructores son de un alto nivel técnico y, si esto fuera cierto, la conclusión sería que nuestros jueces son de lento aprendizaje puesto que los errores se cometen de manera reiterada y son de un nivel sumamente primario.
Mostrar tarjeta amarilla a un jugador cuando ya está amonestado sin percatarse de ello; sancionar falta cuando el contacto es fuera del terreno de juego; permitir todo género de indisciplina a los jugadores; sancionar con tarjeta cualquier caída y en cualquier sector de la cancha; excederse en el tiempo de compensación; cambiar las sanciones por regaños y las rojas por amarillas, en fin, todo un compendio de lo que no se debe hacer, como catálogo de ventas, aparece en las canchas semana tras semana.
La Comisión de Árbitros carece de autocrítica y en lugar de volver los ojos hacia el interior del grupo para buscar soluciones, prefiere el argumento barato de que la crítica no tiene otro fundamento o intención que quitarles el puesto. Nada más alejado de la realidad, simplemente se necesitan resultados y, parafraseando al señor Martí en su cruzada en pro de la seguridad, "si no pueden, renuncien".
Los próximos meses tendrán todos los reflectores puestos en la Selección Nacional y puede que la Liga, con la cercanía del Mundial, pierda cierto interés pero, si los federativos no atienden o minimizan el problema del arbitraje en México, se puede crear un clima de descrédito que a nadie conviene en nuestro balompié.
Urge mejorar la instrucción, dignificar al árbitro, unificar los procedimientos y finalmente, como dijo alguna vez mi querido Arturo Yamasaki: "Arbitrar bien", que para eso están y por ello cobran.
Aceptar la crisis puede ser parte de la solución.
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