Hace más de cuarenta años, cuando este servidor de ustedes era un crío, el centro de reunión familiar se ubicaba en la casa de mis abuelos, sita en la calle de Cholula 52, colonia Condesa, en la Ciudad de México.
Ese inmueble para nosotros era, parafraseando al talentoso compositor chiapaneco Massias, "un fantástico universo y el patio era mi selva preferida", como lo ha plasmado en la hermosa canción "Aquella Edad".
El caso es que mis hermanos y primos coincidíamos con frecuencia allí y jugábamos a todo, sin permitirnos la absurda licencia del aburrimiento.
Fuera de Eduardo y yo, el resto de la risueña parvada estaba integrada por mujeres y el más chiquillo de los hombres era Luis Gerardo, quien respondía al impronunciable apodo de el "pulgón".
Una tarde de tantas, al llegar al cuarto de la tele, nos encontramos al "pulgón" lloroso y cariacontecido y al inquirir el porqué, nos relató que las niñas "lo andaban molestando".
Para enseñarlo a machito, Lalo y el que esto escribe le dijimos: "órale mi buen, desquítese, dígales algo a estas mini amazonas, precursoras de la liberación femenina". Gerardito, muy enchilado, dejó de hipar en su llanto y, juntando toda su rabia, les espetó a quemarropa: ¡BODACHAS!
La carcajada fue general y me imagino que para el "pulgón", la palabra "borracho" era el grado superlativo del insulto y por ello se los aplicó sin piedad a las intrépidas y malosas señoritingas.
La anécdota viene a cuento luego de observar el absurdo procedimiento reglamentario que empleó Paul Delgadillo en el encuentro entre Tigres y Atlas, jugado el sábado en Monterrey.
Resulta que muy temprano en el cotejo, el "gringo" Castro le aplicó una dura plancha a Torres Nilo del cuadro visitante, ganándose correctamente la tarjeta roja.
Vinieron las reclamaciones de rigor y cuando el expulsado vuelve a encarar al juez, éste le saca ¡una tarjeta amarilla!, en lo que es el colmo de la desconcentración.
Para aquéllos que opinan que no hay crisis de enseñanza en el arbitraje mexicano debo decirles que en esta acción se notó la falta de un buen instructor porque, lo primero que te dicen los profesores, desde el llano, es: "no pierdas de vista al expulsado", ya que él puede ser la fuente de todos los problemas.
Delgadillo desatendió al expulsado y además, se enojó, por lo que la amonestación a Castro, estando ya excluido del juego equivale al "bodachas" del "pulgón".
En México, se hace un uso desmedido y exagerado de las tarjetas amarillas, escondiendo frecuentemente la falta de personalidad del árbitro tras la intimidación pero, que se amoneste a un jugador una vez que fue expulsado, es de terror, por lo que le digo a Paul: "Asústame panteón".
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