Cada día está más cerca el 11 de junio y como no hay fecha que no se cumpla ni deuda que no se pague, poco vivirá aquel que no pueda vibrar con el partido inaugural de la Copa del Mundo 2010.
Ese día, los equipos representativos de Sudáfrica y México, buscarán no sólo la importante victoria en aras de la calificación a la segunda ronda, sino vencer el pánico escénico que un evento de esta magnitud trae forzosamente consigo.
Los "Bafana Bafana ", como se conoce al equipo anfitrión, han disputado una buena cantidad de juegos de preparación, manteniendo el invicto aunque contra rivales de muy poco pelo; México por su parte, inició la denominada "gira del shopping" por la Unión Americana y en el viejo continente enfrentó, con poca fortuna, a Inglaterra y Holanda, además del día de campo que significó encarar al débil combinado de Gambia.
La presión que encierra el encuentro inaugural para todos los participantes resulta tremenda. No se parece a ningún otro juego del evento, la Gran Final incluida y por ello la preparación psicológica y el estado anímico juegan un papel preponderante.
En días pasados, se desató una lluvia de declaraciones en el sentido de que a los locales, por así convenir a oscuros y poderosos intereses, se les va a ayudar por decreto, para que puedan acceder a la segunda fase del campeonato y así continuar la tradición de que jamás un cuadro organizador del Mundial, ha quedado fuera en la ronda de grupos.
Esta "conspiración" esta encabezada, a decir de estos agoreros, por los miembros del arbitraje, tanto directivos como jueces, quienes harán todo lo que el silbato les permita y un poquito más a fin de lograr su cínico cometido.
Las temerarias afirmaciones vienen de un sector del periodismo y de algunos ex futbolistas cuya opinión suele ser escuchada con mayor atención por el público en general, creando ese clima de desconfianza hacia la organización del evento.
Ahora hasta Rafael Márquez, especialista en "regalarse" en los Mundiales con sus tonterías, que han costado penales y expulsiones, se sube al tren de la ignominia y se atreve a encomendar a Dios el arbitraje del juego inaugural. ¡Que cinismo!
Estoy convencido, porque lo viví en carne propia, que no existe ningún tipo de complot para ayudar al equipo de casa. Los mexicanos no deben de caer en ese garlito distractor, concentrarse en hacer su juego y transferir la presión a los jugadores sudafricanos.
Poco abonan a mi afirmación las declaraciones de Joseph Blatter en el sentido de que el anfitrión avanzará sin problemas o el desaseado arbitraje del keniata Samwel Kipngetich en el juego ante Colombia, con dos imaginarios penales.
Uno de los tres mejores jueces del mundo pitará ese juego. ¡Alto a la maledicencia!
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