Después de la actuación del seleccionado mexicano en el Mundial de Sudáfrica, donde si le llamamos al pan, pan y al vino, vino tendremos que concluir que se trató de un monumental fracaso, dadas las muchas expectativas que en torno al equipo tricolor se generaron.
Muchos culpan a las televisoras y a la prensa en general de "inflar" al mal llamado equipo de todos y de "engañar" al público vendiéndole un producto de ínfima calidad, hecho que se comprobó al sólo obtener una victoria en tierras africanas y regresar con más pena que gloria, sin haber conseguido llegar al añorado "quinto partido".
Estoy de acuerdo que el seleccionado nacional es un botín sumamente apetecible y las empresas televisoras, dueñas del negocio por encima de la Femexfut, hacen su agosto comercializándola sobre todo en épocas de Copa del Mundo, pero eso no estaría mal si hubiera concordancia entre esos elementos de índole meramente económica y los intereses deportivos que deben prevalecer.
Los "barones" del dinero saturan a la gente de mensajes que al final nada tienen que ver realmente con el futbol, deporte donde se gana y pierde, pretendiendo que de las piernas de los seleccionados penda como hilacho la identidad de toda una nación.
Los comunicadores, salvo honrosas y respetables excepciones, suelen sumarse a esta paranoia colectiva donde se exaltan valores inexistentes y calidades difícilmente comprobables, bajo el ridículo argumento de que "hay que apoyar", sin darse cuenta que la mejor forma de respaldar el proyecto es precisamente ejerciendo una crítica sana y libre.
Dentro de este juego perverso entra un personaje al que se le confieren todos los derechos y se le extiende una carta blanca para moverse a su antojo: el Director Técnico.
Esta especie de "tlatoani" se sienta en el banco tricolor y se vuelve el iluminado, el que viene a redimir al balompié nacional de todos sus pecados por siempre jamás.
La realidad, omnipresente y actual, es que esto no sucede. Si la materia prima no alcanza, ya podrá mandar Dios a alguno de sus santos consentidos que el equipo nacional no pasará de perico perro.
Ahora llega el momento de nombrar al nuevo entrenador, y malinchistas como siempre, los directivos largan nombres nomás por hacerse los importantes. Que si Marcelo Bielsa, que si Manuel Pellegrini u otro que venga de fuera, olvidando el papelón del "Quetzalcóatl" Sven Goran Eriksson.
El único hombre a la vista se llama José Manuel de la Torre y por él deberían inclinarse. El "Chepo" posee las tres "F" que son la "ficha", la "fecha" y la "facha", es decir, la currícula, la edad y la personalidad para dirigir al cuadro nacional.
Si le marcan pautas claras, le acotan el poder y no se vuelve loco, puede ser el hombre que el balompié mexicano está buscando desde hace mucho.
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