La nota discordante en el festejo futbolístico del Bicentenario de la Independencia de México, con la visita al Estadio Azteca del campeón del mundo, la selección nacional de España, la ha puesto el jugador Jonathan Dos Santos al negarse a asistir a la convocatoria respectiva so pretexto de jugar con su actual equipo, el Barcelona, importantes juegos de preparación.
Se debe recordar que, previo al Mundial de Sudáfrica, la Comisión de Selecciones Nacionales aceptó que se hiciera una preparación con 24 jugadores para de último momento desvincular a un jugador. La guillotina cayó sobre el cuello del jovencito, propiciando su llanto y el inmediato enojo de su papá, el futbolista en retiro Zizinho, quien presa del furor que sólo puede producir el daño a alguien de la propia sangre, despotricó contra las autoridades de la Femexfut, prometiendo que su vástago "jamás volvería a vestir la camiseta verde".
Quizá el procedimiento no fue pulcro pero dada la juventud de "Jona" y el hecho de no ser titular con el Barza, avalaron el prescindir de sus servicios para la justa africana. Que quizá otros tampoco merecían ir, es un argumento válido pero rebatible en el caso del menor de la dinastía Dos Santos.
Sin embargo, el trato que ahora recibe el jugador es de privilegio pues hasta donde tengo entendido, acudir a un llamado de la Selección no es cuestión de gusto o capricho sino una obligación y aducir compromisos con el club en el cual se milita y ser estos aceptados por las autoridades de nuestro balompié, abre un ancho portón para que otros jugadores, incluso más importantes que el hermano de Gio, puedan evadir su compromiso con el tricolor.
Con esto viene a mi memoria una historia de juventud que contaba mi papá: En el barrio donde vivían de chavitos tenían de vecino a un muchacho que jugaba beisbol profesional. "Chavo" Fabela era el ídolo de la comunidad e irlo a ver al parque de pelota era una obligación. Solo un defecto tenía éste, a decir de sus contemporáneos, excepcional atleta: su padre.
Cuentan que cuando "Chavo" pegaba un cuadrangular, el viejo Fabela se levantaba y a voz en cuello gritaba, ¡ese es mi'jo, hijos de la tiznada! Obviamente la "perrada" esperaba paciente algún fallo del chamaco y cuando éste se ponchaba, no faltaba el malora que gritara: ¡ese es tu hijo, viejo bolsa!
Quedando claro que el amor por los hijos es inmenso, creo que "Zizinho" es una mala influencia para la toma de decisiones de los chavales. Anteponer el rencor o simplemente darse el lujo del desquite, es una actitud pueril y propia de los espíritus ruines.
Del lado de la Federación uno esperaría mayor rigor, pero eso es pedirle peras al olmo, ya que conocida es su habilidad para sortear los problemas dando respuestas blandengues. ¡Ese es tu hijo...!
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