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La Columna de Brizio

ARTURO BRIZIO CARTER

El viernes pasado contrajeron nupcias Guillermo y Angélica. Memo, como cariñosamente le llaman sus amigos, es un joven experto en las artes taurinas y amigo de este servidor desde hace muchos años.

Resulta que cuando lo conocí me contó que su otra pasión, además del toro, era el arbitraje, y por ello cada que podía trocaba el ruedo por una cancha y el traje de luces por el sobrio uniforme negro y se metía a impartir justicia en canchas llaneras.

En una ocasión me invitó a verlo dirigir una final en la Preparatoria 8, dependiente de la UNAM, allá por el rumbo de Plateros, en la bulliciosa Ciudad de México. Asistí con reservas, llevándole de obsequio un uniforme nuevecito que estrenaría para dar brillo a tan esperado evento. No acabé de ver ni el primer tiempo. Memo Leal era un árbitro suicida, provocador y altanero, que imponía el terror desde el primer minuto del partido.

Cuando me llamó para saber mi opinión le dije sin ambages: "Usted no puede arbitrar así y menos en el futbol amateur. Un día, Dios no lo quiera, me lo van a matar".

Al poco tiempo, recibí otra llamada de mi amigo en la que me dijo: "Don Arturo, ya pasó lo que tenía que pasar. Me acaban de romper la nariz". Y de esa abrupta forma terminó la promisoria carrera arbitral de este estupendo chico.

Les platico esta anécdota, amables amigos, porque a veces se olvida que el árbitro es un ser humano con toda la circunstancia que ello entraña y sus ilusiones y sueños no difieren demasiado de los del resto de la gente.

En dicha boda compartí la mesa con la esposa y los padres del silbante Francisco Chacón y me quedé meditando, luego de una velada maravillosa, lo que sufre la familia de un nazareno, sobre todo con el tema de la crítica.

Alguna vez escuché que no había carrera más egoísta que la del árbitro, porque las satisfacciones son unipersonales y los descalabros los paga todo aquel que lo estima, principalmente los suyos.

Escuchando la vehemencia con que se referían a Paco, los recuerdos de los partidos bien dirigidos pero sobre todo la herida moral que les deja la crítica descarnada y muchas veces forrada de mala fe, me remití a la época en que estaba activo como referee y los entripados que hacían mis viejos cuando en los micrófonos o en la prensa escrita me daban con un fierro.

Detrás de cada árbitro subyacen historias maravillosas, de lucha y esfuerzo, que valdría la pena conocer. En el caso de la familia Chacón, debo señalar que se trata de gente extraordinaria que impulsa a su esposo e hijo a alcanzar cimas insospechadas.

Por lo mismo, jamás escatimaré un elogio al buen accionar de un colega, pero del mismo modo, nunca renunciaré a la crítica aunque con ello desate el... sufrimiento familiar.

Apbcarter_1@hotmail.com

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