En la sociedad actual, principalmente en nuestro país, se da con frecuencia una confusión en los conceptos que evoluciona e incluso se convierte en verdad suprema. Así, desde los famosos dicharangos como "el que no transa, no avanza" o aquel de "ellos hacen como que me pagan, yo hago como que trabajo" justifican las actitudes amorales o estrictamente fuera de la ley y lo que es peor, encuentran adeptos dispuestos a sumarse a la causa a la menor provocación.
El pasado fin de semana, al jugarse la última fecha del torneo regular en nuestro balompié, se presentaron sucesos que sólo pueden analizarse a la luz de esa falta de claridad entre lo que debe ser y lo que en realidad ocurre.
El sábado en el estadio "Jalisco" en la "Perla tapatía", algunos integrantes de la barra denominada "La 51", enfrentaron a la policía en un zafarrancho donde privó la sinrazón de ese grupo de seudoaficionados que van a la cancha con el deliberado propósito de armar camorra.
En el "Azteca", miembros de la porra de los Pumas, agredieron a representantes de los medios de comunicación, lesionando a un camarógrafo e inutilizando su herramienta de trabajo. Acorde al dicho de que "cuando el perro es bravo, hasta a los de casa muerde", en dichos incidentes salieron raspados incluso aficionados del cuadro del Pedregal.
En ambos casos, el justificante de estos cobardes vándalos es el "amor a los colores".
Los equipos de Monterrey, tanto Tigres como Rayados, culpan de todos sus males al arbitraje, cuando en ambos casos, el accionar de sus planteles vino a menos y las decisiones de los silbantes fueron, según se demuestra con la evidencia televisiva, perfectamente aplicadas.
En el caso de los felinos, no fueron capaces de vencer en casa a Monarcas y por sus errores, perdieron la ventaja ante el Atlas, quedando con ello a merced de lo que hicieran los Pumas. No calificar ha sido un fracaso, por lo que la sugerencia sería que para fincar responsabilidades, voltearan a ver a Ricardo Ferreti y a los jugadores.
El caso de Monterrey es increíble: Llegan al juego ante Chivas como el equipo más disciplinado del torneo y víctimas de terribles desconcentraciones, pierden a tres elementos para el juego ante Pachuca. Al finalizar el encuentro, un encolerizado Víctor Manuel Vucetich, ingresa en la cancha para reclamar airadamente al juez Miguel Ángel Flores, sabiéndose cobijado por su público y el resto de los jugadores, en una actitud clásica de "ardidos".
Le recomendaría al entrenador mesura y que ya tranquilo se reuniera con el plantel a ver el video del juego y así descubrir que los únicos culpables de la derrota fueron ellos mismos y los rijosos Pérez, Meza y Orozco.
El buen seguidor no es aquel que va al estadio a buscar pleito ni la mejor afición, caso de la "Sultana del norte", la que se fanatiza cerrando los ojos a la realidad.
Por favor, no confundan los conceptos.
Apbcarter_1@hotmail.com