Después de presenciar los penosos incidentes ocurridos al término del encuentro entre los Tigres de la Universidad de Nuevo León y el Toluca, donde los porristas felinos agredieron cobardemente a otros aficionados del mismo equipo, sólo puede quedar en mi ánimo la palabra indignación.
Resulta obvio que la "barra", terminó acuñado en Sudamérica para referirse a los grupos de animación, denominada "Libres y Lokos", actúo como un organismo represor ante aquellos seguidores del cuadro universitario que exigían un mayor esfuerzo de sus jugadores y la inmediata salida del director técnico Daniel Guzmán.
Ese proceder sin duda fue premeditado, a sabiendas de que si perdían ante Toluca, la mayoría exigiría medidas drásticas y, al más puro estilo de si no estás conmigo, estás contra mí, en forma agresiva y violenta, se lanzaron cual pandilla agrediendo a quienes se topaban en el camino.
Lo grave del asunto es que esa planeación viene desde la directiva, orquestando el enfrentamiento y financiando, sí oyó usted bien, pagándole a estos gandules para que "defiendan" sus colores, sin importar que en las tribunas haya mujeres, niños, ancianos y en general, gente de bien que sólo pretende que su equipo camine.
El presidente de la institución, Santiago Martínez, heredó esta problemática pero se ha encargado de agravarla y en su criminal irresponsabilidad, permite y solapa los abusos de esa turbamulta ahíta disfrazada de porristas.
Aquéllos que piensan que los dirigentes de este tipo de organizaciones son fieles seguidores del club y que aman los colores, se equivocan abiertamente. Son vividores, golpeadores a sueldo, chantajistas y gandallas y así como Frankestein, el monstruo hecho artificialmente se vuelve contra su creador.
Martínez deberá rendir cuentas a sus superiores en la empresa que patrocina a los Tigres, pero también deberá hacerlo ante la afición y lo más importante: Con su conciencia. Los eventos fueron de tal magnitud y gravedad, que hoy, gracias a Dios, no estamos hablando de una tragedia mayúscula.
Por supuesto que las autoridades tienen mucho que decir en torno a su responsabilidad en este tipo de sucesos. Por ejemplo, escapa a mi entendimiento que se permita el ingreso y la estadía en las tribunas a jóvenes encapuchados. Este solo hecho demuestra que no van a ver el partido sino a buscar camorra y golpear a quién se les ponga enfrente.
El estadio "Corregidora" en Querétaro es también escenario frecuente de este tipo de zacapelas y, sin querer convertirme en agorero de desgracias, está muy cerca el día que nos toque ir de entierro.
Ojalá la sensatez prevalezca y se proceda a desarmar a este monstruoso Frankestein.