Dice la frase proverbial que, más sabe el diablo por viejo que por diablo, indicando que la astucia y las añagazas se aprenden con el paso de los años y no por la condición natural de cada quien. Esto nos habla de que atendamos a la voz de la experiencia. Hay un adagio que sabiamente expresa: médico joven, abogado viejo, indicando que aquél aplica los conocimientos más recientes en una ciencia en la que día a día se obtienen mayores adelantos, en tanto que en cuestiones relativas a la aplicación de las normas jurídicas el colmillo es lo más valioso. Otro aforismo nos lleva de la mano a considerar que quien no oye consejo, no llega a viejo. Todo esto viene a colación a consecuencia de que la sociedad, en estos tiempos, suele desechar a los mayores de 65 años como vejetes que estorban, estimando que son una carga tanto para la colectividad como para sus parientes, cuyo futuro predestinado debe ser el asilo, eufemísticamente llamadas "casas de reposo" donde deben ser prontamente internados. La frase con la que apagamos nuestros escrúpulos es diciendo: "ahí estará mejor atendido".
En estos días se celebró el Día del Anciano. De lo que nos damos cuenta es que los mexicanos no estamos preparados para la llegada de la vejez. En la juventud tontamente pensamos que esos días de gozo y alegría no tienen término y sin embargo, como una sombra que es parte negra de nuestro destino, se irá para siempre sin que hagamos lo que hagamos podamos retenerla, dejándonos el recuerdo de lo que alguna vez fue: días de locura y frenesí. En su poema Rubén Darío lo versifica en su poema, al que intitula Canción de Otoño en Primavera, de la siguiente manera: "Juventud divino tesoro. ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro ... y a veces lloro sin querer". En la edad vieja nos volvemos más emotivos de lo que antes éramos, cuando nada nos importaba como no fuera darle gusto a nuestros sentidos. Seremos hojas secas arrancadas al árbol de la vida que arrastrará el viento hasta perdernos en el horizonte donde las almas puedan alcanzar la eternidad.
Pero, ¿cuándo se es viejo?, un antiguo refrán dice: la cana engaña, el diente miente, la arruga no deja duda. Eso sería anteriormente, porque ahora con los modernos cosméticos será fácil emular la longevidad de Matusalén de quien se dice en el Antiguo Testamento vivió 969 años muriendo, por fin, en el año del gran Diluvio, aquél en que llovió sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.
Sea como sea, no pasemos por alto lo que dice aquel refrán, que enseña la fragilidad humana. Decimos los viejos: como te ves, me vi; como me ves, te verás o viejo soy y viejo serás; cual me ves, te verás. Es enseñar a la juventud que la primavera de la vida no dura por siempre, por lo que cabe sentenciar: como traten a sus mayores, así serán tratados. Lo cierto es que debemos alejarnos de las quimeras y preocupaciones que amargan nuestros años. Malgastamos nuestra breve existencia en este mundo ocupándonos de asuntos vanos, como la búsqueda del poder, de la gloria o del dinero, cuando deberíamos invertir nuestros días, en lo único que vale la pena: obtener minuto a minuto, sin cejar ni un momento, más y mejor sabiduría.
Eso, se los puedo asegurar, es lo único que nos podemos llevar de este mundo. Si queremos enriquecernos no busquemos lo que no podamos llevar consigo. Es oropel, de mucha apariencia, eso sí, pero de poco valor. En la Roma clásica solía repetirse el proverbio "carpe diem", que invitaba a que aprovecháramos el tiempo con prudencia. Renato Leduc, periodista, poeta y escritor, dice en su Soneto del Tiempo: "hoy que de amores ya no tengo tiempo... ignoraba yo aun que el tiempo es oro, cuánto tiempo perdí, ¡ay! cuánto tiempo ...amor de aquellos tiempos, cuánto añoro la dicha inicua (malvada, injusta) de perder el tiempo. Sabia virtud de conocer el tiempo.
Por último, no debo olvidar mencionar la canción de Leo Dan, "Viejo, mi Querido Viejo" muy conocida, por mi generación. Los laguneros, a principios del siglo pasado, solían decir, cuando se les refería su edad provecta, con no disimulado orgullo: "viejos los cerros y todavía reverdecen".