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La economía y la política

JULIO FAESLER

La economía es lo importante. Con esta frase Clinton venció a su rival H.W. Bush en la campaña presidencial de 1992. Ahora, las turbulencias en que se ha envuelto la clase política mexicana y que alcanzan las primeras planas de los periódicos con la banalidad de sus inútiles polémicas en la Cámara de Diputados, hacen que algunos observadores recuerden la frase con el objeto de sacar de la desprestigiada arena de los políticos la solución de los problemas y centrarla en lo económico.

Si lo que se quiere decir es que lo realmente determinante en la presente coyuntura es la capacidad del Gobierno para dinamizar la producción y crear empleos, el llamado de atención es en todos sentidos oportuno. Hace pocos días un desplegado a página entera en los diarios nacionales reclamó a la clase política mexicana su incapacidad para responder al reto del momento de legislar con urgencia las reformas políticas, fiscales, energéticas y educativas además de otras que el país requiere para destrabar el pasmo en que nos encontramos.

Por el momento el desplegado pareció tener una repercusión positiva. En ambas Cámaras legislativas se sintieron indicios, débiles, pero constructivos hacia la actividad requerida. La llamarada fue débil y efímera. La marejada de controversias sobre asuntos que supuestamente se refieren a estrategias electorales estatales de este año, todos entendemos que no tiene otro sentido y fondo que los comicios presidenciales de 2012. Desde ahora se han abierto las compuertas de una inundación que, de no contrarrestarse, aniquilaría las posibilidades de legislar los cambios que se esperan en un ambiente consensuado de racionalidad y equilibrio.

A todas luces se entiende que las polémicas de los últimos días no son otra cosa que un vil chantaje o amenazas por parte del PRI contra el PAN para que deponga sus ánimos aliancistas con la izquierda ya que esta estrategia revertería los pronósticos del triunfo priista en los estados donde el PAN y el PRD irán juntos a las elecciones de gobernadores. Esto a su vez, haría peligrar la victoria que ya da por seguro el PRI en 2012.

Lo político, después de todo, no está tan en ssegundo lugar. Del comportamiento responsable y serio de los partidos y de cada uno de los diputados y senadores, depende el que México no siga perdiendo el tiempo. Es inevitable que la economía nacional esté articulada a la actuación de los políticos que, como se ve a diario, son los que determinan la voluntad, y a veces la capacidad de los poderes "fácticos", léase el empresariado, de responder a los retos que implica el desarrollo nacional en términos de creación de unidades productivas y del empleo resultante. Mientras no se dé la acción gubernamental en las Secretarías de Estado, las entidades oficiales, los gobiernos estatales y municipales, la Iniciativa Privada tendrá el pretexto de seguir el cómodo, pero insuficiente ritmo que lleva.

La interrelación de lo económico y lo político es evidente. La exigencia ciudadana contenida en el llamado que hace a los actores políticos a que cumplan su cometido tiene que ser atendido.

El país, sin embargo, no puede esperar. Más de un millón de jóvenes acceden al mercado de trabajo. Se ha vuelto un lugar común la preocupación que su ociosidad genera. Su empleo depende de los productores tanto en el campo como en las ciudades que a su vez, buscan el fortalecimiento del mercado interno para colocar sus productos y servicios. El comercio exterior es una oportunidad que se desperdicia ya que sólo nos genera déficit gravoso.

Las decisiones tampoco pueden esperar. Donde las fuerzas políticas fallan, las fuerzas económicas no admiten freno. Algunos países como los europeos han aprendido a proseguir y fortalecer el ritmo de su actividad productiva, dejando a un lado las confusiones y escándalos harto publicitados en que se entrampan los políticos, perdiendo espacio y respetabilidad, prestigio, autoridad moral y credibilidad.

Hay muchos países que saben cómo aislarse de estos sainetes, porque sus empresarios, por necesidad, han optado por seguir de frente con espíritu acometedor y nacionalista, cumpliendo sus propias metas que sumadas todas, integran el desarrollo de un país y su paz social.

La clase política mexicana se encuentra en una encrucijada que la obliga a escoger entre seguir jugando infantilmente en sus curules con carteles, veladoras, muñecos de plástico, mientras que la población que sí trabaja toma el país en serio y por ello, está a punto de ignorarlos.

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