E Speremos que no crucifiquen a 'chivos expiatorios' en la urgencia de resolver un caso que puede afectar la imagen de un aspirante a la candidatura presidencial", escribió la periodista Lily Téllez el 8 de abril de este año, en la edición del siguiente día, del periódico El Universal, la niña Paulette no aparecía. Una multitud entraba y salía, reseña, de todas las habitaciones. Era evidente, dice Lily Téllez, que el lugar no estaba sellado a pesar de que la recámara y toda la casa había sido el escenario, por lo menos, de un delito, agregando, que los elementos de la Procuraduría parecían "cuates" con buenas intenciones, que no se comportaban con la seriedad de una autoridad. En unas cuantas líneas borró de un tajo las especulaciones. Lo que señala deja mal parado al señor procurador del Estado de México, Alberto Bazbaz, a quien en pocas palabras lo deja entrever con una garrafal e inocultable falta de oficio; exponiendo que, a pesar de no haber registrado la habitación, le consta que el cuerpo de la niña no estaba entre el colchón y la base de madera, ni al pie de la cama. Lo que se completa con lo que acaba de declarar el carpintero que hizo la cama indicando que no dejó espacio por el que pudiera deslizarse ni tan siquiera un cojín.
En ese asunto de la menor, las informaciones que trascienden a la comunidad están produciendo primero perplejidad, después rabia y enojo. La simple lectura de las notas que dan cuenta del asunto da la impresión, aun al menos avezado, de que hay algo que ensucia la investigación, desvirtuándose los hechos con propósitos que se presumen aviesos. La nena que sufría de discapacidad motriz fue encontrada sin vida. Se trata, dijo el perspicaz Bazbaz, de un homicidio. Luego hablaría de un accidente, dando un giro completo a su anterior declaración. ¿A quién creer?, ¿qué creer? He leído y releído cada una de las informaciones y me doy cuenta que esto no tiene pies ni cabeza La realidad es que en este asunto hay más preguntas que respuestas. Si lo que querían es causar el estupor de las personas, lo han logrado con creces. Han hecho surgir sospechas que indican la existencia de una confabulación para esconder un hecho en que al parecer están involucradas las autoridades de esa entidad federativa. Podemos especular que hay una mente retorcida manejando los hilos de la averiguación con tan mal tino que ha venido enredando la madeja de complicidades viéndoseles las manos manchadas.
Pero dejémonos de hipótesis, peritajes, rumores, sospechas, acusaciones y teorías que hasta ahora no han conducido a ningún lado. Lo verdaderamente preocupante es que las conclusiones de este caso revelan un grado de descomposición social que nos deja a todos estupefactos. ¿Quién o quiénes se atrevieron a quitarle vida a una pequeña indefensa? A menos que sea un monstruo sin entrañas capaz de realizar un horrendo crimen en una criatura inocente.
Estamos viviendo en la era de los absurdos en que ya nadie esconde la cara para inventar las versiones más descabelladas, sin que seamos capaces como sociedad de poner un hasta aquí a las más burdas mentiras que hemos estado escuchando. Lo que se abre es un paréntesis en que no importa que se vea el descaro, pues ellos tienen la sartén por el mango. Si dicen que fue un accidente, es que debió ser un accidente. Si deciden que la mataron, pues esa será la verdad sin otro trámite. Mientras la noticia se está volviendo vieja, cada día que pasa surgen nuevos asuntos que distraen la atención popular, hasta que el caso pierda su notoriedad y se le eche suficiente tierra para que se olvide. Al parecer en eso están confiando los culpables, si es que los hay.
En la noche anterior, a cuando apareció el cadáver, se afirma que hubo un apagón en el sector donde se localiza la vivienda del matrimonio Mauricio Gebara y Lisette Farah, que bien se pudo aprovechar, eso se especula, para reintroducir el cuerpo de la niña. Nadie se enteró. Ni perros sabuesos, entrenados para utilizar el olfato en la búsqueda de personas perdidas, que estuvieron previamente en el cuarto que ocupaba la menor, de donde desapareció, percibieron que ahí mismo se hallaba. La pequeña Paulette contaba con 4 años de edad, no hablaba, la manita izquierda no podía abrirla. Tenía discapacidad motriz. Había que darle de comer en la boca. Es posible que eso constituyera un leit motive. A menos que sus progenitores sean unos chacales en los que pudo más su vergüenza, por el estado físico de la menor, que la protección a que están obligados los padres. Ojalá los medios no dejemos este asunto en el olvido sin que queden aclaradas las siguientes interrogaciones: ¿por qué la mataron?, ¿quién lo hizo? En fin, dijo el físico-matemático Albert Einstein: el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad.