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La estela de la Estela

Soberaviso

RENÉ DELGADO

Es una simple estela pero, como todo monumento, es un emblema. En este caso, el símbolo –según quería el presidente Felipe Calderón– del “pasado que conmemoramos y el futuro al que aspiramos”. Sin embargo, esa Estela de Luz no se iluminará en la fecha prevista y, en su imposibilidad, recordará a una administración incapaz de edificar en tiempo un simple monumento pero, sobre todo, incapaz de entender el pasado y proyectar el futuro mientras se hunde en el presente, una administración incapaz de constituirse en gobierno. La anulación del acto inaugural de la Estela de Luz durante las fiestas patrias no es, aunque así se pretenda, un acto de responsabilidad para no precipitar una “inigualable obra de arte y de ingeniería”. No, es un acto de enorme irresponsabilidad que resume, sin proponérselo, el carácter de la administración calderonista. Ese error, minúsculo si se quiere, es elocuente. Retrata de cuerpo entero a la administración: falta de coordinación, relevo de funcionarios, confusa convocatoria, mal diagnóstico, pésima planeación y estrategia, presupuesto equivocado, pérdida del objetivo, ausencia de resultado. Si la Estela de Luz llega a estar lista algún día, será el emblema no de un logro, sino de un fracaso.

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Cada dato con que se justifica el retraso de la Estela de Luz, localizada frente a la Puerta de los Leones de Chapultepec, es un golpe a la razón. No se realizaron los estudios necesarios y, entonces, la cimentación de la obra pasó de 30 metros a 50 de profundidad; el espesor de las “paredes”, de una y media pulgadas a tres; el peso de la obra, de 80 toneladas a mil 700; el diámetro de las columnas estructurales aumentó en 10 centímetros... y el presupuesto se elevó, primero, de 200 millones de pesos a 393 y, ahora, a 690 millones de pesos. Tal variación en los cálculos y el presupuesto se ampara en el argumento de que la problemática se fue reconociendo gradualmente. Si falló el cálculo ingenieril, si cambiaron las especificaciones de los materiales, si faltaron estudios básicos, si el presupuesto se triplicó, sólo falta saber qué se hizo bien y dos pequeños detalles. Uno, por qué se resolvió construir una estela si la convocatoria era para edificar un arco semejante al de San Luis Missouri. Dos, por qué se ubicó la estela donde se quiere edificar si, a todas luces, no era el lugar ni el espacio indicado. La respuesta a la primera interrogante es simple: fue un capricho. La respuesta a la segunda es un enredo. Primero se quiso ubicar en la esquina de Paseo de la Reforma y Juárez pero, ahí, se acababa de colocar una escultura; luego, se pensó trasladar la palma de la glorieta de Paseo de la Reforma y Niza pero, por fortuna, se consideró descabellada la posibilidad. Y nunca se tomó en cuenta el cruce de Paseo de la Reforma y Chivatito-Arquímedes donde, desde el zedillismo, hay planes para rehabilitar ese lugar. Por eso la Estela de Luz no ilumina, oscurece los festejos patrios.

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Cuando se compara la cronología de la edificación de la Columna de la Independencia, con la que Porfirio Díaz quiso simbolizar el centenario del movimiento independentista, con la Estela de Luz con la que Felipe Calderón quiso simbolizar el bicentenario de aquel movimiento, la modernidad queda muy mal parada. Hay muchos contrastes, pero algunos ilustran brutalmente las diferencias. La columna se concibió desde 1877, pero fue hasta 1900, 10 años antes de su inauguración, cuando se designó al arquitecto Antonio RivasMercado como el creador de la obra; se falló en los cálculos de la cimentación y fue menester derribar lo construido en 1907 para emprender la obra estructural de nuevo, mientras se avanzaba en los elementos accesorios; el costo de la Columna se publicó el 1o. de septiembre de 1910, unos días antes de inaugurarla en la fecha prevista. La estela no se concibió como tal, sino como un arco monumental en 2008, a menos de dos años de su inauguración. Se convocó a un concurso para su diseño a finales de enero de 2009 y, a mediados de abril, se determinó ganador a César Pérez Becerril.

Se colocó la primera piedra con días de retraso, el 22 de septiembre del año pasado, y ahora, a un mes de su inauguración, el 13 de agosto, se reconocieron las fallas en la cimentación y la ingeniería así como la elevación de su costo en más de tres veces y la postergación de su término hasta el último tercio de 2011. Cien años después las cosas no se hacen como antes, se hacen peor.

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Puede considerarse que el asunto no reviste mayor importancia, que es un accidente menor en una obra ornamental. El problema es que lo ocurrido con la Estela de Luz retrata, como dicho, la gestión de una administración que a cuatro años de haberse iniciado no se asienta como gobierno. Lo que derriba la Estela de Luz son los vicios que han caracterizado muchas de las iniciativas y acciones emprendidas por la administración. Lo ocurrido a ese monumento es lo sucedido a la reforma petrolera, a la reforma política, a la reforma laboral o, si se quiere, a la mejora de la educación, a la nueva cédula de identidad o al registro de los usuarios de telefonía celular, peor aún, al combate al narcotráfico que ahora se quiere presentar como la lucha contra el crimen organizado.

Se partió de un mal diagnóstico y sin claridad en el objetivo. Lo demás es consecuencia: desfile de funcionarios incapaces de coordinar los trabajos o sin el apoyo presidencial necesario para cumplir su misión, mala planeación en el presupuesto y la realización de la obra y, desde luego, ausencia de resultados. Eso sí, un enorme repertorio de justificaciones para explicar lo sucedido. Lo peor es que lo ocurrido a la Estela de Luz, como a muchos otros proyectos de la administración, se advirtió oportunamente. Más de una vez se señaló la falta de rumbo en la coordinación de los actos conmemorativos de la Independencia y la Revolución pero, como ahora se tolera la crítica sin atenderla, ocurrió lo que evidentemente se veía venir.

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Pese al enorme retraso en la edificación de la Estela de Luz, ojalá no se cancele su construcción. A la postre ese monumento constituirá un emblema de lo que pudo ser y no fue, el símbolo de una administración que no logró constituirse en gobierno y, a veces, es bueno recordar los errores y los fracasos para no repetirlos. La estela de la Estela es ésa. El nuevo sentido de la Estela será ése.

TICO

La Estela de la Luz no ilumina los festejos patrios, los oscurece: retrata a una administración que, a casi cuatro años de su inicio, no logra constituirse en gobierno.

Cuando se compara la cronología de la edificación de la Columna de la Independencia, con la que Porfirio Díaz quiso simbolizar el centenario del movimiento independentista, con la Estela de Luz con la que Felipe Calderón quiso simbolizar el bicentenario de aquel movimiento, la modernidad queda muy mal parada.

sobreaviso@latinmail.com

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