Los escucho como gallinas empollando en un desvencijado gallinero, agitadas por la presencia de un depredador que aprovechando la oscuridad de la medianoche se ha introducido furtivamente, aprovechando la ausencia de un perro que con sus ladridos hubiera alertado al granjero. El ruido se vuelve ensordecedor, tanto que no se sabe quién está a favor o en contra de la llegada del que pretende desvalijarlos.
Hasta ahora había prevalecido la calma. Las gallinas estaban en sus ponederos ocupadas en darles calor a sus huevos que con delicadeza eran volteados de vez en vez. Bastó que las raposas, eran varias, que si las crónicas no mienten son taimadas y sumamente astutas, hicieran su aparición para que sembraran el pánico en un galpón ya de por sí asediado, como luego se dice, por moros y cristianos, que esperaban con nerviosidad el resultado del empollado. Los gallos, a pesar de como se sabe dos gallos no cantan bien en un gallinero, por lo común suele ser uno por corral, aunque para los fines de esta fábula, eran dos gallos y una gallina, que habían dormido durante largo tiempo, despertaron abruptamente, al darse cuenta que un yucateco involucrado el mismo en asuntos poco decorosos, los estaba ventaneando.
De esta tríada el joven gallo se distinguía por su abultada cresta, que esperaba no terminar como el gallo de Morón (*), dijo que no se debería confundir al electorado con alianzas de partidos cuya posición ideológica no son conciliables, pues trastocan el régimen democrático, añadiendo que la ciudadanía no se dejará confundir dado que es increíble que de repente se puedan juntar el agua y el aceite. Luego, adjudicándose la vocería de su partido, indicó que no hay miedos ni temores. A propósito este gallito, olvida las alianzas que propició en el pasado que entonces no le hicieron mella. En al menos cuatro entidades federativas se negocia la alianza, a la que varios gallos se opusieron convencidos de que la coalición de partidos no puede simplemente ir en busca del poder. Un gallo de plumas blanquecinas estuvo de acuerdo con lo anterior, en tanto otro, de gran parecido con el mártir de la democracia, abiertamente se manifestó a favor de las alianzas.
La gallina que cuidaba el criadero, con muchos años en el corral, cloqueaba hasta dormida, tenía una vasta experiencia para desempeñar con suma eficacia la labor que las otras gallinas le habían encomendado, gozaba de gran prestigio, por lo que desde que supo que varios gavilanes rondaban el lugar, no se confía ni tantito. Esperaba que se le considerara apta para encabezar una revuelta que le cerrara las puertas del palenque a los gallos, pero se ha mantenido discreta esperando que el tiempo obre en su favor. En política si quieres que algo se diga pídeselo a un gallo; si quieres que algo se haga pídeselo a una gallina, decía satisfecha. Las cosas marchaban como se lo había imaginado, ella también estaba considerada por el encargado de la granja que pondría orden entre las gallinas y los gallos. No es que fuese la mítica gallina de los huevos de oro, pero sabía su oficio y el más caro era el de saber conciliar y a pesar de ser gallina nadaba como un tiburón de siete mares. Nada la arredraba. Conocía de triunfos y derrotas. Estaba preparada para devolver golpe tras golpe.
El último era un gallo muy jugado, que lleva en su cuerpo las cicatrices de las batallas que ha tenido que sortear. Tiene la mano pesada, trae amarrada la hoja de una navaja. No necesita que nadie le sople un buche de agua en la cabeza pues es paciente, sabe que la prudencia es su mejor aliada. Es un gallo que ha preservado su honor intacto corriendo desde muy pollo por entre los escollos de la política y de las desgracias públicas, asistió presuroso al sacrificio de un gallo que fue escabechado en su intento por convertirse en el mero mangón de los gallos. Es un personaje educado en el quehacer político, apasionado por la causa de su partido y mesurado en sus actuaciones. Lo que no es cosa fácil, por las dudas trae consigo un guante de hierro y uno de seda. Sabe acallar las protestas, tiene estilo y está consciente de que, por su edad, es su última oportunidad para arribar al poder. Aunque en la política del gallinero nunca se sabe. Los muertos suelen resucitar. Conoce el resollar de los zorros, los demás gallos le temen, porque tiene un pico capaz de someter a los que pretendan brincarle. En fin, esta fue la historia de una gallina clueca y dos gallos valedores.
(*)se refiere a las personas orgullosas con actitud soberbia y vanidosa, diciéndose: como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.