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La familia y la educación emocional

ROLANDO CRUZ GARCÍA

"El presente es el tiempo

En el que los padres más

Necesitan de una guía que

Les permita educar con

Inteligencia emocional".

(Daniel Goleman, 2000)

Educar a una familia se ha convertido en un verdadero embrollo para los padres en la actualidad, porque ambos trabajan, permanecen mucho tiempo ausentes, sus momentos de asueto los requieren para descansar y prepararse para las jornadas por venir, muestran poco interés, le encomiendan a la escuela que se encargue de los hijos, etc.; bajo esta realidad la familia verdaderamente se encuentra a la deriva.

Sin embargo, la mayoría de los padres actuales muestra preocupación acerca de cómo educar de "la mejor manera" a sus familias. Una muy buena opción es el modelo de Educación Emocionalmente Inteligente, que me permito compartir con mis amables lectores. Educar con inteligencia emocional no constituye una crianza que se da con recetas paso a paso, tales como "siete pasos para conseguir niños angelicales" o "cómo convertirse en una familia modelo" etc. Tales enfoques pueden sonar bien en el papel, pero rara vez funcionan en hogares como los nuestros, en una sociedad mexicana cada vez más compleja y heterogénea.

Como la mayoría de las cosas que nos son gratificantes y significativas (y por lo tanto que perduran para siempre), la educación de las familias y de los niños en especial, se forma en muchos niveles y en infinidad de etapas que conllevan desafíos y riquezas multivariadas. En el caso de la educación emocionalmente inteligente, se reconoce que es la suma total de lo que hacemos, compartimos y convivimos, la que hace que se cree un equilibrio sano en los hogares y en las interrelaciones con y para los niños.

La actuación de los padres deberá ser siempre aquella que privilegie la importancia de incorporar S.S.E. (Sensaciones, Sentimientos y Emociones), en todos y cada uno de los contactos que estos tengan con sus hijos, de tal manera que actuar así se vuelva algo cotidiano, normal y natural; manejar toda una gama de SSE, con cierto grado de autocontrol es vital para convivir-compartir con los nuestros la vida en familia. Lo anterior debe trabajarse de manera consciente en oposición a la actuación impulsiva, intempestiva, inconsciente o en el peor de los casos, de forma violenta.

Para la mayoría de los niños, la vida es dura y cada vez menos segura, para otros está llena de tensión y desgraciadamente para algunos está rodeada de violencia (verbal, económica o física). En todos los casos la pérdida de control por parte de los padres o cualquiera de sus mayores, supone una exacerbación de las condiciones por demás difíciles en las que ya viven.

En la vida escolar, la pérdida del autocontrol de los padres implica en los hijos carecer de privilegios, de actividades extraescolares, de juegos, de ver la TV, del uso de los videojuegos, de salir con amigos, etc. Lo que los niños o jóvenes menos necesitan son castigos indexados a una conducta "inapropiada" y considerada así por los adultos; lo que en todo caso necesitan es que alguien les explique qué fue lo que infringieron, por qué se les castiga y que deben hacer para "reparar" el daño.

Los niños necesitan crecer aprendiendo que lo más importante es su vida presente y futura y que dicha existencia, está guiada por las actitudes y los valores que comparten todos los días con sus padres y sus mayores. Pero no sólo no se los decimos, sino que actuamos de manera contraria a lo que queremos formar, por ejemplo "les decimos" no mientan y cuando vienen a buscarnos lo primero que "les mostramos" es que le digan a la persona en cuestión que no nos encontramos; más incongruencia no puede haber. Bajo estas condiciones cobran relevancia las palabras de Benjamín Franklin: No hay otra escuela, más que la del ejemplo.

Respecto a las aptitudes necesarias para la vida (y no sólo para la escuela), es fundamental que los niños cuenten con los elementos imprescindibles para crecer y desarrollarse en un entorno positivo, tranquilo, armónico, compartido, pertinente, retador, que les impulse a querer saber más y que a la vez, les aleje del miedo. Si lo logran, su tránsito por la vida escolar les será leve.

A todo esto es a lo que ayuda la educación emocionalmente inteligente, a equilibrar a los chicos; no a manipularles, ni a ser padres manipulados por los ellos, se trata más bien de compartir este mundo tan difícil que les toca vivir y ayudarles a salir airosos de él.

Es a causa de las emociones, los pensamientos y las acciones entrelazadas, que nos podemos "ajustar" a la vida y es desde donde debemos trazar las estrategias (relativas a la toma de decisiones) para forjar el temple emotivo de nuestros hijos.

No se trata de un procedimiento simplista ante una realidad compleja, sino que se trata de implementar acciones (modos de actuación consciente) realistas y prácticas, que nos permitan como padres, encontrar caminos alternativos y útiles para criar a nuestros hijos; paso a paso, y no abrumarnos por tan incierto futuro (como si cualquier futuro no lo fuera, por sí mismo).

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