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La Laguna, 100 años después de la Revolución

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Hace 100 años, La Laguna fue uno de los principales escenarios de la Revolución Mexicana. El desarrollo excepcional que experimentó durante las poco más de tres décadas de Porfiriato, y que la hizo convertirse en una de las regiones más prósperas de México, abrigó paradójicamente grandes contradicciones que fueron determinantes para que miles de laguneros se lanzaran a la lucha armada. Aunque actualmente la comarca ofrece un panorama muy distinto en todos sentidos al de hace un siglo, algunas de esas contradicciones persisten, pero con distintos matices.

La disponibilidad de los recursos naturales, en particular el agua, es un factor primordial para el desarrollo de cualquier sociedad en un espacio físico determinado. En el caso de La Laguna, las irregulares avenidas de los ríos Nazas y Aguanaval y la aridez de la mayor parte de la llanura mantuvieron a la región durante siglos fuera de la dinámica poblacional que se registraba en otras partes del territorio de la Nueva España, primero, y del México independiente después.

No fue sino hasta que se estableció el control sobre el agua, gracias a la creación de un sistema de irrigación a través de canales y represas, que se comenzó a aprovechar la fertilidad que las crecientes dejaban para impulsar el desarrollo de la agricultura. A partir de 1850 y en un periodo de medio siglo, la comarca experimentó un crecimiento poblacional y económico extraordinario, sustentado en el cultivo del algodón.

No obstante, el acceso al recurso agua fue durante todo ese tiempo motivo de conflictos interregionales entre productores y comunidades, que en no pocas ocasiones degeneraron en violencia. Las variaciones en el volumen de las avenidas y las sequías periódicas imprimían una alta dosis de incertidumbre a la actividad económica primaria de La Laguna.

Hoy, el tema del agua se ha convertido en un asunto de sustentabilidad regional. La sobreexplotación de los mantos freáticos no sólo ha mermado la disponibilidad del recurso, sino que ha propiciado la disminución de su calidad para el consumo humano. Los altos niveles de arsénico que registran las norias de la red pública de agua potable tienen en jaque a los sistemas operadores municipales y a los cientos de miles de usuarios que dependen de ellos. La escasez de agua es hoy en la región un problema económico y, sobre todo, de salud pública para el cual no se ha planteado hasta ahora una solución de fondo, debido a los intereses de las grandes empresas agroindustriales y a la ineficiencia de las autoridades en el control y distribución del recurso.

Otra de las contradicciones que subsisten es la disparidad en los niveles de riqueza material. El progreso de la región durante el Porfiriato se debió en gran medida a la concentración de la propiedad en unas cuantas manos. A la par que existían grandes terratenientes que tenían bajo su merced extensos territorios que explotaban para su beneficio, había una enorme masa de desposeídos que no tenían otra cosa que su fuerza de trabajo para subsistir. Y aunque durante la época referida en La Laguna se pagaban los más altos jornales del país, las desigualdades entre ricos y pobres eran insalvables, con una clase media que tenía pocas oportunidades para mejorar su situación debido a la incertidumbre y al excesivo control que mantenían los macroempresarios sobre los medios de producción.

Actualmente, la realidad no es muy diferente. No obstante que la clase media se ha fortalecido y engrosado, y que las condiciones materiales de los pobres de hoy son mejores que hace 100 años, persiste todavía una ancha brecha entre los empleadores y los empleados. Alrededor de las ciudades de la Comarca Lagunera se han creado verdaderos cinturones de miseria en los que miles de familias se desenvuelven en medio de la precariedad y la incertidumbre.

Dicha incertidumbre, y la falta de visión de futuro que conlleva, es uno de los factores más importantes en la generación de inseguridad pública. Las crisis cíclicas de fines del siglo XIX y principios del XX, y las sequías que repercutían en la obtención de malas cosechas, dejaban a una gran cantidad de trabajadores sin empleo en las haciendas y en la industria. Entonces, las acciones de bandidaje proliferaban. Los desempleados, sin educación ni medios de subsistencia, se entregaban a los actos de pillaje en los caminos y las ciudades.

En 2010, la inseguridad es uno de los problemas principales de La Laguna. En el transcurso de un lustro, los delitos del fuero común se han multiplicado y la presencia del crimen organizado se ha incrementado. Homicidios, secuestros, robos y extorsiones, son parte ya de la crónica diaria en la comarca. Quienes pueden hacerlo, han optado por irse a vivir a otra parte del país o, incluso, al extranjero. Frente a este creciente problema, las autoridades de todos los niveles de gobierno se han mostrado incompetentes.

La causa más evidente del estallido de la Revolución fue el monopolio que durante tres décadas ejerció Porfirio Díaz y su camarilla sobre la política nacional. En todos los estados y regiones del país fueron impuestos gobernantes que respondían exclusivamente a los intereses del dictador. No había democracia, las elecciones eran una farsa. En La Laguna, el grupo dominante destituía a los funcionarios locales que no se alineaban a las directrices de la capital de la República.

Actualmente, el monopolio de la vida política regional está en manos de los partidos, quienes, a través de sus clientelas electorales y redes de intereses, tienen secuestradas a las instituciones sin dejar espacio para la participación de la ciudadanía. De manera que, lo que se pinta como democracia, no es otra cosa que el ejercicio del poder y la administración de los recursos públicos por parte de unos cuantos grupos. El ciudadano es un mero contribuyente.

La superposición de los intereses individuales y/o gremiales sobre los de la comunidad entera, fue otro de los detonantes de la revolución en la comarca. Los acuerdos entre las élites económicas nunca trascendieron las oportunidades coyunturales. No existía un proyecto regional a futuro. Tampoco en esto ha habido avance en 100 años. Ni autoridades ni iniciativa privada pueden hoy ponerse de acuerdo para resolver los principales problemas que aquejan a la población. La Laguna, unida por su geografía y su historia, se encuentra dividida por la visión sesgada de los grupos de poder que la controlan a ambos lados del río Nazas.

Pese a todo lo anterior, resulta difícil pensar que en la región pueda darse una revolución armada como la de hace 100 años. Existen hoy múltiples factores que no había en 1910, y que han vuelto más compleja la realidad de La Laguna. Lo cierto es que sólo el fortalecimiento de las instituciones a través de la participación de una ciudadanía activa y responsable, podrán mejorar la expectativa que hoy tenemos del futuro.

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