En ningún momento de la historia ha sido fácil oponerse a los desmanes oficiales. Pese a ello, cuando hay un asunto que implica convicción no queda sino expresar la opinión, cueste lo que cueste.
Nunca jamás vamos a querer llegar a la situación en que nuestra sociedad mexicana quede sin quien critique o denuncie lo que está mal en la conducta de la autoridad o de quien la ejerza. Tampoco lo que haya de censurable en alguna ley. Ello significaría que la sociedad mexicana habría perdido su vitalidad y capacidad para reinventarse.
La ley escrita de por sí no entraña autoridad alguna para normar nuestra conducta. Para que sea válida y respetable tiene que rimar con lo que la sociedad quiere o aspira a ser. La ley que contraríe los valores que la sociedad sostiene, debe ser denunciada por quien tenga o sienta la responsabilidad de hacerlo y esté dispuesto a correr las consecuencias que la autoridad pueda inferirle en su persona.
Hoy día muchos periodistas se atribuyen la función de señalar lo que se hace mal en el gobierno y en los negocios. Al hacerlo, la prensa no solamente se apoya en la letra de la ley o de los reglamentos que considera violados. La vehemencia de sus acusaciones toma fuerza de la indignación que provoca la burla a las normas de la ética y la moralidad. La sociedad no condena a los medios ni les reclama su acción.
Más que los medios de comunicación son las iglesias y sectas, de toda denominación que tienen la misión de orientar la conducta de personas e instituciones y a la opinión pública sobre lo que es sano y constructivo para todos los sectores de la sociedad.
El credo liberal no lo ve así. Niega a las iglesias su función social de enseñanza y pretende constreñirlas a la vida personal y familiar. El buen orden y la paz social es la suma de las conductas individuales. El señalar los defectos en los gobernantes, con diplomacia y tacto, puede ser una de sus funciones, pero por igual exigir que las leyes que aprueben y promulguen no contraríen las normas de la moral y de la integridad social.
Es muy posible que los ministros eclesiásticos, los imanes o pastores, a veces cuestionen a las autoridades o las leyes. La historia está repleta de ejemplos de líderes y profetas de todos los credos que han denunciado a veces a costa de sus vidas los actos de reyes y regímenes cuando a su juicio han ido contra los valores sociales que había que cuidar y defender. En la confusión del acontecer social su testimonio ha sido elemento para orientar a sus pueblos en momentos decisivos. El valor intrínseco del mensaje ha sido lo importante, lo trascendental.
La respuesta autoritaria que nunca ha fallado ha sido que el imperio de la ley está por encima de todo. Se propone la superioridad de la autoridad civil respecto a la norma ética. El ejercicio de poder se ha de justificar no por razón de la justicia sino por razón de la simple existencia de la ley.
Lo que sustenta el buen orden social no radica en la formalidad de las leyes sino en la orientación ética y moral que ellas deben expresar. En una comunidad sin disciplina moral, las fuerzas antisociales ocuparán el espacio. La función de las guías religiosas, de los pensadores, de los historiadores es la de trazar las vías por las cuales las sociedades al desarrollarse puedan también madurar en el uso de la libertad.
Ahora se ha caído en la costumbre de descalificar toda expresión religiosa que no apoye los actos del gobernante. Esto se facilita atacando la respetabilidad del denunciante y desde luego, a veces no siempre, el que denuncia lo hace con la autoridad que diera su conducta personal. Lo que hay que tener siempre en cuenta es que la autoridad de la denuncia no está en la calidad del denunciante sino en la defensa del valor que rescata.
No sorprende que los mensajes y las críticas de los religiosos sean particularmente objeto de rechazos por parte de los gobernantes quienes siempre han tenido la piel delgada. No por eso dejarán de hacerse oír. Pero México ha caminado demasiado en sus 200 años sin atender a la ética en las cuestiones de importancia pública. Hay que empezar a hacerlo.
Juliofelipefaesler@yahoo.com