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La machista violencia

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La machista violencia

Beatriz Mejía

Unas nalgadas con pencas de nopal, es lo que ocupas por falsa y traicionera, cómo te amaba, qué bruto qué animal, cómo fui a dar mi amor a la ligera.

Unas nalgadas con pencas de nopal, una lección es lo que te mereces, me hiciste daño, sí que me hiciste mal, sacaste el cobre y los negros intereses.

Vas a sufrir, vas a llorar, tal vez no extrañes ni mis besos, pero vas a extrañar mis pesos.

Estas líneas son parte de la canción “Unas nalgadas”, escrita por el cantautor de música regional mexicana, Joan Sebastian, e interpretada por Alejandro Fernández.

Mientras que para los seguidores del “Potrillo” es sólo un tema divertido, para otras personas, especialmente del género femenino, es una forma de promover la violencia contra la mujer.

La directora del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, Malú Micher, condenó al menor de los hijos de Vicente Fernández y comentó que: “de por sí tiene un estereotipo de ‘macho’, de mujeriego, resulta que con este sencillo, no sólo confirma que ser ‘macho’ es normal, sino que invita a continuar, a perpetuar esta condición”.

Alba Isela Soto Jasso, coordinadora del CAIF (Centro de Atención e Integración Familiar) Torreón, comenta que la agresión contra la mujer en México es una realidad, y explica que ésta y otros antivalores, muchas veces son fomentados en diversos espacios de expresión como programas de televisión, el cine, la música, entre otros medios.

Tipos de violencia

Aunque existen numerosos reportes aislados y anécdotas acerca de la frecuente violencia que sufren muchas mujeres en el seno familiar, un estudio sistematizado del tema, describe los resultados de una encuesta realizada en 309 féminas, en un rango de edad de 16 a 65 años. De la muestra, 87.38 por ciento sufría violencia psicológica, 44.01 física, 26.86 económica, y 13.59 sexual.

Gonzalo Martínez Soto, médico psiquiatra, explica que la violencia psicológica se manifiesta como un abuso emocional sobre la mujer, cuyas constantes son la vejación, la exigencia de obediencia, el desprecio y omisiones diversas, que le provocan un aislamiento social y progresivo. “Este tipo de agresión incluye ataques verbales (insultos, humillaciones), control y poder (impedimento de tomar decisiones), abandono económico, hostigamiento, y chantajes verbales (hacia la mujer, la familia, amenazas sobre la custodia de los hijos, llamadas intimidatorias).

La violencia sexual, por su parte, incluye forzar a la pareja a tener relaciones en contra de su voluntad, usando la intimidación o la fuerza.

Por último, la violencia económica comprende negar dinero, privar de los alimentos y de las necesidades básicas, y controlar el acceso a la atención sanitaria, al empleo, y otros requerimientos.

A través de dicho estudio, se concluyó que la violencia contra la mujer adopta diferentes rostros que se expresan en un amplio espectro de daños, de los cuales, los más evidentes son las lesiones físicas, que van del maltrato hasta la muerte.

“Se considera que la falta de equidad y la dominación masculina constituyen las raíces del problema”, dice el psicoterapeuta.

Evidencias

Anteriormente, en la Encuesta Nacional sobre la Violencia contra las Mujeres 2003, se realizó un estudio con mujeres mayores de 14 años, que acudieron a los servicios de salud en México, entre octubre de 2002 y marzo de 2003.

Participaron 26 mil 042 mujeres, a quienes se les entregó un cuestionario donde se analizaban dos tipos de violencia, la física y la sexual.

Los resultados fueron que una de cada cinco mujeres sufría violencia por parte de su pareja actual, una de cada tres la había padecido alguna vez en la vida, y dos de cada tres vivieron actos de maltrato, de cualquier clase, en algún momento.

Se encontró que un factor predisponente importante para sufrir experiencias de coacción en la adultez fue la violencia en la infancia. Así, el 42.2 por ciento de las encuestadas fueron golpeadas, 21.4 insultadas, y 16.5 humilladas por parte de sus padres, o sus familiares. “El fenómeno de la re victimización, o repetición de la violencia en más de una etapa de la vida de las mujeres, parece indicar que al presentarse durante la niñez tiene efectos duraderos en el individuo”, explica el médico.

Los síntomas

En la Encuesta Epidemiológica Psiquiátrica 2004, dirigida por la doctora María Elena Medina Mora, se describen los tres diagnósticos más frecuentes entre los cientos de mujeres encuestadas, en múltiples regiones de la Republica Mexicana: Trastorno de Ansiedad Fóbica, Trastorno de Ansiedad Social, y Trastorno Depresivo Mayor.

Soto Jaso, también licenciada en psicología y terapia familiar, agrega que la mujer violentada se encuentra inmersa en un círculo de maltratos, producto de un proceso emocional extremadamente incluido e incorporado con el agresor, que siente que la situación tiene la posibilidad de cambiar, de hacerse diferente.

La mujer sujeta al maltrato permanece porque pasa por un momento de crisis en el que se presenta la violencia en todos sus órdenes, después, llega un período de aparente paz, comparable a la “luna de miel”, en el que son recurrentes las promesas de la pareja donde pide a la víctima volver a intentarlo y en donde “jura”, es una situación que no volverá a repetirse. “Cuando no se busca ayuda para completar este proceso, lo que ocurre es que nuevamente se presenta una fase de tensión, o un factor estresante, y vuelve a aparecer la violencia”.

Según Martínez Soto, aunque el movimiento feminista tiene ya algunas décadas de influencia en México, su reclamo de dignidad y autoridad para las mujeres está aún muy lejos de realizarse. “Se ha ganado terreno en el campo legal protegiéndolas de maltratos físicos y homicidios por parte de sus parejas, pero aún así, todavía prevalece el sistema familiar ‘machista’, y muchos hombres aún no comprenden las necesidades de sus mujeres”.

Este tipo de mujer está destinada a vivir sin el amor de un hombre para apoyarla en el sufrimiento o a hacerlo con un marido que le causa sufrimiento.

Una mujer que vive como “sufrida madre mexicana”, o que personifica un ser inferior; humillada, castigada y ofendida, todo ello en el contexto de un movimiento que todavía no beneficia a la mayoría de la población, puede claramente precipitar los tres síntomas antes mencionados.

Los Trastornos de Ansiedad se ponen en marcha, exclusiva o predominantemente, en ciertas situaciones, bien definidas, o frente a objetos externos a la víctima, en este caso el hombre que ejerce la violencia. En consecuencia, éstos se evitan de un modo específico, o si acaso, son afrontados con temor. La ansiedad fóbica no se diferencia, ni vivencial, ni conductual, ni fisiológicamente de otros tipos de ansiedad, y su gravedad puede variar desde una ligera intranquilidad, hasta el terror o pánico. La preocupación de quien los padece puede centrarse en síntomas aislados tales como palpitaciones, o sensación de desvanecimiento y, a menudo, se acompaña de miedos secundarios a morirse, a perder el control, o a volverse loco.

Por otro lado, el humor deprimido y la pérdida de interés o satisfacción, son los síntomas clave de la depresión. Las mujeres pueden comentar que se sienten tristes, desesperanzadas, sumidas en la melancolía. La característica esencial de un episodio depresivo mayor, es un período de, al menos, dos semanas durante el que hay un estado de ánimo pesimista, una pérdida de interés o placer, en casi todas las actividades.

“Siendo el México moderno un país joven, no es sorprendente que estén surgiendo modelos de mujer y hombre contemporáneos, y es en este mundo globalizado y contorsionado por la violencia, donde son factibles las fuerzas que generan enfermedades psiquiátricas prevalentes”, dice el psiquiatra.

Para contextualizar mejor la situación de la mujer mexicana resulta interesante hacer referencia a las escuelas de pensamiento internacionales. En el libro The Family Interpreted, Deborah Anna Luepnitz, PhD, profesora del departamento de psiquiatría de la Facultad de Medicina en la Universidad de Pennsylvania, dice: “la paradoja de la familia contemporánea es que, es a la vez patriarcal, y con un padre ausente.

Según el doctor Martínez, los terapeutas de familias reproducen los problemas culpando a las madres, protegiendo a los padres, ignorando cuestiones de raza y de clase, y conformándose con aliviar los síntomas superficialmente.

“La psicoterapia familiar como es conceptualizada y practicada actualmente requiere una transformación, y una alianza con el feminismo la podría ayudar inmensamente.”

Para la coordinadora del CAIF, fortalecer el área preventiva es el factor de mayor importancia en la resolución de la violencia, un problema de salud pública, antes de que una mujer víctima del abuso sea sometida a algún tipo de tratamiento.

La educación y el inculcar los valores supremos desde la infancia, juegan un papel importante en el tema de la violencia femenina.

“El giro debe ser hacia una formación de una sociedad distinta, no costumbrista en la que es común transmitir antivalores que promueven, tanto en varones como en niñas, el pensamiento de que el hombre tiene más valor que la mujer”.

La violencia en el noviazgo es un foco rojo hacia lo que será el futuro de una pareja; el hombre, acostumbrado a ser él quien ejerce el poder y, la creciente petición de igualdad de género que hace la mujer, pueden ser un detonador importante en el desarrollo del maltrato desde esta etapa.

“Las mujeres, por educación, crecen con la creencia de que tienen derecho a abofetear a un hombre si algo les molesta, pero la igualdad de condiciones, que actualmente se promueve, crea un conflicto en el varón, que responde de la misma forma al acto violento”.

En caso de agresión, en la forma que adopte, es primordial contar con una red de apoyo, confiar en alguien, romper el silencio, y buscar ayuda en alguna de las instituciones especializadas como: algún Centro de Atención e Integración Familiar, una Unidad de Atención a la Violencia, la Procuraduría de la Familia, e incluso, al Ministerio Público.

El representante de la ONU en México, Thierry Lemaresquier, dice que es alarmante el nivel de violencia contra la mujer mexicana y señala que la ley aprobada por el Congreso para proteger a este sector de agresiones, debe ir acompañada por un sistema de justicia eficiente para evitar la impunidad.

“El principal reto para que pueda funcionar, es que las autoridades encargadas de procurar y administrar la justicia, no la entorpezcan porque generaría impunidad, pues en los casos de violación, menos de cinco por ciento son condenados”.

Según Thierry, las cifras más altas de violencia contra las mujeres se dan en Quintana Roo, con 31.8 por ciento; Coahuila y Nayarit, con 28; Oaxaca, con 27.5, y Tlaxcala, con 20.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el ámbito familiar, 55 de cada 100 mujeres víctimas de maltrato por parte de su pareja, viven más de un tipo de violencia. Seis de cada 100, padecen los cuatro tipos.

Yadira Hernández Faudoa, abogada defensora de la Procuraduría de la Familia en Torreón, dice que esta dependencia recibe, a diario, mujeres que son víctimas de la violencia.

En comparación con años anteriores, la cultura de la denuncia se ha ido fortaleciendo, “quizás los índices de mujeres maltratadas sigue en aumento, pero la víctima ya no se queda callada”.

Cambiando el modelo femenino

Los modelos de hombre y de mujer en el siglo XXI, deberán incluir una responsabilidad compartida en la crianza de los hijos en la familia. Pero mientras dichos modelos son cristalizados, explica Martínez Soto, tenemos una población femenina abrumada por la crianza de los hijos y sin apoyo del varón, quien muchas veces prefiere ausentarse, o actuar como otro hijo. Así tenemos a la madre de familia haciendo todo y a la vez tratando de realizar su potencialidad más elevada en el terreno vocacional.

Poco a poco emerge la imagen modelo de la mujer mexicana contemporánea. A veces como esposas afortunadas de algún profesionista que sí permite que ellas se realicen como madres, y seres humanos. Otras, como madres solteras o divorciadas que además de sacar adelante la crianza de sus hijos han encontrado un nicho profesional y su independencia económica. Las hay también destacando en la política, como gobernadoras, diputadas, o senadoras. Existen también, como en otros países, aquellas con preferencias sexuales diferentes, que según Martínez Soto, quizás habiendo sido víctimas de maltrato físico o sexual por los hombres en la infancia, eligen el lesbianismo e intentan formar familias alternativas.

En cualquiera de esas formas, se está dejando ver, cada vez con mayor frecuencia, una capacidad de trabajo extraordinaria.

Pero, será factible la definición del modelo de mujer mexicana individual e independiente, y a la vez comprometida con su familia y la comunidad, cuando ellas y ellos logren una mejor distribución de los papeles, y los principios masculino y femenino entre ambos sexos. Es decir, cuando los varones mexicanos puedan participar más en el cuidado de los hijos, y en la formación de relaciones humanas dentro del núcleo familiar, y entre éste y la sociedad.

“Cuando las mujeres mexicanas puedan participar más en actividades profesionales, económicas y gubernamentales, además de su contribución equitativa en la formación de los hijos y las relaciones interpersonales, entonces la sociedad entera se podrá exorcizar del complejo materno negativo y los fenómenos ahora vistos como la ‘sufrida madre mexicana’, así como de los patrones de hombres ‘machistas’ o francamente ‘matones’”.

También, dice el psiquiatra, al perdonar a los españoles por conquistarnos y a los aztecas por permitir la conquista, podríamos aceptar nuestras raíces indígenas y españolas. Disculpando a Doña Marina, “La Malinche”, por entregarse a Cortés, quizás ‘La Llorona’ no tendría que seguir gimiendo por sus hijos en las noches alrededor de riveras y lagunas. Debería resolverse el duelo y eximir a los Estados Unidos por quitar más de la mitad del territorio nacional, al mismo tiempo que México se desarrolla plenamente en la modernidad y logra una relación más justa con ese país. Y entonces: “las mujeres mexicanas, ya centradas en su individualidad, tendrían también que aceptar sus rasgos universales, podrían hablar inglés, francés o japonés sin sentirse ‘malinchistas’. Se podrían proyectar sin ansiedad clínica ni depresión patológica, en una sociedad que cada vez más requiere de su ayuda femenina, entre otras cosas, para privilegiar la comunicación humanista, y resolver los problemas de inseguridad y de violencia que crecen con una intensidad, pocas veces vista antes en nuestro país”.

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