Han sido varios los datos que me impulsan a escribir estas líneas, como el hecho de que en el parlamento inglés, apenas del 18 %, de sus integrantes, son mujeres, lo cual nos habla de una severa desproporción.
Lo mismo sucede en todos los parlamentos y congresos del mundo, la mujer no ocupa el número de escaños que debiera.
A veces falla el partido al no postularlas, otras son las mismas mujeres que no se deciden a participar más en política y otras más, es el temor a ser descalificadas o tachadas con miles de falsedades.
Cuando pensé en escribir esta colaboración, no me decidía entre hacerla sobre al aniversario del nacimiento y la muerte de Jaime Sabines, que curiosamente ambas ocurrieron en el mes de marzo, o sobre la mujer en la política, aunque creo que ambas se relacionan.
Un día, en una entrevista que le hizo a Sabines el también poeta chiapaneco Efraín Bartolomé, aquél le dijo: "Yo creo que todas las mujeres son mágicas o bien llega un momento en que todas son mágicas".
Y en efecto, coincido con Sabines: "Llega un momento en que todas las mujeres son mágicas", porque todo lo que tocan, todo lo que hacen, todo lo que entregan lo hacen mágicamente.
¿Quién no ha soñado, viendo el rostro de la mujer amada? ¿Quién no se ha estremecido ante una de sus caricias? ¿Quién no ha disfrutado de su amorosa entrega?
Si existe alguien que no haya sentido esas sensaciones, no sabe a qué vino a este mundo y ha estado desperdiciando su tiempo.
Pero además, la mujer es entrega, pasión, determinación y valentía, por eso es importante su participación en política.
Las grandes estadistas que han sido mujeres, han demostrado, aunque no sin críticas, ser mujeres fuertes y decididas. Ejemplos sobran, pero basten por ahora tan sólo tres: Margaret Thatcher, Golda Meir e Indira Gandhi.
Cierto es que hablamos de mujeres de talla mundial, pero en nuestro entorno nacional y local también las hay. Ahí están los casos de Beatriz Paredes o los de Rocío Rebollo y Leticia Herrera.
No he tenido oportunidad de tratar a Leticia, pero el solo hecho de que se diga de ella que puede llegar al liderazgo del Congreso Local de Durango, habla bien de lo que se requiere para ese cargo y ella lo debe tener.
De Rocío, sí podría escribir páginas enteras sobre su personalidad y trayectoria, pues la conozco desde hace años y me constan ambas.
Asume de entrada una grave responsabilidad, que es la de ser candidata a alcaldesa de su natal Gómez Palacio, por el Partido Revolucionario Institucional.
Hace años, que le dijeran a uno que era el candidato le aseguraba el puesto casi de inmediato. Ahora, se pone uno a temblar, porque el serlo implica todo el diseño de una campaña y el proselitismo para conseguir el mayor número de votos posibles.
Sin embargo, ella ha vivido periféricamente esa situación y conoce las entretelas de una campaña política y cómo hay que llegarle a la gente.
En su caso, además, eso es sencillo. Diría yo que bastará con que se muestre tal cual es, con su sensibilidad y entrega, a fin de que quien no la conoce la conozca.
Nos hacen falta más mujeres en la política, para que la dignifiquen, la humanicen y sensibilicen.
La política no tiene por qué ser algo sucio e insensible.
Debe ser digna, recta, ética y sumamente sensible a los problemas de la gente. Es el primer paso para poder ofrecer soluciones.
La mujer nace con ese toque especial que le da su condición de fémina.
Si a eso se añade una preclara inteligencia y una inclinación a escuchar a la gente, el resultado tiene que ser bueno.
Qué tan sensible no es la mujer, que tiene a su cargo la educación de los hijos, en forma preponderante.
No es el hombre el que lleva en esa relación la mayor carga, ni las mayores oportunidades de influencia, sino la madre.
Todos traemos una carga mayor de esa influencia para bien o para mal, aunque normalmente es para bien.
Sin embargo, como en todo hay excepciones. Ahí está para ejemplo el poema de Sabines escrito a la muerte de su padre: "Algo sobre la muerte del mayor Sabines"; y en cambio a la muerte de su madre no le nació escribir nada. Y no porque no lo sintiera, pero la influencia del padre era mayúscula en él.
La mujer tiene esa magia entre sus manos. Todo lo que toca con amor, lo transforma. Es fuerte, decidida, tal como lo es mi amiga Rocío; firme sin ser ofensiva, aunque a veces lo haga con un lenguaje coloquial que parecería ser tal.
Pero la nobleza la lleva en la sangre y fluye en ella de manera natural.
Se afirma que: "Nadie da lo que no tiene", pero cuando se tiene es fácil darlo a otros.
Sin embargo, el trabajo como cabeza de un municipio, es en estos tiempos, arduo y difícil, pero debe ser un reto y un motivo de orgullo poder ocupar el cargo que su padre ocupó un día.
Yo quiero ver coronada esa empresa y verla dirigir con acierto los destinos de su ciudad. Hacer obras urbanas y sociales como nunca antes se han hecho. Buena falta le hacen a nuestros municipios ese tipo de acciones.
Quiero ver también, muchas más mujeres participando en política, llenando de emoción y amor todos los espacios públicos, porque el ejercicio de poder no debe saber de sexos, sino de buenos o malos gobernantes.
No quiero cerrar estas líneas sin transcribir un fragmento de un poema que aparece en el libro de Sabines, intitulado "Yuria", aunque esta palabra no es nada y acaso lo es todo. Es eso sí era el nombre del rancho de su propiedad y la heredad que tanto amó.
"No es que muera de amor, muero de ti. / Muero de ti, amor, de amor de ti, / De urgencia mía de mi piel de ti, / De mi alma, de ti y de mi boca / Y del insoportable que yo soy sin ti".
Así es de insoportable la política cuando falta en ella la magia de una mujer. Pero ahí hay una para volverla mágica.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".