Con un guión impecable, una atinada banda sonora y, principalmente la elocuente narrativa visual, Persépolis es un nuevo clásico del cine animado.
Muchas historias podría haber como la de Marjane Satrapi, pero pocas autobiografías como la suya. Con Persépolis, la artista iraní muestra al mundo su turbulenta vida y la compleja realidad de su país, sin prejuicios, en dibujos a blanco y negro y con una generosa carga de humor.
Cuando era niña nunca pensó convertirse en cartonista. Al publicar su primera historieta, a los 31 años, no tenía en mente llevarla a la pantalla grande. La única inquietud de Marjane Satrapi ha sido expresarse libremente y compartir con los demás su experiencia y su percepción del entorno. Con esa motivación creó Persépolis, como novela gráfica primero, como película animada después.
Obra íntima de aire épico, desprejuiciada y transparente mirada hacia una realidad compleja y hostil, esta autobiografía sui géneris narra la historia de una mujer iraní que ha padecido la injusticia, la guerra, la intolerancia, el exilio, el desamor, la soledad y la incomprensión, y cómo ha logrado sobreponerse a todas esas amargas experiencias... todo dibujado a blanco y negro, con una buena dosis de irreverencia y ternura.
LA CIUDAD DE LOS PERSAS
“Recuerdo que en aquella época llevaba una vida tranquila y sin problemas, una vida de niña. Me encantaban las papas fritas con cátsup; Bruce Lee era mi héroe; llevaba unos tenis Adidas y tenía dos grandes obsesiones: poder depilarme las piernas algún día y convertirme en la última profeta de la galaxia”. Con esta frase Marjane inicia en el aeropuerto de París el viaje hacia su pasado, y también sintetiza las inquietudes de una niña de Teherán a finales de la década de los setenta.
Contrario a los estereotipos dominantes, la de Irán en aquellos años era una sociedad relativamente abierta, con una marcada influencia occidental, aunque con profundas desigualdades. Hablamos del Irán del sah Mohammad Reza Pahlavi, cuyo régimen dictatorial era repudiado tanto por los fundamentalistas islámicos como por los sectores progresistas del país, a los cuales pertenecía la familia de Marji. La revolución de 1978-79 acabó con el gobierno de Pahlavi y abrió una ventana de esperanza para el pueblo iraní.
Pero dicha abertura fue cerrada muy pronto, cuando se instauró la república islámica, régimen teocrático aprobado por la mayoría del pueblo en un referéndum. En poco tiempo la vida de los Satrapi, al igual que las de sus conocidos, cambió por completo. Las mujeres debían llevar velo, el alcohol estaba prohibido y cualquier rasgo de occidentalización era censurado. La represión y las ejecuciones se convirtieron en algo cotidiano. Vino a continuación el conflicto bélico con Irak y la situación se volvió intolerable. Marjane, en plena pubertad, es enviada por sus padres a Austria, para alejarla del terror cotidiano que se vivía en Irán.
En Europa, Marji pasa una adolescencia inmersa en la añoranza, el rechazo, el aislamiento y hasta la indigencia. Tras tocar fondo decide regresar a su país, en donde la guerra ha terminado, mas no así la intolerancia y la penuria. “Ahora, al pasear por Teherán, tienes la sensación de estar en un cementerio”, escucha decir a su madre. Y al comprobarlo, la depresión la vuelve a llevar al abismo. Pero nuevamente consigue salir de él, y frente a la adversidad cotidiana consigue asirse de momentos que le brindan la evasión necesaria para sobrevivir. “Teníamos tantas ganas de ser felices que acabamos olvidando que no éramos libres”.
Luego de estudiar arte, experimentar más represión y un matrimonio fallido, Marjane se marcha otra vez a Europa, en esta ocasión de forma definitiva. “Te prohíbo volver”, le dice su madre al despedirse. Hasta aquí lo que narra la película.
“NUNCA TE OLVIDES DE QUIÉN ERES”
En Francia, con 24 años de edad, Marjane Satrapi trató de rehacer su vida; hizo nuevas amistades, pero nunca dejó de sentirse una extraña. En conferencias y entrevistas, ha declarado que la agobiaban las incesantes y prejuiciosas preguntas sobre su origen.
Tras redescubrir el arte del cómic gracias a que un amigo le regaló el libro Maus de Art Spiegelman, una novela gráfica sobre el holocausto, se dio cuenta de que cualquier hecho puede ser contado por ese medio. Cansada de repetirse a sí misma frente a la curiosa mirada europea, descubrió por Italo Calvino que la mejor forma de expresarse libremente sin ser interrumpido es escribiendo. Fue entonces que pensó en crear Persépolis, su historia plasmada en cómic, la cual fue publicada en cuatro tomos entre 2000 y 2003.
Tres años después el historietista francés Vincent Paronnaud la convenció de llevar sus memorias al cine, venciendo las numerosas condiciones impuestas por ella para hacerlo desistir de su idea. Así, en 2007 se estrenó la cinta y ese mismo año concursó en el Festival de Cannes, en donde causó polémica por la reacción del gobierno de su país, que envió una carta de “extrañamiento” a los organizadores del certamen. Pero lo trascendente es que el filme obtuvo el premio del jurado, en merecido reconocimiento al trabajo de alguien que con su obra no hizo más que seguir el consejo que una vez le dio su padre: nunca olvidar sus orígenes.
“SÉ DIGNA E ÍNTEGRA HACIA TI MISMA”
A pesar de que el infortunio ha marcado la existencia de Marjane, el humor está muy presente en su autobiografía fílmica, lo cual aunado al ritmo ágil mantenido durante los 96 minutos, evita que la película se convierta en una densa tragedia o una trama sentimental. Y es que la motivación de la autora no es otra sino tratar de hacer comprender al espectador, de una manera lúdica, la complejidad de la situación del pueblo iraní, en especial para las mujeres. Su interpretación de esa realidad, que parte de la experiencia y de una profunda reflexión de la misma, no puede estar más lejos del panfleto.
Sobre la importancia del humor, la cartonista explicó en una conferencia dictada en Estados Unidos: “Estoy completamente convencida que todos los seres humanos lloramos por las mismas razones. [...] Todos lloramos porque nuestro papá ha muerto, porque nuestra mamá está enferma o nuestro hijo tiene un problema. No obstante, no nos reímos por las mismas razones. Para mí, la risa es la cima del entendimiento del otro”.
Además de lo anterior, son de destacar un guión impecable, una atinada banda sonora y, principalmente la elocuente narrativa visual, compuesta de cuadros cargados de simbolismo en medio de una atmósfera de claroscuros, elementos con los que la artista iraní y su colega francés no sólo consiguen el difícil objetivo de contar de manera interesante una gran historia, sino que también logran abrir una puerta al entendimiento de sociedades con realidades tan diferentes como lo son la europea y la de Medio Oriente, tendiendo un lazo entre ellas con lo que más las une: su humanidad. Ese es el trasfondo del discurso de Satrapi, quien con su obra bien demuestra que aprendió la lección que le dio su abuela: mantener la dignidad e integridad hacia sí misma.
Por todo esto, no cabe duda de que estamos frente a un nuevo clásico del cine animado.
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