La Pérdida de la identidad
“¡No sé para qué es mi libertad, tengo miedo de ejercerla; cuando intento ser independiente sufro y me resulta atormentador!”. Todos conocemos a individuos que viven de esta manera. No les basta su persona, por lo que buscan desesperadamente que otros sujetos los absorban; ello los calma y les da una aparente seguridad emocional. El masoquista responde perfectamente a este modelo, pero en un grado ya extremo. El masoquista se niega a ejercer la libertad, huye de ella, y encuentra en otro ser humano lo que no puede obtener por sí mismo.
La persona que es absorbida por otra sin la mínima vinculación amorosa, no encuentra mejor forma de vida que entregarse sin reservas a otro ser humano. Con esto, pierde la individualidad de su ‘yo’, ya no le importa decidir por sí misma (pues además cree que no puede), y pone toda su confianza en otro. Claro que este tipo de personas encuentra razones sobradas para justificar su conducta: es que son abnegados, dicen; simplemente, tienen una enorme capacidad para el sacrificio; es que su conciencia del deber es enorme.
Todas esas razones (falsas) tratan de justificar ante ellos mismos y los demás, su dolorosa forma de vivir. Se trata de personas sumisas, entregadas, y aparentemente colaboradoras. La realidad, es que no son sumisas ni entregadas como una derivación de su libertad, sino que lo son por su profundo miedo de poder vivir en la independencia y libertad. Aun y cuando son absorbidas por otro (su madre, un amigo, etcétera), viven en una profunda soledad. Al haber renunciado a su independencia hacen lo que otro quiere, y su mundo se reduce a su sumisión aislada. Los monstruos devoran al hombre en la soledad, escribió Baudelaire.
Las virtudes como el sacrificio y la abnegación, se vuelven vicios cuando no son el resultado de un carácter independiente y libre. Alguien puede renunciar a casarse a fin de cuidar a un padre enfermo; una persona puede abrazar el sacrificio a fin de dedicarse a cuidar enfermos terminales, como resultado de un profundo amor a uno de sus padres o a los enfermos en vías de morir. Cuando lo hace desde una posición del ejercicio de su libertad, se está comportando de una manera virtuosa. Pero cuando lo hace debido al tormento de no ser capaz de entregarse por amor a otro y por no ejercer su individualidad, estamos en el caso de quien prefiere ser absorbido por otro, o bien, perderse en el (aparente) sacrificio, cuando realmente lo que quiere es diluirse en el sacrificio y en la abnegación para no ser responsable ante la vida.
Critilo cree firmemente que es absolutamente posible que un sumiso absorbido por otra persona pueda llegar a ser el ‘sí mismo’ que desea (pero que piensa que no puede). La mejor manera para acceder al libre ejercicio de su ‘yo’, consiste en proponerse llegar a serlo. Empezar poco a poco a conducirse de manera independiente. Comenzar a elegir en aquellos terrenos en los que se sienta más seguro. Al empezar a conducirse por sí mismo, se dará cuenta de que no es tan doloroso y atormentador como pensaba.
Principiará a disfrutar su libertad y con el tiempo terminará por completo con su actitud y conducta de ser absorbido por otro. ¡Al fin tomará conciencia de que una enorme parte del gozo de la vida consiste en ser libre e independiente! ¡Comprenderá que podrá colaborar, ser abnegado y sacrificado, pero porque él así lo quiere y no por que su individualidad esté absorbida por otro!
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