"Hay velas que lo alumbran todo,
Menos el propio candelero."
Christian Hebbel
Legar a México después de Davos es como despertar de un sueño para regresar a una pesadilla. En el Foro Económico Mundial los países se pelean por demostrar que son más competitivos. En México nos esforzamos por ser más violentos.
El domingo 31 de enero un grupo de jóvenes que se divertían en una fiesta en Ciudad Juárez fueron "rafagueados" con ametralladoras por sicarios; 16 de los agredidos han fallecido. Ya las autoridades ni siquiera pueden argumentar, como lo han hecho tantas veces, que si alguien es víctima de la violencia algo debe haber hecho para provocarla. Lo único que se les podría achacar a los jóvenes de Juárez era su desempeño académico y su participación en un equipo de futbol americano.
La matanza del domingo, sin embargo, no ha sido el punto final. Un día después un comando armado asesinó a cuatro hombres y a una mujer en un salón de baile también de Juárez. En Torreón, una balacera cerca de un centro comercial dejó a ocho personas muertas, entre ellas un policía, mientras los clientes se tiraban al suelo y se refugiaban en los locales para tratar de escapar a las balas. En Salamanca, Guanajuato, un comando armado atacó a un grupo de policías que cargaban combustible; el saldo fue de tres muertos. En Magdalena de Kino, Sonora, siete personas murieron en un enfrentamiento entre dos grupos armados. Una nota de Reforma señalaba que tan sólo el primero de febrero, en un solo día, fueron ejecutadas 52 personas en 13 entidades del país.
México pone los muertos, las empresas de Estados Unidos las utilidades. Un reportaje de Doris Gómora en El Universal revela cómo el dinero del Plan Mérida está sirviendo para nutrir las utilidades de empresas estadounidenses como Bell, Dynacorp, Cessna, Harris y Northtrop Grumman, las cuales proporcionan los equipos que se usan para la lucha contra el narco. Los políticos estadounidenses no quisieron dar dinero en efectivo a México por temor a la corrupción en nuestro país así que dan equipos made in USA.
En el constante bombardeo de anuncios oficiales en los medios electrónicos, el mensaje es completamente distinto. Todos los días escuchamos propaganda que nos dice que estamos ganando la guerra contra la delincuencia porque algún narcotraficante importante ha sido detenido o muerto. El Poder Ejecutivo y el Legislativo se pelean por el crédito político de estar tomando esas medidas para derrotar al crimen organizado. Uno de los grandes alivios de estar fuera de México, aunque sea unos días, es no escuchar ese torrente de propaganda que no existe en los países democráticos.
A pesar del lavado de cerebro, los mexicanos seguimos siendo escépticos. Es difícil pensar que estamos ganando la guerra cuando las ejecuciones se multiplican. Las autoridades parecen más interesada en detener a inocentes por razones políticas, como los funcionarios de Michoacán privados de su libertad durante ocho meses sólo para ser liberados después por falta de pruebas, que en poner un alto a la violencia.
El presidente y otros funcionarios públicos afirman que la sensación de que México está perdiendo la guerra es producto de las exageraciones de las coberturas informativas. México es un país en el que los índices de homicidios son relativamente bajos, nos dicen, pero los medios, con su atención desproporcionada o su apología del crimen, crean una visión distinta.
Pero ¿qué esperan los políticos que hagan los medios cuando un grupo de matones irrumpe en una fiesta juvenil y mata a 16 adolescentes? ¿Deberíamos ocultarlo? ¿Deberíamos seguir afirmando que sólo quienes tienen algo que ver con el narco son víctimas de esta guerra?
CONTRA EL AHORRO
Aunque las tasas de interés en México son negativas, la Secretaría de Hacienda retiene un impuesto sobre el rendimiento. Ahora los legisladores han aprobado una ley que confiscará las cuentas bancaria que no tengan movimiento en tres años. El mensaje es que en México es un pecado ahorrar.
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