Nuestro sistema constitucional conserva algunas disposiciones que en realidad han devenido anacrónicas, entre otras cosas, por razón de los avances tecnológicos.
Es cierto que nuestra Constitución prohíbe que los extranjeros se metan en cuestiones políticas, pues nuestra Carta Fundamental establece en su artículo primero que todo individuo gozará de las garantías que otorga la Constitución con las limitaciones que en las mismas se establecen.
Por ese motivo, la libre manifestación de las ideas, en temas políticos, está autorizada sólo para los nacionales.
De ahí derivó la confrontación entre Joaquín Sabina, el flaco de Jaén, y la Secretaría de Gobernación, que con tan buen tino salvó el señor secretario de esa dependencia.
Sabina declaró textualmente: "Yo creo que el presidente Calderón fue muy ingenuo, por decirlo de buena manera, cuando planteó esa batalla. Parece mentira que no supiera que la Policía estaba completamente infiltrada y a sueldo. Y parece mentira que no supiera que esa guerra no la puede ganar él ni la puede ganar nadie".
Esa declaración motivó que una reportera le preguntara a Gómez Mont, si el Gobierno multaría a Sabina, por andar haciendo tales declaraciones.
El secretario respondió que no, porque, en primer lugar, al presidente le gusta la música de Sabina; y en segundo lugar, porque éste se había pronunciado sobre un tema que es de carácter universal.
Quizá debió haber añadido que esa disposición es anacrónica, pues dadas las comunicaciones actuales toda persona, sin importar su nacionalidad, puede formular críticas respecto de cualquier actuación y lanzarlas a la red de Internet y hacerlas circular por todo el mundo, de manera que ya no hay forma de acotar ese tipo de declaraciones.
Además, ningún caso tiene meterse con Sabina, porque si alguien es desparpajado y valemadrista, es él, de manera que seguramente le saldría al presidente más caro el caldo que las albóndigas, si se pusiese a tú por tú con el cantautor.
El compositor de "Vinagre y Rosas" que es su último disco, está muy hecho a las confrontaciones. Porque reconoce en él que "a los quince, los cuerdos de atar le cortaron las alas. A los veinte huyó por las malas del pie del altar. A los treinta fue de armas tomar sin chaleco anti balas...Y a los sesenta, para nada le importa la talla de sus Calvin Klein".
Pero también debemos resaltar que Sabina no dijo nada del otro mundo ni nada que no sea del dominio público.
Tengo para mí y no de ahora que al presidente lo engañaron sus "asesores", con conocimiento de causa o sin él. Le deben haber dicho que sería una guerra rápida y que la ganaría el Gobierno, de manera que al final, Calderón, se colgaría una medalla esplendorosa.
Para cuando se dieron cuenta que no sería así, ya tenían encima a la opinión pública y miles de muertos inocentes, sea cual fuere la causa de su muerte.
Sabina, ese que habla de las "puritanas de salón" y de las de "tanguita de serpiente"; el que habla de las mujeres que tienen "ojos de gato y siete vidas"; el que se enreda con cualquiera y se detiene a besar a la mujer en turno, en cada farol "caminito al hostal", no se podía quedar callado, sólo para evitar una confrontación.
El que le canta a Praga: "Donde el amor se apaga en un acordeón"; y que al quedarse solo se va "por los tejados, como un gato sin dueño", tiene mucho que decir en materia de drogas, porque él supero su adicción a base de mucho esfuerzo y cuenta que la pasaban el hachís por las puertas de servicio, cuando vivía al borde del precipicio.
De seguro conoce bien las entretelas del bajo mundo y sabe que en esas batallas se enfrenta el Gobierno en lucha contra la hidra de mil cabezas.
El presidente le debe agradecer a Gómez Mont que lo haya puesto a salvo de que Joaquín le pusiera una recia, si a alguno de sus brillantes "asesores" se le hubiera ocurrido multarlo.
En realidad no existen antecedentes de que el Gobierno haya multado a un extranjero o a alguien del medio artístico o intelectual, por haber externado una opinión política. Y vaya que los ha habido que censuraron acremente nuestro sistema político.
Son figuras públicas que con una gran aceptación y por lo mismo, nunca deben tocarse; y que tienen también el derecho a expresar lo que piensan y sienten.
Auque sea desde dentro del país, nosotros todos los días criticamos a políticos extranjeros y la forma en que se comportan; y no pasa nada, por qué tendría que ser distinto tan sólo por una cuestión territorial.
Por otra parte, eso de que al presidente le gusta la música de Sabina, lo debe haber dicho Gómez Mont de puro compromiso, pues no me imagino a don Felipe, diciéndole a doña Margarita, que: "Siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta". O aquello de que "un rato cada día, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera".
Calderón se me antoja más de música de cámara, tenores y ópera. No de música popular y menos un tanto irreverente como la del flaco. Pero aún así, el secretario le salvó de un buen escandalito y una vez más, dio muestras de ser el único político del Gabinete.
Dejemos la libertad de expresión a salvo de cualquier tipo de ataduras y que cada quién diga lo que quiera y se responsabilice de sus manifestaciones.
Hay que ir por la vida besando a la libertad "en cada farola", caminito de un hostal imaginario, en el que se consume un sueño erótico, como cada cual quiera soñarlo.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".