El Filósofo De Güémez La gente me escribe diciendo que le gusta el lenguaje coloquial que el viejo Filósofo de Güémez utiliza, ese que ha aprendido en el calor del hogar materno, sabiendo que las palabras rimbombantes de los hombres doctos y eruditos no caben en su escaso intelecto.
Por la boca del campesino de Güémez, normalmente salen palabras de respeto, amor, bienaventuranza, felicidad, solidaridad y actitud mental positiva para usted apreciable lector; ese es el bagaje patrimonial que heredado de mi madre, anida en mi corazón.
Ella me enseñó que se tiene más facilidad para aprender cuando mantienes contacto visual con las personas, cuando viajas ligero de equipaje y lleno de humildad, ejerciendo el don curador y terapéutico del perdón, cuando ejerces la paciencia de escuchar y abres tu corazón para cultivarte.
La mejor escuela que he tenido en la vida -mi sabia madre- diariamente me recordaba que: "lo que importa es el contenido... no el estuche", y que el poder de ser, creer y crecer anida dentro de tí, que éste será inversamente proporcional a la intensidad en que te ames, en que te reconozcas parte del milagro de la vida.
Sus enseñanzas iban por el camino de no sucumbir jamás ante mis fragilidades, temores, miedos, complejos, incertidumbres, resentimientos o inseguridades, porque al centrar mis potencialidades en ellos, los haría más grandes. Me inculcó sí, a tener la prudencia de saber envolverlos en el poder que genera el entusiasmo, la fe y el amor para que estuviera armonizado con mi naturaleza.
Con el paso del tiempo he aprendido que cada quien, cada cual, llega a este mundo con una tarea específica, el universo entrega los elementos necesarios para cumplirla, sólo que éstos son personales; los utensilios de otras personas no sirven para mí, por eso hay que utilizar al máximo las potencialidades y dones que el Todo pone a nuestra disposición y cuando acordemos tomar una decisión, ir por un camino de confianza -con fe- de que Dios está con nosotros.
Cuando entendamos que entregarnos en cuerpo y alma a las tareas diarias, nuestro mundo cambiará positivamente, recordando que no estamos aquí producto de la casualidad, en la medida que reconozcamos lo anterior, la gente nos respetará, entonces seremos capaces de ver los problemas no como una adversidad... sino como una oportunidad para crecer.
El tiempo pedagógicamente me ha instruido que el encuentro de las enseñanzas que mi madre me legó, fueron un regalo excepcional de vida, porque dos almas jamás se encuentran por casualidad. Hay un dicho aborigen de Australia que lleno de sabiduría dice: "Todos estamos de visita en este momento y lugar. Sólo estamos de paso. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar y volver a casa."
El viejo Filósofo de Güémez, cuando sea llamado a rendir cuentas al Hogar Paterno, quiere haber participado en la lección llena de ética y moral que el humor provee, debido a que éste es un poder que te libera de la "tiranía de lo perfecto", porque "una sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes"1 y que disfrutan de la armonía con los dones de la vida.
Lo anterior me recuerda a aquella señora que sospechaba de la infidelidad de su marido, por ello contrató al mejor detective de la región para que lo espiara. Al día siguiente el investigador le dio su reporte:
- Siguiendo sus instrucciones, anoche seguí a su esposo. Estuvo en tres bares y luego en un motel de paso en las orillas de la ciudad.
- Me parece excelente su trabajo de investigación -dice la mujer- ¿cree usted que con eso tengo bases suficientes para que mi abogado solicite el divorcio?
- No estoy seguro señora -responde el investigador - yo lo seguí a él, pero el problema es que él la estaba siguiendo a usted.
1. Víctor Ruiz Iriarte.
Dramaturgo español
Filosofo2006@prodigy.net.mx
