"La legalización del consumo de drogas es la solución al problema a largo plazo."
Carlos Fuentes
La solución al problema de violencia que sufre nuestro país no vendrá de México. El gobierno ha equivocado la estrategia. La represión no es la solución. Cada golpe al narcotráfico --cada detención, cada decomiso-- sólo genera más violencia.
La luz al final del túnel surge del referéndum del próximo 2 de noviembre para la posible legalización de la marihuana en California. No hay certeza acerca de si la Propuesta 19 será aprobada o no por los electores. Tampoco sabemos cuál será la reacción de Washington, ya que la legislación federal seguirá prohibiendo la venta de la Cannabis. Sin embargo, la única posibilidad que tenemos los mexicanos de que con el tiempo se solucione nuestro problema de violencia es si el referéndum en California empieza un movimiento que lleve a la legalización en toda la Unión Americana.
Empezar por la marihuana es lógico ya que representa un 80 por ciento del consumo de drogas ilegales en Estados Unidos. Más de un 40 por ciento de los estadounidenses la han empleado por lo menos una vez. Los daños a la salud que produce son significativamente menores a los del tabaco o el alcohol. A pesar de lo común de su consumo, no hay registros de muertes relacionadas, mientras que el cáncer pulmonar, el enfisema y la cirrosis hepática, producidos por el tabaco y el alcohol, acumulan millones de muertes al año. Experimentos con monos sugieren que no hay forma de producir una muerte por sobredosis de marihuana, en tanto que muchas drogas y productos alimenticios legales sí pueden hacerlo. La mayoría de los estudios científicos señala pocas consecuencias negativas y en cambio sí varias positivas por su uso. Por eso la Cannabis fue durante tanto tiempo una planta medicinal.
Legalizar la marihuana no sería una panacea, pero reduciría el mercado criminal. Otras drogas, como la cocaína, las anfetaminas y la heroína, se mantendrían en el mercado, pero su consumo es muy inferior al de la marihuana. Los grupos criminales buscarían otras formas ilegales de ganarse la vida, pero ya no tendrían el respaldo financiero del extenso negocio de la marihuana. Las policías no tendrían que desviar tantos recursos al combate de una droga relativamente innocua lo que permitiría mejores acciones contra los crímenes con víctima. En 2009 fueron detenidas 759 mil personas por consumo (no por venta) de marihuana en Estados Unidos contra 582 mil por crímenes violentos.
Los políticos que hoy se oponen a la legalización de la marihuana pecan de hipocresía. En la Cumbre de Tuxtla en Cartagena, Colombia, el presidente colombiano Juan Manuel Santos se unió al coro de opositores al referéndum de California. Si la ley se le hubiera aplicado a él, sin embargo, no sería presidente de Colombia. Tanto él como los estadounidenses Barack Obama y Bill Clinton han reconocido haber fumado marihuana cuando jóvenes. Si se les hubiera detenido, hoy serían probablemente criminales.
Las razones prácticas para legalizar la marihuana son enormes, pero hay una razón ética, deontológica, que rebasa toda consideración utilitaria. Un gobierno no tiene derecho a castigar a una persona por realizar un acto que no le hace daño a nadie más. Todos debemos tener la posibilidad de decidir qué hacer con nuestro cuerpo. Encarcelar a alguien por fumar lo que se le antoje es un despropósito que ninguna sociedad civilizada debería aceptar.
LA CULPA ES TUYA
Cuando en el pasado las autoridades estadounidenses señalaban que el 80 por ciento de las drogas que se usaban en su país procedía de México, los funcionarios mexicanos correctamente respondían que el 100 por ciento recorría territorio estadounidense y se consumía en Estados Unidos. Hoy el presidente Calderón señala que el 90 por ciento de las armas en México proviene de Estados Unidos. Quizá. Pero el 100 por ciento atraviesa territorio mexicano y se usa en nuestro país. La culpa, en ninguno de los casos, es del otro.
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