Ella es la polémica Lady Gaga, joven celebridad en medio del arte y el consumismo, lo excéntrico, lo provocador y lo fuertemente criticado...
Una neoyorquina insegura hace un par de años se ha encumbrado en el mercado y la mente de muchos seguidores. Puede gustarte o no; pero ella vende.
Detrás de ella hay todo un equipo: productores y músicos que participan en la composición, diseñadores y artistas quienes la usan de maniquí. Sus hits son canciones superfluas, mas posee preparación como artista con una técnica prodigiosa en piano, composición y voz.
Como muchos otros artistas de hoy, ella se coloca en la juventud de esta década como fiel sucesora de la herencia del pasado inmediato y sus influencias: la rebeldía de los ochenta, la energía de los sintetizadores, coreografías apasionadas, la excentricidad, la expresión individualista del ser, la liberación sexual, la provocación del rock, los excesos artísticos, ¿quizás también de movimientos como el pop art al vender arte? Sin embargo, a diferencia de otros, ella como fenómeno es extremadamente popular en un considerable segmento del mercado joven, lo cual la hace fácilmente criticable.
¿Será una contribución pseudoartística y copia de otros no tan conocidos o recordados?
Debo decir rotundamente "no". No es nada nuevo, pero sus espectáculos hechos con tal fuerza y de formas tan públicas, retorcidas y masivas capaces de impresionar y conmocionar a un mercado eternamente susceptible: el joven, como ya lo han hecho decenas de iconos de la contemporaneidad. Su originalidad radica en la resurrección de esos ideales que se mantienen ocultos en la psique de la masa social y sobre todo en lo teatral de estas expresiones.
Puede haber mil críticas negativas; mas ahora intento encontrar su mensaje positivo. Y este, sostengo, es la pasión y el drama de romper el molde; sentirse y expresarse, sin dejarse derrotar por las descarnadas críticas sociales.
Despertar la energía perdida y las ganas de escapar de todo el sufrimiento y encontrar la paz interior, dejar de sentirse pisoteado y demostrar quién eres y qué eres capaz de hacer. Gritarle al mundo con esa voz potente y esa actitud rebelde de música, la tolerancia, la paz y el amor, la belleza de ser uno mismo y desbaratarte por tu pasión. Desbordar el corazón al punto de entregar todo en este escenario de la vida. ¡Todo!
¿Mercadotecnia y consumismo? Imposible negarlo.
¿Efímero? Sólo el tiempo lo dirá. ¿Arte? Por supuesto: expresa y representa el sentir de una época y sus necesidades, con sus matices. Algo ya visto, pero que estas generaciones no habíamos vivido.
Esa energía capaz de culminar en llanto o en la banalidad de olvidar los problemas y entregarse a los sentidos, sabiéndose capaz de dirigirse a donde sea, enfrentando la vida, las frustraciones y miedos, para encontrarse a sí mismo y su camino.
Lo perfectamente imperfecto. El que te digan qué hacer, que te digan eres un fracaso y los sueños no existen, que si no puedes hacer tal o cual cosa no sirves en este sistema ya pasó de moda; ahora se encumbra la creatividad: ¡se trata de ser diferente y decirlo con tanta fuerza como los pulmones permitan!
Pecaré de superfluo quizás, pero en este momento sólo me pondré mis audífonos hasta quedarme sordo.