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Las dos iniciativas latinoamericanas

JULIO FAESLER

Nos llegan de la mano dos anuncios cuyos efectos bien pueden significar un giro importante en nuestras relaciones con América Latina.

Por una parte, está el acuerdo tomado por los Presidentes reunidos en la Conferencia de la Unidad Latinoamericana hace apenas unos días en Cancún de constituir una organización para la cooperación y coordinación de acciones concertadas para el desarrollo social y económico de la región que va desde el río Bravo hasta el estrecho de Magallanes y desde las islas del Caribe hasta los litorales del Pacífico.

Simultáneamente, los Presidentes de México y de Brasil convinieron en echar a andar un proceso hacia la confección de un Acuerdo Estratégico de amplio alcance que abarque no solamente el comercio y las inversiones recíprocas, sino además la coordinación necesaria para fortalecer la presencia e influencia de nuestros dos países en los foros internacionales.

En ambos casos, los trabajos dirigidos a definir estructuras y medidas específicas se llevarán a cabo a lo largo de los próximos meses. En lo referente a la nueva organización latinoamericana en la reunión de Jefes de Estado que se celebrará en un año en Caracas, se anunciarán las características operativas y el plan de trabajo. Por su parte, los trabajos para echar las bases del acuerdo a que lleguen las cancillerías de Tlatelolco e Itamaraty ya comenzaron.

El que la nueva organización regional no incluya a los Estados Unidos y a Canadá ha llamado la atención de muchos observadores nacionales y extranjeros. Algunos han querido interpretar un nuevo grito de independencia a doscientos años de los que se oyeron en la mayoría de las naciones reunidas en Playa del Carmen. Ello significa, se dice, un repentino rechazo de esos países, miembros todos de la Organización de Estados Americanos, heredera de la antigua Unión Panamericana nacida en 1889 en Washington, a la muy tangible hegemonía que se le atribuye al Departamento de Estado por mucho que se haya querido negar.

Todo lo contrario. La nueva organización promovida por el Presidente Calderón, no tiene más finalidad que la de llevar por fin a la práctica las poderosas sinergias que laten en el conjunto de los países latinoamericanos y que hasta la fecha han sido desperdiciadas en perjuicio de sus 570 millones de habitantes. La energía acumulada en términos económicos y políticos y el potencial de sus mercados ha alcanzado la suficiente inercia como para realizar su propio desarrollo conforme a los lineamientos que los mismos pueblos latinoamericanos son capaces de dictarse.

Los intentos de integración que se han sucedido en la segunda mitad del Siglo XX fueron, fundamentalmente, dirigidos a concertar esfuerzos económicos, en especial, los intercambios comerciales y de inversión. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, nacida en 1960 en el Tratado de Montevideo, fue sustituida en 1980 por la Asociación Latinoamericana de Integración. Ha seguido una serie de acuerdos bilaterales de naturaleza sectorial que uno a uno han construido un andamiaje que es tiempo de consolidar con sentido realista que la experiencia aporta.

Uno de los componentes importantes de la Comunidad Latinoamericana que se tiene en la mente llegar a conformar bien puede ser el acuerdo estratégico México-Brasil que está en ciernes gracias al marcado entusiasmo personal de Calderón y Lula da Silva.

Lograr este renovado propósito requiere que los productores de ambos países encuentren los esquemas de coordinación para realizar las tan reiteradas oportunidades que existen para aumentar intercambios, producción y empleo. Los gobiernos tienen que proceder a facilitar esos arreglos entre industriales, agricultores y prestadores de servicios mediante la reducción de obstáculos tarifarios, trabas administrativas y una sagaz combinación de aperturas y sus correspondientes preferencias donde cada caso requiera.

En las delicadas negociaciones que están en puerta hay que comenzar construyendo sobre los éxitos que han cosechado los productores y exportadores de ambos países que ya están aprovechando los nichos de mercado del otro.

A los que se oponen en México y Brasil al proyecto hay que mostrarles con hechos que la comunicación y coordinación de esfuerzos sí rinde frutos y que quedarse en sus propios mercados nacionales o atenerse a los del país vecino es a la larga condenarse a seguir en la ruta del retraso en relación con el mundo.

Para las tan delicadas negociaciones que siempre se requieren cuando los intereses sectoriales se encuentran frente a frente hay más que suficiente experiencia en los gobiernos y los empresarios como para llevar adelante el Acuerdo con todo éxito y resultados tangibles para los mexicanos y brasileños.

Juliofelipefaesler@yahoo.com

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