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Las palabras que mataron a Villa

Atentado. Villa fue asesinado en julio de 1923, un año después de manifestar su simpatía por De la Huerta.  EL UNVIERSAL

Atentado. Villa fue asesinado en julio de 1923, un año después de manifestar su simpatía por De la Huerta. EL UNVIERSAL

EL UNIVERSAL

En la semana del 12 a 18 de junio de 1922, el periódico El Universal publicó un reportaje seriado sobre la visita del reportero Regino Hernández Llergo a Francisco Villa, en su retiro en la hacienda de Canutillo, en Durango. Ese trabajo periodístico, además de tener valor histórico por retratar la vida cotidiana del caudillo, significó un importante punto de quiebre en la política de la época, y representó, según varios historiadores, la sentencia de muerte para Villa, quien fue acribillado el 20 de julio de 1923 en Parral, Chihuahua.

Al publicarse la entrevista, México vivía una efervescencia política con miras a la sucesión presidencial de 1924. El poder se equilibraba en torno al "triunvirato sonorense" formado por el presidente Álvaro Obregón y los secretarios de Gobernación, Plutarco Elías Calles, y de Hacienda, Adolfo de la Huerta. Aunque faltaban dos años para las elecciones, se sabía que Obregón ya se había decidido a favor de Calles, y los grupos oposicionistas buscaban que De la Huerta fuera su candidato presidencial.

En ese contexto, Francisco Villa estaba retirado en Canutillo, con el compromiso de mantenerse en paz durante el gobierno de Obregón. Había rechazado hablar con periodistas e involucrarse en temas políticos. La entrevista de Hernández Llergo fue la primera que concedió en dos años.

En mayo de 1922, Hernández Llergo consiguió ser recibido por Villa por intermediación de Gonzalo Escobar, jefe de operaciones militares en La Laguna. Junto al fotógrafo Fernando Sosa, vivió durante una semana en Canutillo, donde el propio Villa y su secretario, el coronel Miguel Trillo, mostraron el funcionamiento de la hacienda y cómo habían logrado hacer autosuficiente una propiedad que el gobierno federal les entregó en ruinas.

 LAS DECLARACIONES POLÍTICAS Hernández Llergo aclara que aunque Villa pidió expresamente no tocar el tema político en sus charlas, fue el propio militar quien tocó el tema y dio abundantes declaraciones. Desmintió por completo el rumor de que estuviera preparando un levantamiento armado. "El general Obregón me conoce mucho... él no desconfía de mí, sabe que Francisco Villa tiene palabra". Sobre Plutarco Elías Calles, asegura que tenía cualidades, pero criticó su radicalismo.

Los elogios de Villa se centraron en Adolfo de la Huerta, quien ya había ocupado la Presidencia en 1920 y le había concedido la amnistía. "Fito es muy buen hombre, y si tiene defectos, señor, es debido a su mucha bondad. Es un político que le gusta conciliar intereses de todos, y el que logra esto hace un gran bien a la patria. Es una buena persona, muy inteligente, muy patriota y no se verá mal en la Presidencia de la República".

La declaración de Villa que lo historiadores destacan como las más significativas de la entrevista son las siguientes: "Soy un soldado de verdad. Yo puedo movilizar 40 mil soldados en 40 minutos".

En otra parte, afirma: "Últimamente, las prensas se han ocupado mucho de mí, diciendo que quiero ser gobernador de Durango. Eso se debe a que de muchos distritos de Durango me han mandado cartas y comisiones para ofrecerme mi candidatura. Pero yo les he dicho que esperen; que no se muevan, que estén silencitos, porque no es tiempo... Hay miles de mexicanos partidarios míos que están silencitos porque saben que no estoy metido en política".

 LAS FRASES INCÓMODAS Varios autores como Friedrich Katz, Fernando Benítez y Jean Meyer, coinciden en que Villa prácticamente firmó su "sentencia de muerte" con la entrevista, bien por motivaciones políticas, como el manifestar su apoyo entusiasta a De la Huerta; por las amagos velados de un levantamiento armado, o por el cobro de una factura personal de parte de Obregón.

Katz dice que "la entrevista causó consternación en el gobierno y muy especialmente entre Calles y sus partidarios, en particular cuando afirmó que su promesa de no participar en política sólo se refería al gobierno de Obregón, que terminaría en 1924, y que a partir de esa fecha podía ser candidato a gobernador de Durango. Aún más inquietante para el gobierno, y sobre todo para Calles, fue que Villa mostró una clara preferencia por De la Huerta... No está claro qué pretendía Villa con esa entrevista... Su referencia a los 40 mil hombres también puede tomarse como una advertencia para que el gobierno no permitiera una elección fraudulenta y respetara la victoria electoral de De la Huerta".

Fernando Benítez afirma que al escribir la entrevista, el reportero Hernández Llergo trató de cuidar a Villa suprimiendo frases vehementes en favor de De la Huerta, y duras críticas contra Obregón y Calles, "pero las palabras comprometedoras no se las llevó el viento. El Presidente (Obregón), a quien el pueblo llamaba 'el `Manco de Celaya', era un mutilado gracias a Villa, y Villa en aquel momento, a pesar de su palabra de honor, lanzaba veladas amenazas. Villa no había cambiado. Significaba un peligro y Obregón decidió eliminarlo y cobrarse el brazo faltante".

El asesinato de Villa -asegura Jean Meyer- fue sólo el primero de una serie de hechos de violencia que ensangrentaron la sucesión presidencial de 1924. Las pugnas entre grupos de poder, como los sindicatos, los militares revolucionarios y la burocracia, sirvieron como factores que aceleraron la crisis política que culminó con la revuelta encabezada por De la Huerta a finales de 1923, en la que, según Meyer, 60% del ejército se levantó contra el gobierno, y se realizó una purga en la que perecieron unos 7 mil soldados y 54 generales.

Algunas frases del 'Centauro del Norte'

Estas son algunas de las frases más relevantes que Villa dijo durante la semana que el reportero Regino Hernández Llergo lo visitó en su hacienda: ⇒ "La incultura es una de las desgracias más grandes de mi raza... La educación de los hijos de mi raza es algo que no debe pasar inadvertido para los gobernantes y para los ciudadanos. Nunca al problema educativo se le ha dado la atención necesaria... He logrado que los alumnos y los profesores estén contentos en Canutillo: a los chamacos, proporcionándoles todo lo necesario para que se instruyan; a los maestros, respetándolos como yo los respeto y pagándoles con puntualidad. Yo prefiero pagar primero a un maestro y después a un general"

⇒ "Este (su hijo Agustín) es el que quiero que sea doctor. El otro, Octavio, militar, y el más chico, Panchito, de siete meses, será abogado... Tengo cifradas mis esperanzas en mis hijos. Así que vayan terminando sus estudios preparatorios, quiero mandarlos a los mejores colegios de Francia, España o Alemania. A Estados Unidos no. A mis hijos lo primero que les enseño es a odiar al enemigo de mi raza"

⇒ "Muchos de esos políticos de petate, que no tienen en qué ocuparse, han ido a decirle al general Obregón que yo he intentado rebelarme contra el gobierno. Y no es cierto, el general Obregón me conoce y les ha dicho: 'Déjense de chismes, porque yo al general Villa lo conozco mejor que ustedes'... Él no desconfía de mí, sabe que Francisco Villa tiene palabra"

⇒ "En esta época hay muchos políticos ambiciosos, que ningún bien hacen a mi raza; pasan el tiempo discutiendo tonterías y robándose el dinero que le pertenece al pueblo... ¡aquí los quisiera yo ver, en Canutillo, sembrando trigo y parándose a las tres de la madrugada!... Yo, a ésos los tomaría de mi cuenta, los embarcaría en un tren especial, y los haría recorrer la República para que en cada parte, convocaran al pueblo para enseñárselos, diciéndoles: '¡Pueblo, éstos no te hacen ningún bien, sólo hablan y te roban tu dinero!'"

⇒ "Yo he andado entre los millones de onzas de oro, y nunca, se lo juro, me he robado nada... Si lo hubiera hecho, como muchos, ¡Francisco Villa había sido una vergüenza de su raza!... Antes de la Revolución, yo en Chihuahua tenía cinco expendios de carne, dos lecherías y una tienda que me dejaban cien pesos diarios, libres. Todo lo perdí. No quiero ser como muchos que andan reclamando que les paguen lo que perdieron. En este tiempo no es patriótico hacer reclamaciones. Yo estoy silencito. ¡Tal vez, algún día, reclame!"

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Escrito en: centenario

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