L A gente amablemente me escribe a mi correo electrónico preguntándome que ¿cómo es el viejo Filósofo? ¿Cómo ha de ser? Sino un pela'o que vive con la simplicidad con la que se alegran los niños, un campesino que se entusiasma y deleita con el éxito ajeno y que agradece a Dios el milagro de cada nuevo amanecer.
Un Filósofo que aprende las lecciones de la tradición oral de las abuelas de Güémez, de sus viejos, asimila el arte de vivir cada día como si fuese el último y si no lo es -cuando la tarde languidece-, aprende a caer de rodillas pleno en humildad, para dar gracias por el milagro de la vida.
Un campesino que viaja por los caminos de la vida ligero de equipaje, llevando sólo lo indispensable, recordando que sólo voy de paso, soy un hombre que sabe eso de los sueños y creyendo en ellos va en su encuentro.
Soy un viejo que partiendo de la nada, confía en los dones que la vida me ha obsequiado generosamente, creo en mis proyectos y dejando de preocuparme por el qué dirán fluyo con mi naturaleza de vida, como fluye el agua del río hacia el mar.
Al hombre lo acaban las indecisiones, la ausencia de fe, la falta de entusiasmo, el odio, el resentimiento, la amargura, la envidia... ¡Ah! y también la rutina, a todas ellas las enfrento con el don sanador del amor y del humor, que son las dos alas que Dios me obsequió pa' volar por el universo.
El amor, porque es un principio vital que todo lo sana y todo lo resuelve, y el humor, porque me genera un estado de armonía con mis sentidos y de vitalidad en el sistema inmunológico, que me dice que no estoy aquí con usted por casualidad, sino con el firme propósito de transmitirle a usted un mensaje de paz, alegría y felicidad.
De las abuelas de Güémez he aprendido que para la hermosura no hay edad; el encanto personal es un don secreto, un aroma imaginario que flota en el aire, que se concentra en una autoestima alta que te reconcilia con la vida; jamás cometo el error de medirme con los patrones de belleza que la sociedad establece, porque siempre me veré más alto o más chaparro, más gordo o más flaco, el secreto está en amar y respetar al fiel compañero que Dios me regaló en mi vida: mi cuerpo.
Los seres humanos tenemos cinco edades: la del niño, la del adolescente, la del joven, la del adulto y la del "qué bien te ves", es en esa edad precisamente en la que me encuentro; por eso sé respetar mi cuerpo, porque es el instrumento que Dios me dio para trasladarme, comunicarme y triunfar. Diariamente busco el equilibrio entre trabajo, comida, descanso y distracción, nunca me obsesiono por el peso, la belleza, las canas o la salud; bien sé que la naturaleza fluye de forma espontánea.
Me siento parte del milagro del nuevo día, no me obsesiono por lo que según algunos me falta, me entusiasmo por los dones que me sobran. Cada amanecer hago una unidad de amor entre mente, corazón y cuerpo, reafirmo el amor y respeto por mí mismo, siembro en mi mente pensamientos positivos, lleno mi vida de felicidad y gratitud, es lo que me transforma en un ser distinto.
Dios es el principio y fin de mi vida, sé que quien lo tiene no le falta nada; cuando todos te abandonan, él está contigo. Lo encuentro en los pequeños milagros, y en correspondencia a su presencia me esmero cada día en dar una palabra de aliento, un abrazo cariñoso, un corazón que comprenda, porque la vida me ha enseñado que son más importantes que el dinero.
La vida en la Tierra es temporal, todos vamos de paso, algunos atesoran sus bienes como si fueran a quedarse eternamente; el valor de la vida no está en el tiempo que vives o el poder o dinero que tienes, sino en la intensidad con que haces que sucedan las cosas y en el amor con el que las gozas.
Soy un campesino que se regodea, que se divierte, se satisface en el milagro del humor y que sabe distinguir la sonrisa de la burla, por eso mi humor siempre busca no agraviar sino agradar, deleitar, hacer pasar un rato agradable, porque formo parte de un pueblo que ríe de lo risible: los políticos y la política y también de lo solemne: la religión y la muerte.
Lo del humor me recuerda que "lo que no lo descubre el agua lo descubre el tiempo", y hasta ahora se supo el porqué en la guerra de los Estados Unidos contra el régimen de Saddam Hussein, Fox no apoyó a los norteamericanos, se aclara en la siguiente carta encontrada en los archivos de Los Pinos:
"Estimado George: Te escribo para informarte que México no te podrá apoyar en la guerra contra Irak, porque ya se acerca el 5 de mayo... ¡Y vamos a necesitar nuestro tanque, los dos jeeps y las 5 bicicletas pa'l desfile, tu amigo 'Chente' Fox".