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Lazos falsos

¿Amistad o compañía?

Cuando no existe un vínculo real de amistad los intereses se limitan y no nos importa el bienestar, la salud, las alegrías, el crecimiento o la estabilidad del otro.

Cuando no existe un vínculo real de amistad los intereses se limitan y no nos importa el bienestar, la salud, las alegrías, el crecimiento o la estabilidad del otro.

Dr. Manuel Francisco Cervantes Mijares

En no pocas ocasiones nos referimos a ciertas personas como amigas nuestras, cuando lo que nos une a ellas es otro tipo de lazos. Después de todo, la genuina amistad es parte de un proceso de aceptación, donde dar y recibir mantiene un balance que favorece el crecimiento, la evolución y la libertad de los involucrados.

Es frecuente escuchar la frase: “Los amigos verdaderos se cuentan con los dedos de una mano y muchas veces sobran dedos”. Existen diversos niveles de amistad y compromiso entre los seres humanos, pues a lo largo de nuestra vida tenemos incontables experiencias y encuentros con personas que por las múltiples circunstancias conocemos. Algunas pasan desapercibidas y pronto se olvidan, otras se mantienen como recuerdos de momentos especiales y hay unas pocas que permanecen a nuestro lado y llegan a formar parte importante en nuestra existencia y evolución.

De toda interacción con quienes nos rodean aprendemos, recibimos y ofrecemos algunas veces apoyo, consuelo, comprensión, afecto, bienes materiales, oportunidades para lograr algo, consejos. Cada individuo es diferente y al interactuar con otro, la suma de ambas personalidades refleja una dinámica especial en afecto e intimidad, lo cual determina el nivel y la calidad del involucramiento que se logra entre dos seres humanos. De ahí surge la diferencia entre un auténtico amigo y un camarada situacional que, aunque pudiera acompañarnos gran parte de la vida, ante algún cambio o crisis, se aleja o nos hace alejarnos para seguir nuestro camino. A este segundo grupo nos referimos cuando hablamos de lazos falsos.

Y es que hay diferentes tipos de nexos en las relaciones interpersonales. Algunos están dictaminados por necesidades inconscientes, es decir que la interacción es causada por la búsqueda de satisfacción de necesidades no resueltas las cuales esperamos cubrir rodeándonos de gente.

Por ejemplo, si alguien perdió a su padre cuando era pequeño, es probable que prefiera rodearse de compañeros de mayor edad para que lo aconsejen, lo apoyen y estén a su lado en momentos de soledad, como sustitutos de la figura paterna. En un sujeto funcional y maduro este tipo de situación puede dar cabida a una verdadera amistad y a la construcción de lazos sólidos que perduren durante toda la existencia. Sin embargo, al no estar resuelta la motivación inconsciente se cuestionará la relación, y si la otra parte no está lista para cubrir esas necesidades o no acepta hacerlo, se generará un conflicto y un debilitamiento del vínculo.

La amistad legítima es capaz de trascender esto, al igual que el amor de una pareja o el afecto incondicional de los padres, puesto que la necesidad del otro es aceptada como parte de la relación. En cambio si ésta se fundamenta en que uno cubra los requerimientos del otro sin reciprocidad, no se crearán auténticos lazos.

ES MI AMIGO ¿VERDAD?

Hay ocasiones en que la atracción entre las personas obedece a la búsqueda de ser escuchadas o compartir sus vivencias con quienes experimenten algo parecido. Así las reuniones se dan únicamente para platicar sobre los problemas, y casi sin oír realmente al hablante. Se busca construir un espacio para tener una catarsis y muchas veces no hay empatía por parte del oyente, lo que suscita el encuentro es ‘sacar’ los problemas frente al ‘amigo’; de ahí que mientras éste tolere y escuche todo irá bien, pero cuando rompa el silencio y quiera exponer su propia problemática es muy probable que la ‘amistad’ termine y se reanude la búsqueda, intentando encontrar a alguien que oiga sin interrumpir.

También ocurre que individuos provenientes de familias disfuncionales donde se presenta la violencia o el abuso emocional desean liberarse de su sufrimiento, así que contactan a otros para platicar, pero si les ofrecen un consejo genuino para que salgan adelante olvidándose de su rol de víctimas, reaccionan con enojo y se alejan: el oyente se transforma en enemigo porque cuestiona. Ahí notamos que la supuesta amistad sólo fue parte de la dinámica que engloba la violencia intrafamiliar y ayudó a preservar el sistema disfuncional.

Asimismo las adicciones favorecen los lazos falsos, con reuniones de sujetos que comparten un mismo hábito. Mientras se realizan los rituales alrededor de la adicción persiste la ilusión de que ahí hay una relación muy especial. Se convierten en ‘amigos’ que se ven para beber o fumar (muy común), consumir alguna droga psicotrópica, apostar a los casinos, etcétera. Una vez que alguna de las partes aumenta o disminuye su necesidad adictiva y en consecuencia ya no se divierte con el otro, su conexión desaparece.

O en situaciones en las que se tiene una gran afición por determinado deporte y se conoce a más gente que comparte esa pasión. La mayoría de las veces el trato se da solamente alrededor del juego y una vez que termina el evento deportivo no hay más comunicación. Igualmente hay quienes tienen en común el gusto por un género cinematográfico o musical, por participar en eventos artísticos o académicos, aprender idiomas, etcétera, y desarrollan vínculos con aquellos que gustan de esas mismas cuestiones. Pero lo común es que sean superficiales y se limiten a la actividad que los atrajo, y pocas veces se manifiesta el interés por cómo está la otra persona en los diferentes ámbitos de su vida. Cierto que con el paso del tiempo algunos logran establecer verdaderos lazos, sin embargo para que ello ocurra se requiere que los espacios se amplíen y los interesados compartan otras dimensiones humanas, es decir que la motivación no sea simplemente practicar una disciplina o hobby, o tener en común una pasión.

La pertenencia a determinada organización laboral también genera relaciones entre la gente, y claro que un trabajador que cuente con una posesión o una habilidad que el otro no tenga, puede originar que se busque su cercanía. Pasa lo mismo con nexos establecidos por el nivel económico o el estatus social, los cuales son poderosos imanes para rodearse de ‘amigos’, que aparecen por mera conveniencia.

CONSTRUYE VERDADEROS LAZOS

Cuando no existe un vínculo real de amistad los intereses se limitan (a gustos, actividades o vicios) y no nos importa el bienestar, la salud, las alegrías, el crecimiento o la estabilidad del otro. ¿Cuál es el objeto de invertir tiempo y energía en una relación así? Lo mejor es empezar por descubrir que la amistad no consiste nada más en apreciar una parte de alguien; los verdaderos lazos implican aceptar al otro en todas sus dimensiones y acompañarlo en forma incondicional. Así podremos compartir lo más preciado y profundo, que es su esencia, y al recibirla nos transformaremos en parte de esa persona. Y sólo así nace una auténtica amistad.

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