El severo revés que sufrieron los demócratas y el presidente Barack Obama puede resultar paradójicamente una mejor opción para la crisis que enfrenta Estados Unidos.
El triunfo arrollador de Obama y su partido en el 2008 levantó una euforia de los liberales que a su vez provocó el resentimiento y la fuerte hostilidad de los republicanos.
Hoy los republicanos vuelven a la carga al obtener un total de 239 escaños en la Cámara de Representantes contra 185 de los demócratas. Mantienen la minoría en el Senado pero con una menor diferencia de 52 asientos demócratas contra 46 del partido conservador.
En las gubernaturas la supremacía fue impresionante: 23 estados fueron para republicanos contra nueve de los demócratas, quienes rescataron tres estados importantes: California, Nueva York y Massachusetts. Pero perdieron Texas, Arizona, Nuevo México, Florida, Pennsylvania, Ohio y Georgia, entre muchos más.
Al lograrse un balance en el poder legislativo, Obama tendrá que adoptar una estrategia más conciliadora al tiempo que los republicanos podrán negociar mejores acuerdos y dejar a un lado su posición inflexible que asumieron en los últimos dos años.
Obviamente puede darse el caso contrario, es decir que cada fracción se enclaustre y se viva una feroz disputa política de aquí al 2012 cuando Estados Unidos votará por su presidente.
En esta contienda queda claro que el sistema electoral norteamericano sí funciona y premia o castiga a quienes no cumplan con sus promesas como es el caso del Gobierno de Barack Obama.
Pero al mismo tiempo no llegó al extremo de emitir un cheque en blanco para los republicanos a quienes les otorgó la mayoría en una cámara pero no en ambas como algunos pronosticaban.
Valdría la pena considerar algunas lecciones de este proceso electoral para México en donde todavía el sistema se recarga en los partidos y el aparato gubernamental y no en los ciudadanos.
Para muestra vayan los siguientes botones:
1) La señora Meg Whitman gastó de su bolsa 142 millones de dólares en lo que ha sido la campaña electoral más costosa de los Estados Unidos. Pero nadie la castigó ni limitó sus deseos de luchar con sus propios recursos por un puesto político.
2) Con la desastrosa derrota de Whitman por más de 10 puntos quedó en evidencia que el gasto en campañas no es determinante a la hora de votar. Los electores, al menos en Estados Unidos, son mucho más inteligentes de lo que piensan los políticos y los dirigentes de partidos.
3) Infinidad de candidatos independientes compitieron a lo largo y ancho del país en todo tipo de puestos. Muy pocos ganaron, es verdad, pero su participación enriqueció las contiendas y sirvió para que los partidos oficiales recordaran que su franquicia no es exclusiva.
4) En los medios de comunicación y en las calles se observaron anuncios publicitarios, carteleras y promocionales hasta el día de las elecciones. Esto incita a votar y a recordar a los olvidadizos que las urnas se cierran hasta las ocho de la noche. No condiciona, pues, el destino del voto.
5) Barack Obama, Arnold Schwarzenegger y otros funcionarios públicos realizaron campañas de apoyo a sus candidatos a lo largo de las últimas semanas. Incluso utilizaron los equipos oficiales de seguridad y de transporte, y nadie los criticó por ejercer sus derechos como ciudadanos.
6) Medios de comunicación, empresarios, actores, dirigentes sindicales y celebridades deportivas, respaldaron abiertamente a candidatos y partidos. El mismo día de la elección en muchos diarios se publicó la lista con recomendaciones de candidatos y propuestas a ser votadas. Hasta el momento nadie ha sido acusado penalmente por ello.
7) Finalmente en toda la Unión Americana se votaron miles de propuestas de gobiernos, organizaciones y ciudadanos con la intención de consultar a la comunidad sobre cambios importantes en la vida pública. Algunas fracasaron, otras avanzaron, pero lo importantes es que fueron ciudadanos quienes decidieron y no los legisladores, funcionarios o los partidos políticos.
Queda mucho por aprenderles a los vecinos yanquis que con todo y sus fallas han desarrollado un sistema de alta participación ciudadana.