"La libertad de expresión es el cimiento de los derechos humanos, la fuente de la humanidad y la madre de la verdad."
Liu Xiaobo
China tuvo mucho más éxito en censurar la información sobre la ceremonia en que debió entregarse el Premio Nobel de la Paz al disidente Liu Xiaobo que Estados Unidos en evitar la difusión de las filtraciones diplomáticas de Wikileaks.
Si bien Julian Assange está detenido y el portal de Wikileaks se ha convertido en un judío errante en busca de servidor anfitrión, la información se ha difundido de manera amplia en todo el mundo. En cambio, la mayoría de los chinos o no han sabido de la concesión del Premio Nobel de la Paz a un compatriota o han escuchado solamente la versión de que el galardón es una farsa montada por las potencias occidentales envidiosas del creciente poderío chino.
Ni el premiado Liu ni ningún miembro de su familia acudieron a la ceremonia del Premio Nobel en Oslo este viernes 10 de diciembre. Esto no había ocurrido desde 1935, cuando Adolf Hitler prohibió a cualquier alemán acudir a la ceremonia en que se galardonó a Carl von Ossietzky, quien se encontraba recluido en un campo de concentración. Cuando se concedió el premio de 1975 al escritor soviético Andréi Sájarov, su esposa, quien se encontraba fuera de la URSS, sí pudo acudir a recibir el premio.
La fuerza económica y diplomática de China quedó de manifiesto por el hecho de que 16 países con representantes diplomáticos en Oslo se abstuvieron de acudir a la ceremonia, entre ellos Cuba y Venezuela.
Los medios de comunicación de China no mencionaron el Nobel y en cambio sí prestaron especial atención a un inventado aunque fallido Premio Confucio por la Paz. Las transmisiones en televisión de paga de la CNN y la BBC, por otra parte, fueron interrumpidas para impedir cualquier referencia a la ceremonia de Oslo. Una mención del Premio Nobel en un blog fue eliminada minutos después de aparecer.
A nivel internacional, donde el gobierno chino no podía impedir la difusión de la noticia, Beijing calificó la ceremonia de "farsa política" y afirmó que mantendría su lucha "contra los intentos de cualquier país o individuo de usar el Premio Nobel de la Paz para interferir en los asuntos internos e infringir la soberanía judicial china".
Lo peor del caso es que Liu Xiaobo está en la cárcel simplemente por haber promovido y firmado un documento, la Carta 08, que pedía una reforma política para lograr una mayor democracia en China. No cometió ningún otro "acto criminal".
Con el rechazo a la demanda de mayor democratización y la detención de Liu, así como con el esfuerzo por impedir la divulgación de información sobre el premio, el Gobierno chino está dando muestras una vez más de su intransigencia. En contraste con sus aciertos en materia económica, la cerrazón política del régimen es cada vez mayor y puede agravarse ahora con la concesión del Nobel a Liu.
El mundo no puede tratar de aislarse de China. La importancia que tiene este país en la economía internacional es mayúscula. No hay, por otra parte, ninguna razón para pensar que los boicots económicos, como el que mantiene Estados Unidos contra Cuba desde hace 50 años, funcionen para producir la apertura de un régimen autoritario.
Es inquietante, sin embargo, que un país destinado a convertirse en la mayor potencia del mundo continúe empeñado en mantener un régimen en el que no sólo es encarcelada una persona por promover una reforma política sino en el que se censura con éxito toda información sobre el tema.
La procuraduría capitalina ha elaborado un manual titulado "Política criminal para la procuración de justicia en el Distrito Federal. Programa integral 2010.2012" que busca imitar las prácticas de censura de Venezuela. El documento presenta como ejemplo la Ley de Responsabilidad de Radio y Televisión que el gobierno de Hugo Chávez promulgó en 2004 para censurar la cobertura del crimen por parte de los medios.
