D Esde hace un buen tiempo los hemos estado esperando. De repente en la calle vemos avanzar, como no los conocemos aún, a un individuo con las características que nuestra mente fantasiosa les atribuye a los seres de otros mundos, basta que caminemos por cualquiera de la calles de la ciudad para encontrarnos con sujetos de aspecto siniestro que si no son de este mundo méritos no les faltarían. Es cierto que nunca los hemos visto, pero de seguro que no son muy diferentes a nosotros. Los hemos caracterizado como pertenecientes a culturas más avanzadas que la nuestra, que no podrían llegar hasta nosotros, a través de los espacios siderales, si no es con naves apropiadas equipadas para viajar las enormes distancias astronómicas que nos separan, esto dicho suponiendo que existan. La ficción se ha adelantado por lo común a la ciencia, por lo que se supone que son civilizaciones más aventajadas que la nuestra que se pueden mover de un lado a otro del universo sin mayores contratiempos, como quien va de Torreón a ese bello rincón de la provincia que es la placita de Lerdo.
Antier, leía en El Siglo de Torreón, una nota en que se plantea la posibilidad de que la vida extraterrestre pudiera existir ya mismo en nuestro entorno. En la guerra de los mundos, H.G. Wells plantea la existencia de alienígenas pretendiendo apoderarse de nuestro planeta exterminando a sus habitantes sin decir agua va, tripulando modernas naves de guerra. Lo que no logran debido a que no están preparados para soportar los microorganismos existentes en la atmósfera que rodea la Tierra. Después de una defensa heroica sin resultados favorables a los nuestros, las naves interplanetarias se desploman al morir sus ocupantes que no estaban vacunados para resistir ya no digamos la influenza A HINI si ni siquiera el catarrito que alegremente predecía nuestro ahora ex secretario de Hacienda refiriéndose al descalabro económico que empezaba a resentir este país. En aquellos años, principios del siglo XX, el autor del libro, narró en la radio la invasión con una mala leche, digna de mejor causa, indicando que las naves espaciales estaban tomando el capitolio en Washington y matando a cuanto cristiano se les atravesaba, creando un terror real en los oyentes, que despavoridos llenaban los templos de la ciudad
Pero no, Paul Davies, científico de la Universidad de Arizona, se refiere a que hay formas de vida alternativa, probablemente microbiana. Por lo que podría existir vida extraterrestre en la Tierra siempre que se comprobara que estuviera compuesta con elementos exóticos que ninguna otra forma de vida tiene. Lo que pasa es que Davies no ha visto a nuestros compatriotas comiendo con voraz apetito "chinchulines" que son tripas del intestino delgado, cubiertas generosamente de grasa, en un carrito que se estaciona en la calle, a un costado del edificio que alberga a nuestro periódico, que muestra estómagos que no parecen humanos, pues serían capaces de digerir tuercas y tornillos si se los pusieran en una tortilla. Rasgos más inusuales no los encontraremos en toda la galaxia, pues son organismos que sobreviven por encima de cualquier toxicidad. Y aún peor. Hay familias enteras que sobreviven hace años a una hambruna, mortal de necesidad, si no fuera porque se trata de gente acostumbrada a no comer, que viven, ni más ni menos, que con puras rebanadas de aire. En veces aderezadas con las tolvaneras laguneras, ricas en microorganismos, capaces de provocar a otros, que no fuéramos nosotros, las enfermedades pandémicas más inverosímiles.
Es interesante cómo la curiosidad humana ha creado radio telescopios que escudriñan el cielo esperando una señal inteligente. Que hasta el momento no se ha presentado. ¿Quién estará allá afuera? En las noches me asomo al cobertizo mirando las estrellas, que titilan como si me hicieran señas de que están enteradas de que a millones de kilómetros hay seres humanos que esperamos que algún día vengan a visitarnos. No hace mucho, el 6 de octubre del 2008, un asteroide que pesaba 80 toneladas se aproximaba a la Tierra, estableciendo los astrónomos que "sólo" tenía uno pocos millones de años de existencia. La peculiaridad de este visitante que se estrelló en la Tierra es que era un meteorito tipo alondritas-uralitas con una textura y composición que lo diferencia de cualquier otro meteorito anterior encontrado en la Tierra. En fin, los humanos del futuro podrán viajar encima de un cometa por toda la galaxia. De los cometas conocidos el Halley, grande y brillante, orbita alrededor del sol cada 76 años. Si no lo cree, vea: Una anécdota la protagonizó el escritor Mark Twain que nació en 1835 cuando pasaba el cometa, que era visible con su larga cauda a plena luz del día en la bóveda celeste. Habiendo presagiado Twain que se iría en ese cometa porque en él había venido, muriendo en 1910, a un día de distancia de que volviera Halley después de su viaje a los confines de nuestra Vía Lactea.