A noche encerraba misterios que parecían a punto de revelarse. A lo lejos se escuchaba el aullido de lobos. La luna iluminaba con menguada luz el valle, ocupada en liberarse de girones de negras nubes que a veces la ocultaban como si el viento en las alturas la moviera en el firmamento dándole al satélite un aspecto siniestro. El tiempo se detuvo. La atmósfera adquirió una claridad extraña. Algo sobrenatural estaba por suceder. Tanta era la calma que el viento no soplaba como era común. Se produjo un sosiego que hizo estremecer a las madres que se apresuraron a tomar en los brazos a sus pequeños vástagos. Los labriegos alrededor de la agreste montaña del Blocksberg se santiguaban cerrando abruptamente las desvencijadas puertas de sus humildes viviendas, al ver aproximarse seres espantosos montados en escobas, gatos o cerdos con largas capas oscuras que cubrían sus cuerpos sin piernas que habían dejado ocultas en algún breñal.
En la montaña resonaba un furioso canto mágico: Al Broken suben ya las hechiceras/ Amarilla es la paja y verde el trigo/ la turba que a Satán tiene por caudillo/ en la fetidez anegan monte y valle/ cuescos de bruja y macho cabrío. Era la esperada noche de Walpurga, cuando el Maligno se reúne con sus amigas hechiceras en un acostumbrado rendezvous diabólico. En el cielo se veían acercarse, cual parvadas de cuervos, dando graznidos de alegría, las brujas que acudían a orgiástico ritual en un aquelarre al que asistiría el mismísimo diablo en persona y su séquito infernal. Las hogueras daban al páramo un singular ambiente. La luna por fin se oculta entre nubarrones que anuncian tormenta.
En la sala cinematográfica proyectaban la película El Ahijado de la Muerte donde Polo Ortín se encuentra con "la huesuda" en el panteón de San Andrés Mixquic, protagonizada por Ema Roldán, a quien le propone sea la madrina de su hijo, que al crecer será inmune a las balas, caracterizado por el charro cantor Jorge Negrete. En realidad quiero, con esta cita, resaltar cómo el culto a la muerte surge en Xochimilco donde desde siempre se le ha venerado. Para los Aztecas era la diosa terrestre de la vida y de la muerte. A Coatlicue se le encontró casualmente a un costado de la Catedral en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, por personas que hacían trabajos de excavación. Ahí permanece la que en náhuatl significa: la de la falda de serpientes.
Se han quebrantado las sencillas costumbres de antaño. En los años del Torreón antiguo, las familias con recogimiento acudían a los cementerios para estar en el lugar donde regresarían sus parientes en el día en que la conseja indicaba que se abrirían las puertas del más allá. Las gentes sencillas acudían con escoba y una tina para agua que derramarían encima de la lápida, llevaban comida para quedarse todo el día conviviendo con los espíritus de sus seres queridos. La plataforma arrastrada por una vieja locomotora hacía el viaje sobre las vías que entonces pasaban por un costado del panteón Torreón, moviéndose con personas que no teniendo otro medio de trasporte llevaban sus ramos de cempasúchil para sus difuntos. Sentados en las orillas del improvisado furgón dejaban que colgaran sus piernas, dando a la escena un especial colorido. Bien, de muertos hemos hablado, mañana otros hablarán de nosotros. Y así hasta el fin de los días.
La comunidad universitaria y el gremio de abogados está de luto por el deceso del ilustre maestro Luis Treviño Medrano, quien se ha adelantado en el camino. A su esposa Doña Cristina Martínez e hijos se les desea pronta resignación. Descanse en paz el fino amigo.