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Los chiquilicuatros

GILBERTO SERNA

 H A llegado la hora de la verdad. Después del abrupto camino en que no faltaron los tropezones, uno que otro revolcón e intentos de piquetes de ojos, este fin de semana por fin se podrá descorrer el velo en los Palacios de Gobierno de las entidades en que habrá cambios de titular. Los cortesanos están nerviosos, momentos antes había pasado presuroso el emperador en turno, acompañado de una cauda de bufones. No se detuvieron, por lo que no pudieron ver el alfanje que traían sus más cercanos colaboradores a las espaldas. En las caras se veía la preocupación, apenas revelada por lívidas manchas alrededor de los ojos. Los más cercanos alcanzaron a escuchar lo que bisbisaban entre dientes. "Cómo se me fue a ocurrir, dónde tenía yo la cabeza, en qué estaba pensando, desde que lo escuché en la confrontación me dije: este atolondrado, tarambana, chiquilicuatro, con sus poses de: 'ya la traigo en la bolsa', lo único que hizo fue enseñar el cobre. No siguió al pie de la letra mis instrucciones. Lo escogí como mi sucesor por su docilidad. En este país los procesos eleccionarios jamás serán democráticos. A la gente hay que decirle por dónde, yo mismo fui escogido de esa manera. En mi partido político hice y deshice, imponiendo como candidato al que convenía a los intereses de mi grupo".

Si me piden que haga una disección detallada del proceso electoral, lo haré. Debo de partir de la base de que la elección no es un silogismo. En efecto, ustedes recordarán el clásico que dice 1° Todos los hombres son mortales, 2° Sócrates es un hombre, 3° Luego, conclusión, Sócrates es mortal. Pues bien, en la política a la mexicana no necesariamente operan las tres proposiciones como un silogismo, en el sentido que los cánones mandan, dado que la última de las proposiciones no necesariamente se deduce de las otras dos. Esto es, si democracia es la doctrina política en que predomina la voluntad popular, las elecciones deberían ser producto de una democracia. El candidato a gobernador, por lo común, es seleccionado entre los "cuates" del Ejecutivo saliente, por el cual los ciudadanos que concurren a las elecciones, una vez que han sido cooptados por el proselitismo gubernamental, suelen votar sin restricciones. A esto me referiré en el párrafo que sigue.

De lo que hemos visto suelen publicarse resultados de encuestas en que los delfines, los apoyados por algunos de los gobernadores, disimulada o descaradamente, que no han resistido la tentación de meter su cuchara, siempre llevan la delantera en todos los municipios. Se trata de hacerle el caldo gordo al candidato del gobierno, tomando en consideración que la ciudadanía acude a las urnas a depositar su voto, no conociendo a ninguno de los aspirantes, aparentemente el sondeo le indica quién es el más popular. Lo que no siempre es verdad. Por ejemplo en las elecciones del próximo domingo habrá una competencia en la que, siguiendo el viejo principio ranchero de que: "Pa' los toros del Jaral, los caballos de allá mesmo", los partidos opositores al partido oficial, en diversas entidades, decidieron juntarse alrededor de un solo candidato que resultó ser un antiguo camarada de aquéllos. La ventaja es que conocen al dedillo el pie del que chuequean en su afición cleptómana por ganar los comicios a como haya lugar. Lo que no sabemos es si cuentan con los recursos suficientes para desbaratar los maquiavélicos planes de sus antagonistas. El dinero cuenta, vaya que cuenta, en este país de pobreza inicua y desmedradas oportunidades.

La pregunta que los ciudadanos se formulan es cuáles serán las motivaciones para que los gobernadores expongan su capital político. ¿Será acaso un deseo insano de supervivencia? ¿Necesitan a alguien de confianza que les cuide las espaldas? ¿Se trata de tapar malos manejos? ¿Lo hacen con el propósito de proteger a los suyos? ¿Será cierto que el poder enajena y pretende seguir mandando detrás del trono? ¿O en sus sueños de opio se disponen a asumir su precandidatura para la grande, demostrando gran poderío político al dejar heredero? ¿O es responsabilidad adquirida con su partido político tal como lo hizo su antecesor de no permitir el arribo de un opositor? Sea lo que sea, los órganos electorales no brindan la imparcialidad que se espera de ellos. En muchos de los casos se debe a que no existe ratón que se atreva a ponerle el cascabel al gato, esto es, quienes ejercen el poder lo ejercen a plenitud, los demás suelen plegarse a sus extravagancias, lo que es explicable ante la ausencia de valores cívicos. En fin, pareciera que, en las esferas del poder, de cada entidad federativa, salvo honrosas excepciones, hay una confabulación en contra de la democracia, cualesquiera que haya sido el color del partido político del que se originaron las autoridades.

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