La Ley de Ingresos para 2011 que la Cámara de Diputados acaba de aprobar prevé un débil déficit fiscal de 0.5% del Producto Interno Bruto, superior al de 0.3% propuesto por la SHCP en la iniciativa que mandó a los legisladores. El porcentaje es, sin embargo, inferior al de 0.7% que se autorizó para el año 2010 que termina.
El que el Gobierno haya insistido en reducir la proporción del déficit presupuestal, pese a las muchas presiones que hay para aumentar lo más posible los gastos oficiales, expresa la persistente intención de llegar lo antes posible a la meta de un presupuesto equilibrado que se prevé para 2015. El que la Cámara de Diputados haya decidido aumentar en 0.2% el déficit refleja la inevitable necesidad de mantener un margen siempre insuficiente de gasto para programas sociales dirigidos al combate a la pobreza o para proyectos de infraestructura, incluso anti cíclicos, pero que también contienen el propósito de generar empleos.
Los déficit presupuestales son asunto que divide profundamente opiniones tanto de los economistas, por razones técnicas, como entre los políticos por razones que recalan en conveniencias electorales. La obsesión de los economistas ortodoxos por mantener en equilibrio los presupuestos públicos responde a concepciones puristas de la contabilidad pública, de que jamás hay que gastar lo que no se tiene.
Las realidades, empero, comprobables hasta a nivel personal o familiar, enseñan que el anticipar un gasto necesario, aunque no se tenga inmediatamente disponible su importe, es perfectamente justificable, y aun deseable, si esa erogación se respalda en un programa de ahorro que provenga de ingresos ciertos. El que los ingresos futuros sean definibles como seguros, dependerá de la capacidad que tenga, sea el individuo, sea el Estado, de generarlos. Es obvio que ello a su vez depende de la planeación que respalde su redituabilidad. Deben ser ejecutadas conforme a calendarios claros y disciplinados. Los déficit que se autoricen con este motivo son justificables.
Los países en desarrollo podemos acelerar el ritmo de crecimiento económico mediante gastos públicos deficitarios si son recuperables a plazo determinado o bien sean utilizados para aumentar la capacidad productiva de la sociedad. Los recursos que se distribuyan a la población más pobre a través de programas sociales cumplen este propósito al apoyar económicamente a los sectores que requieren subsidios en efectivo u ocultos para superar su precaria condición.
A este respecto, son ya alentadores los logros que ya se van obteniendo en nuestro país en el combate a la pobreza y que empiezan a reflejarse en los índices reconocidos internacionalmente. La Comisión Económica de América Latina ha declarado que el porcentaje de pobreza en México está decreciendo como resultado de los programas de asistencia como el de Oportunidades, que, por cierto, lleva más de quince años de estarse aplicando, o el de Salud Popular. Con estas estrategias estamos reforzando el potencial de la población más abandonada con recursos tangibles que elevan su nivel de vida y por ende, su capacidad para responder a sus estrujantes retos diarios por medio de sus propios esfuerzos.
Contrario a lo que se propala con tanta insistencia, muchas veces intencionada, por los medios masivos, no todo en la administración del presidente Calderón es alarmante noticia de violencia, muerte y secuestro. La guerra que se libra contra las mafias y el terrorismo que las acompaña tiene que entenderse como parte de un esquema completo de promoción de bienestar y productividad nacionales que se despliega vía factores diversos simultáneamente operados entre los cuales está, evidentemente, el de reducir el combate al narcotráfico a dimensiones de manejo policiaco dejando atrás su actual categoría de amenaza a la seguridad nacional.
La seguridad del país, empero, también se determina en términos económicos. En este campo no todo son cifras de desempleo o cierre de actividades. Los datos más recientes indican que hay un despunte firme en las actividades industriales mientras que, contra lo que parecía un lugar común todavía hace pocos meses, el PIB ha crecido en este año 2010 a un ritmo que puede superar el 4%. Sin duda que este repunte parte de la severa baja en el PIB que se registró en 2009. La simple realidad, innegable, es que ya hemos dejado atrás el bache de recesión que nos llegó del quebranto hipotecario y financiero norteamericano que comenzó en 2008.
El magro déficit de 0.5% contenido en la Ley de Ingresos para 2011 contribuirá a impulsar el crecimiento económico que en México ya se reinició a nuevos niveles.
Juliofelipefaesler@yahoo.com