Han pasado seis meses desde que el mexicano Anastasio Hernández fuera brutalmente golpeado en la zona fronteriza de San Diego y Tijuana por agentes de varias corporaciones norteamericanas y todavía es hora que no se informa absolutamente nada en torno a la investigación oficial de los hechos.
La familia de Anastasio, quien falleciera tres días después por los golpes y las descargas eléctricas recibidas por una veintena de guardias, está desesperada ante el hermetismo y frialdad mostrada por las autoridades ante este grave abuso y violación de derechos humanos.
Vale preguntarse, ¿qué habría pasado si un ciudadano norteamericano hubiera sido asesinado por agentes mexicanos en el vecino país? Obviamente la presión oficial y mediática hubiera sido terrible por parte de Estados Unidos para que el caso fuera resuelto en cuestión de semanas.
Lamentablemente no ha ocurrido así con el caso Anastasio, el silencio de las autoridades y los medios de comunicación impresiona a pesar de no ser un hecho aislado ni tampoco el único.
En los últimos años los excesos de autoridad del tío Sam se han disparado y algunos han llegado a niveles intolerables. En la línea divisoria México-Estados Unidos podemos mencionar decenas de muertes provocadas por abuso de las autoridades. Uno de los casos más espinosos ocurrió en junio en Ciudad Juárez: un agente de la Patrulla Fronteriza acribilló en suelo mexicano a Sergio Adrián Hernández de 14 años de edad, supuestamente por lanzar piedras al oficial.
A nivel internacional destacan las arbitrariedades contra presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib así como los abusos físicos y sexuales en la base de Guantánamo, en ambos casos el ejército norteamericano se vio obligado a sancionar a los responsables lo que no ha ocurrido con los inmigrantes mexicanos.
Podríamos mencionar también las invasiones innecesarias a Irak y Afganistán que han causado las muertes de miles inocentes además de daños irreversibles para tantas familias norteamericanas que han enviado a sus hijos a la línea de fuego.
Cuando vemos a jóvenes militares con rostros infantiles en aeropuertos de Estados Unidos no podemos dejar de sentir congoja por la desdicha que vivirán en guerras que ni les incumbe ni compete por meros caprichos políticos que metieron a Estados Unidos en un túnel sin salida.
La reciente revelación de WikiLeaks es otra muestra de la arrogancia de una autoridad que sin ningún recato se dedica a vigilar al mundo entero e incluso a espiar ilegalmente a organismos y gobiernos internacionales respetados como es el caso de las Naciones Unidas.
Sorprende además la facilidad del Gobierno norteamericano para reprimir a quien se sale del huacal como ocurrió con Julian Assange, el fundador del polémico portal, quien difundió los secretos del tío Sam y terminó siendo arrestado por un delito menor, aunque penoso y humillante.
Assange declaró en reciente entrevista que el objetivo de WikiLeaks es "tratar de hacer un mundo más civilizado y actuar en contra de las organizaciones abusivas que empujan en sentido contrario". Pero eso no lo entiende el tío Sam quien analiza la posibilidad de acusarlo de conspiración para meterlo a la cárcel por una larga temporada.
Quizás el delito principal de Assange es ser extranjero -nació en Australia- porque a decir verdad periodistas norteamericanos han publicado denuncias más graves como ocurrió en el escándalo Watergate, entre muchos otros sucesos que han sacudido a Washington.
En el caso de Anastasio Hernández, sus familiares han decidido interponer una demanda civil por los daños económicos causados por su trágica muerte.
La decisión fue tomada apenas esta semana tras la negativa durante seis meses de la autoridad norteamericana de ofrecer alguna explicación sobre la espantosa paliza protagonizada por agentes de aduanas, del ICE y de la Patrulla Fronteriza, el pasado 28 de mayo.
¿Se necesitará entonces que WikiLeaks revele los pormenores de tal investigación? Suponemos que sí porque todo parece indicar que el Gobierno de Estado Unidos ha perdido el respeto hacia México y hacia los mexicanos.