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Los gatos y el WikiLeaks

GILBERTO SERNA

Es Assange un moderno Hermes, transformado en mensajero de los dioses o un charlatán que pretende lucrar a costa de los secretos que legalmente conviene a una nación. Una cosa u otra, lo cierto es que está abriendo una caja que si no es la de Pandora de la mitología se le parece mucho, dado que al levantar la tapa deja escapar como en efecto está sucediendo al provocar que se diga la verdad de un lenguaje diplomático que desmonta de golpe y porrazo por aquel dicho popular de que la verdad no peca, pero vaya que incomoda. Algún beneficio se debe lograr pues puede que haya llegado la hora de develar los misterios de que se rodean los hombres en el poder. La sociedad reclama que lo oculto salga a la luz pública, que haya medios de comunicación no sujetos a ningún tipo de adulación, teniendo un perfil de prensa libre solidaria con el interés colectivo.

Esto ha provocado, aquí en nuestro país, que haya nerviosismo si se siguen aireando informaciones que se consideraban altamente confidenciales. Con esto entenderán lo grave que es andar averiguando que hacen los mexicanos que no tenemos vela en el entierro. Desde tiempo atrás se sabe que los espías abundan por estos lares. Lo que con un sentido de humor se dice que hay pájaros en los alambres referido a que alguien interviene subrepticiamente nuestros teléfonos. Si lograra un ciudadano común ver la cantidad de cables que le rodean, semejante a una red para cazar mosquitos tejida por una laboriosa araña, nos daríamos cuenta de que como nunca estamos expuestos a que cualquiera interfiera en nuestras comunicaciones. No es de extrañar lo que a nivel mundial se ha provocado. Estamos regresando a la cuna de la humanidad: estamos indefensos, en un mundo tecnológico que se está convirtiendo en una enorme oreja que oye todo aunque nos escondamos en lo más recóndito del planeta.

Han ido pasando los días y los gobiernos de los países afectados por las informaciones que ha estado divulgando WikiLeaks por medio del Internet, más lo que se espera se esté cocinando para difundirlo en un ambiente social que está ávido de noticias, cosas que en el pasado les han estado escamoteando con diversos argumentos, quisieran tener en sus manos al australiano cuyo sitio web los ha puesto en un predicamento para apretarle el pescuezo y cortarle la lengua (dicho en un sentido figurado equivalente a mantenerlo callado) no como le sucedió a don Belisario Domínguez, a quien esbirros le extirparon ese apéndice, con el propósito de ejemplarizar a quien se atreviera a disentir con el régimen de Victoriano Huerta tachándolo de espurio, sino presionándolo con conseguirle un auto de formal prisión sin que importe qué delito se le impute. ¡A la cárcel con sus huesos!

Por lo pronto no lo dejan ni a sol ni a sombra. Desde un principio está retando a gobiernos que cuentan con la maquinaria para acabar con él, por el atrevimiento de crearles una sensación de agobio. Nadie se había atrevido a hacer lo que ha hecho Julián Assange que los ha puesto a sudar de sólo pensar se llegue a saber que juegos y rejuegos acostumbran sin que haya una línea que le diga al ciudadano común cuándo es necesaria la confidencialidad y cuándo se pretende solamente encubrir un quehacer reprobable del sector gubernamental que por ese único motivo se busca que no trascienda en el medio social. En el primer caso está justificada la reserva, en el segundo no sólo es injustificada sino que además atenta contra el interés público. En un caso se trata de alta política en tanto en el otro se trata de un animal que se escuda en la necesidad de obrar con cautela para, como los gatos, tapar su porquería.

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