Cuentan que el presidente Porfirio Díaz, aludiendo a los políticos de su tiempo al ver que se alzaban en armas en contra de su gobierno, con hechos donde intervenían humanos dada su educación campirana o simplemente armaban una alharaca, acostumbraba a deslizar expresiones bucólicas, como equiparar sucesos ocurridos entre los animales. Así, cuando se percataba de que una ave de corral hacía mucho ruido llegaba a la rápida conclusión de que quería comer, por lo que expresaba con experimentada sapiencia "ese gallo quiere su máiz", con lo que daba por resuelto el asunto. Hay quien piensa que el maiceo se refiere a políticos que a cambio de un embute suelen torcer su criterio o a periodistas críticos al régimen, teniendo además, en ese caso, una frase diferente: perro con hueso en el hocico ni ladra ni muerde. Otros afirman que es una trampa común entre fulleros que llenan el buche de su propio gallo, con maíz o con plomo, para, enterado de la ventaja que se le daba al gallo del contrario, el bribón apostaba a éste con la seguridad, gracias a su treta, de ganar.
Esto lo traigo a colación por la mención que acaba de hacer el Príncipe de la Iglesia Católica, Juan Sandoval Íñiguez, de que los ministros de la Suprema Corte de Justicia fueron maiceados (sobornados) por Marcelo para aprobar la constitucionalidad de las reformas aprobadas en el Distrito Federal que permiten las bodas entre personas del mismo sexo y que después avalasen la adopción de menores por parte de matrimonios entre gays. Por tal motivo, presentó una denuncia por daño moral contra el cardenal y la extendió al vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar. Instando a los clérigos a presentar pruebas que, dijo, "sabemos no tienen". Entrevistado el prelado para que expusiera su sentir contra tal proceder, dejó chasqueados a los periodistas, manifestando que lo dicho, dicho estaba. No agregó más. Por mi parte, he oído comentarios diversos sobre el tema, unos a favor de la Corte y otros en contra. Es un tema que obviamente divide opiniones.
No queremos, sobre todo en estos momentos, volver a tiempos álgidos, en que al grito de Viva Cristo Rey, pelearon los cristeros en contra del gobierno presidido por Plutarco Elías Calles, un conflicto armado que se prolongó de 1926 a 1929. Eran otras las circunstancias, pero una fuerza de 50,000 de milicias de laicos católicos, dirigidas por sacerdotes, resistieron la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la autonomía de las religiones. Se estima que en el conflicto, iniciado en 1927, murieron aproximadamente 250,000 personas entre civiles, efectivos de las fuerzas cristeras, menores de edad y el Ejército. Es temprano para pensar que la disputa de estos días pueda llegar a esos extremos, mas si vemos el entorno no sería extraño que estuvieran prendiéndose algunos focos rojos. El horno no está para bollos. Hay intereses ajenos a ambas partes que podrían aprovechar para llevar agua a su molino. Demasiada gente involucrada dispuesta a atizar la hoguera, avivando pasiones o discordias. Calma y nos amanecemos, decía un viejo ranchero sentado en el tronco caído de un ahuehuete, mientras con gran destreza liaba un cigarro de hoja.
En cierta ocasión el licenciado Luis Cabrera que acompañó al presidente Venustiano Carranza por la sierra de Puebla hasta que fue asesinado, siendo diputado calificó de deshonesto a un funcionario público de la federación que, viéndose acorralado, pidió pruebas a su acusador a sabiendas que no había dejado huella del saqueo que había hecho de los fondos públicos a su cargo. Marcelo Ebrard, se refirió al mismo tema, urgiendo a su acusador, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez a presentar pruebas que, dijo, sabemos no tiene. El cardenal podía contestarle, con acento irónico y cáustico, lo que el diputado Cabrera respondió, lo estoy acusando de haber maiceado a los ministros de la Corte no de que es usted tan tontejo que dejó la cola de fuera, para que se la pisara.
Bien, dejando a un lado el asunto de la comprobación, sin presumir si hubo maíz o no de por medio, lo que será un asunto de los tribunales deslindar, no imaginamos al purpurado Juan Sandoval Íñiguez despojado de su traje talar, su capelo y su báculo, atrás de las rejas de un presidio ¡guay! En fin, este país en relaciones humanas se está volviendo un verdadero desbarajuste, ni duda cabe.